POR VÍCTOR MURGUÍA VELASCO
Un buen número de políticos que están por dejar sus
puestos -nos referimos a los que manejan presupuestos- o que ya se dieron
cuenta que tendrán que dejarlos, quieren irse tranquilos y seguros de que no
serán molestados.
Por eso vemos que, en el país, gobernadores del PRI
están más cerca del presidente López Obrador que algunos morenistas y, en el
plano local, sucede algo similar con alcaldes.
Habiendo tanto qué cuestionar como supuestos
opositores políticos que son ¿cuándo ha escuchado que, en bloque o por
separado, algún gobernador priista critique las acciones de gobierno de la
cuatroté?
Acaso el ejemplo más claro de esto sería Alfredo del
Mazo Maza, quien gobierna en el Estado de México y que, contra viento y marea,
fue impuesto, primero como candidato priista y después como ganador, en cerrada
pelea contra Morena, por el expresidente Enrique Peña Nieto. Del Mazo, señalan
en el Edomex, está preocupado en cómo será su futuro, no en si el PRI retendrá
esa gubernatura, de ahí su presunta alianza con el presidente y Morena.
Quirino Ordaz Coppel, de Sinaloa, es otro de los
gobernadores señalados de únicamente estar interesados en cuidar sus espaldas y
no en los resultados de su partido que, se afirma, perderá la gubernatura ante
Morena. Por eso se dice que el senador morenista Rubén Rocha tiene carta libre.
Y Héctor Astudillo, gobernador de Guerrero ¿está en pie de guerra para que el
PRI conserve esa gubernatura o le ha abierto la puerta al cuestionado Félix
Salgado Macedonio? Guerrerenses ven lo segundo.
Aquí sucede algo parecido con presidentes municipales
que dejarán su cargo el día último de este año, es decir, apenas en poco más de
10 meses. Un buen número lo que desea es estar protegido y si eso va en contra
de los intereses de los partidos que los postularon, pues es lo menos
importante.
Ven como un seguro de protección lograr que alguien
muy cercano a ellos, como son las esposas, hermanos, hijos y hasta novias, sean
nominados por Morena, pero si no pasan esa aduana, pues entonces se irán por
otras organizaciones.
De esto hay ejemplos por todo el territorio
veracruzano y uno es lo que sucede en Catemaco. Ahí, el alcalde Julio César
Ortega Serrano, quien llegó a la presidencia postulado por el PAN y el PRD,
desea que lo suceda su cuñado, Juan José Rosario Morales, hermano de su esposa.
Rosario ya quiso ser alcalde, postulado por el MC y venía desempeñándose como
director del DIF en ese municipio.
Para conseguir eso, Ortega Serrano se ha ligado de
manera muy sólida con uno de los grupos más fuertes del morenismo en el sur del
estado. ¿Y el PAN?, pues de esa organización ya ni se acuerda. Además, el
alcalde catemaqueño se mueve para ser candidato a diputado local, también por
Morena.
En Tempoal, al norte de Veracruz, es tema de
conversación que el alcalde Abel Hermenegildo Díaz Ponce, quien está en la
presidencia porque lo nominó el PRI, actualmente sea aliado de Morena y, se
afirma, hace todo lo posible porque ese último partido postule a su esposa para
la alcaldía.
En Córdoba a la presidenta municipal Leticia López
Landero ya no la ven azul, por aquello de que supuestamente era panista, sino
la ven enfundada en color guinda, pues se dice por todos los fraccionamientos y
colonias que ahora tiene pacto y alianza con Morena, para que pueda estar
tranquila y su hermano, el exdiputado priista Tomás López Landero, sea quien a
partir de enero de 2022 despache como presidente en la ciudad de los 30
Caballeros.
En Emiliano Zapata no es el caso de tirar las ligas
con un partido para aliarse con Morena, pero al alcalde Jorge Alberto Mier
Acolt, postulado por Morena, se le cuestiona que quiera dejar de sucesora a su
secretaria Ana Laura Vázquez Sánchez.
Y en Santiago Tuxtla, el alcalde del PRD, Argeniz
Vázquez Copete, hijo de la exalcaldesa y exdiputada Jazmín Copete Zapot,
impulsa a su esposa, Brianda Kristel Hernández Topete, diputada local del PRD
por ese distrito, para que lo reemplace en la alcaldía.
Qué bonitas familias.
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