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México no es el país con más muertes por cada 100 mil habitantes, pero sí ocupa el lugar número 7. Arriba en la tabla se encuentran, primero, Reino Unido, con mortalidad de 192.47 sobre 100 mil habitantes; le sigue Chechenia, con 162.20; Italia, con 151.04; Estados Unidos, con 141.65; Portugal, con 137.70; Perú, con 132.36 y luego México, en séptimo lugar, con 131.38 por cada 100 mil habitantes.
México tiene la tasa más alta de muertes sobre casos confirmados entre los 20 países más afectados por la COVID-19, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins, que es la que tiene el más prestigiado sitio de análisis de la pandemia, nación por nación, realizado sólo con datos oficiales.
En el gráfico de los 20 países más afectados por la pandemia, México aparece con una tasa de 8.6 por ciento (lunar número 1) en fatalidades por casos confirmados de COVID-19. Siguen Perú, con 3.6 por ciento (2); Italia, con 3.5 por ciento (3); Sudáfrica, 3.1 por ciento (4); Reino Unido, 2.8 por ciento (5); Indonesia, 2.7 por ciento (6); Alemania, 2.7 por ciento (7); Colombia, 2.6 por ciento (8); Canadá, 2.6 por ciento (9), Polonia, 2.5 por ciento (10). Luego están Argentina, Brasil, Francia, España, Ucrania, Rusia, Portugal, Estados Unidos, Chechenia y finalmente Turquía, en el lugar 20.
México no es el país con más muertes por cada 100 mil habitantes, pero sí ocupa el lugar número 7. Arriba en la tabla se encuentran, primero, Reino Unido, con mortalidad de 192.47 sobre 100 mil habitantes; le sigue Chechenia, con 162.20; Italia, con 151.04; Estados Unidos, con 141.65; Portugal, con 137.70; Perú, con 132.36 y luego México, en séptimo lugar, con 131.38 por cada 100 mil habitantes. Abajo de México están España, Francia, Colombia, Brasil, Argentina, Polonia, Sudáfrica, Alemania, Canadá, Ucrania, Rusia, Turquía e Indonesia.
“Para los veinte países actualmente más afectados por COVID-19 en todo el mundo, las barras en el gráfico muestran el número de muertes por cada 100 casos confirmados (tasa de letalidad observada) o por cada 100 mil habitantes (esto representa la población general de un país, con ambos casos confirmados y personas sanas). Los países en la parte superior de esta cifra tienen la mayor cantidad de muertes proporcionalmente a sus casos o población de COVID-19, no necesariamente la mayoría de las muertes en general. La universidad explica que la tasa de letalidad es el número de muertes dividido por el número de casos confirmados.
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien estuvo enfermo de COVID-19 y así llamó a su homólogo Vladimir Putin para cerrar la compra de 24 millones de dosis de la vacuna rusa, anunció este lunes que en los próximos días llegarán un millón de vacunas de AstraZeneca desde la India. Mantuvo así su propósito de haber vacunado en marzo a los 15 millones de adultos mayores para aliviar los hospitales de México, que ya es además el tercer país del mundo con más muertes, con 166 mil 200 decesos, y acumula cerca de 1.92 millones de casos confirmados.
El país, de 126 millones de habitantes, tiene acordados 34.4 millones de dosis de la estadounidense Pfizer, 77.4 millones de la británica AstraZeneca, 35 millones de la china CanSino, 24 millones de la rusa Sputnik V. Pero, aunque México fue el 24 de diciembre el primer latinoamericano en comenzar a vacunar, de momento solo 75 mil 800 trabajadores sanitarios han recibido las dos dosis necesarias de la vacuna de Pfizer debido a retrasos por los envíos de la farmacéutica.
Aunque López Obrador dijo que se contagió por no haberse vacunado, aseguró que no se saltará la fila de vacunación. “Una autoridad tiene que dar el ejemplo, no es posible que por ser presidente y tener el cargo más importante de la República, se actúe con influyentismo”, dijo el mandatario, quien aguantó casi dos horas de pie ante el atril presidencial sin aparentes dificultades.
MISMA ESTRATEGIA
Tras dos semanas aislado en el Palacio Nacional, enfermo de COVID-19, el Presidente reanudó este lunes su actividad pública pero sin mover un ápice su polémica visión sobre la pandemia: seguirá sin usar cubrebocas y retomará sus giras por todo el país. Con su tradicional “¡buenos días, ánimo!” y buen semblante, López Obrador reapareció por sorpresa en las ruedas de prensa diarias del Gobierno, donde no se le veía desde que dio positivo por coronavirus el 24 de enero tras una gira por el norte.
Aunque el mandatario anunció el 5 de febrero que ya había superado la enfermedad, la Secretaría de Salud había anunciado que este lunes se sometería a un análisis médico y no había aclarado si reaparecería. El contagio y las dos semanas de convalecencia de López Obrador, de 67 años, hipertenso y que tuvo un infarto en 2013, no fueron suficientes para que el mandatario cediera en su obstinada postura de no usar cubrebocas en público, a pesar de que lo recomiendan las autoridades sanitarias.
“No (usaré el cubrebocas), no. Ahora, de acuerdo a lo que plantearon los médicos, ya no contagio”, expresó López Obrador, quien desde el inicio de la pandemia ha cuestionado sin argumentos científicos la utilidad de la mascarilla. Una postura que contrasta con la instaurada por la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, encargada de dar las ruedas de prensa las dos semanas pasadas, en las que el cubrebocas era obligatorio.
“Esto es como creer en la Virgen de la Guadalupe. Una vez alguien toma esta posición, se la queda aunque sea injustificada”, opinó para EFE Malaquías López, profesor de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien dijo que la visión del Presidente es un “error” que “influye sobre la gente”. Además, López Obrador, quien dijo que se contagió porque “le tocó”, aseguró que esta misma semana retomará sus giras, en las que algunas veces se abraza y besa con ciudadanos, y defendió no imponer medidas sanitarias obligatorias a la población.
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“¿Por qué me contagié? Porque tengo que trabajar como millones de mexicanos, ni modo que me quedara todo el tiempo encerrado, no se puede vivir encerrado; me cuidé, guardé mi sana distancia, pero me tocó”, afirmó.
Y tras dos semanas callado no podían faltar las referencias habituales a sus adversarios: arremetió contra la prensa crítica y acusó a las empresas privadas de corruptas para justificar la reforma energética que prioriza al sector público. “Los vamos a seguir enfrentando, vamos a seguir luchando para la transformación del país”, enfatizó.
Desde que el siempre hiperactivo López Obrador se confinó, las autoridades sanitarias optaron por mantener en secreto su estado clínico y se limitaron a decir que estaba casi “asintomático”, lo que derivó en todo tipo de rumores. “Me empezaron a aplicar antiviral desde el lunes [25 de enero] y antiinflamatorios. Afortunadamente dio buenos resultados. Estuve con molestias: los dolores de cuerpo, afortunadamente poca temperatura y fui saliendo a medida que me aplicaron el tratamiento”, aclaró este lunes el mandatario.
Según explicó, fue atendido “con cariño” por un equipo liderado por el secretario de Salud, Jorge Alcocer, y conformado por un internista, un cardiólogo, un médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), un médico militar del Ejército y dos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Pocos detalles se sabían hasta ahora, pues el Presidente, acostumbrado a marcar la agenda del país, solo apareció en sus redes sociales en dos videos grabados durante su convalecencia.
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