La
gráfica muestra la pérdida de capacidad de compra de los ingresos, una vez que
se descuenta la inflación de la canasta básica alimentaria
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Roberto González Amador
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de febrero de 2013, p. 2
Uno de cada cinco mexicanos vive con hambre. Es un universo de 22 millones
de personas, cantidad comparable a la población conjunta de Chihuahua, Jalisco,
Guerrero y el Distrito Federal o a la de todos los habitantes del medio rural.
Se trata de familias que, aun cuando hagan uso de todo su ingreso para la
compra de comida, no pueden adquirir lo indispensable para tener una
alimentación adecuada, según la caracterización realizada por el organismo
oficial encargado de evaluar la política de desarrollo social.
México es la decimocuarta economía del
mundo, medida por su producto interno bruto. Se ubica, en cambio, en la
posición 81 si la valoración se realiza a partir del poder de compra de sus
habitantes, de acuerdo con los indicadores de desarrollo mundial 2012,
elaborados por el Banco Mundial.
Sólo dos de cada diez mexicanos no son
considerados pobres ni sujetos a alguna carencia relacionada con vivienda,
educación, salud y acceso a la seguridad social, subraya un informe publicado
en noviembre pasado por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (Coneval). El resto, ocho de cada diez, se ubica en un
amplio abanico que va desde la falta de alguno de los satisfactores básicos a,
definitivamente, no disponer de los medios para alimentarse.
El mismo reporte da cuenta de que 22
millones de mexicanos, que representan 19.4 por ciento de la población (o dos
de cada diez), disponen de un ingreso inferior a la línea de bienestar
mínimo. Lo que esa clasificación significa, según el propio Coneval, es que aun
al hacer uso de todo su ingreso en la compra de alimentos no pueden adquirir lo
indispensable para tener una alimentación adecuada.
La Cruzada Nacional contra el Hambre,
anunciada por el gobierno federal el 21 de enero pasado, está orientada a
atender, en una primera etapa, a 7.4 millones de personas de 400
municipios del país que carecen de ingresos para alimentarse adecuadamente. Se
trata de poco más de una tercera parte del universo de mexicanos que, según las
cifras del Coneval, se encuentran en esta situación.
La alimentación es un derecho que en
México está reconocido por la Constitución desde octubre de 2011.
El derecho a la alimentación puede ser
resumido como la garantía humana fundamental de poder alimentarse con dignidad,
ya sea a través de producir los alimentos o de comprarlos en el mercado, indica
la oficina del relator de las Naciones Unidas para el Derecho a la
Alimentación, en un reporte sobre América Latina publicado en septiembre
pasado. Este derecho se cumple cuandocualquier hombre, mujer o niño, solo o en
comunidad, tiene acceso físico y económico, todo el tiempo, a alimentos o a los
medios para procurárselos, según definición del Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Cutlurales (Cesr, por sus siglas en inglés), un cuerpo de expertos
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
El acceso a la alimentación, como aceptan
ambas entidades de Naciones Unidas, está relacionado con el ingreso y, en
extensión, con la pobreza. En este terreno México ha retrocedido en los años
recientes, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones del mundo en
desarrollo o, particularmente, en el conjunto de América Latina.
En México, el número de pobres creció en
dos años de 48.8 millones a 51.9 millones de personas, mostró el informe del
Coneval de noviembre pasado.
Entre 2005 y 2008, tanto la pobreza como
el número de personas que viven en extrema pobreza (que no tienen acceso a
suficiente alimento) disminuyeron en las seis regiones en desarrollo, la
primera ocasión en que esto ha ocurrido, reportó el Informe del
desarrollo mundial 2012. Proyecciones preliminares para 2010 (mismo
periodo que cubre el documento del Coneval para el caso de México) muestran que
la tasa de extrema pobreza en el mundo se redujo aún más, de acuerdo con
esa publicación.
Una de las causas del deterioro en el
acceso de las familias mexicanas a la alimentación es la disminución en la
capacidad de compra. Desde principio de 2008 y hasta mediados del año pasado el
precio de la canasta básica de alimentos (usada por el Coneval) creció más que
el promedio general de precios en la economía, medido a través del Índice
Nacional de Precios al Consumidor, saldo en el periodo comprendido entre julio
de 2010 y junio de 2011.
La capacidad de compra del ingreso en
México, medido a partir de la variación en el precio de los alimentos,
disminuyó de manera pronunciada a partir de mediados de 2008 y,
aunque se estabilizó durante 2011, todavía el año pasado no había retomado el
nivel previo a la crisis de 2008-2009, de acuerdo con el Coneval (ver gráfica
arriba). Debido a que los salarios en general se ajustan con la inflación
promedio, cada vez que el crecimiento de los precios de los alimentos es mayor
que la inflación, hay una pérdida importante del poder adquisitivo respecto a
los alimentos, subraya. Esa es una de las razones coyunturales del aumento en
el número de personas que no pueden adquirir lo indispensable para una
alimentación adecuada.
Detrás de los números hay historias
personales, familiares o comunitarias que retratan el significado del hambre.
Son estas las historias que, a partir de hoy, presenta La Jornada.
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