Entró agitado a
Palacio de Gobierno, más que nada porque anda mal de las piernas. “Me esperan,
hermano, me van a echar la mano porque debo el hotel, las comidas, no tengo ni
para un refresco, pero siempre me ayudan”, y agregó: “pero todo va a cambiar en
los días que vienen. ¿Sabes por qué? Regresa “el tío”, viene a rescatar la
elección, viene a frenar a Miguel Ángel, sólo él sabe hacerlo. Deja el
consulado por Veracruz”. La mirada de escepticismo fue captada por quien alguna
vez fue dirigente juvenil nacional y anduvo con Fidel, vio crecer a Héctor,
supo de los “secres” del nopaltepecano a los que dio oportunidad de destacar,
políticamente hablando, y unos, como las macetas, no pasaron del corredor,
aunque otros, a base de llegar hasta la abyección, progresaron, a tal grado que
hoy son lo que son no por inteligencia, capacidad, sino por sometimiento.
¿No
me crees, verdad? Mira aquí están los teléfonos del “tío” de México y de
Veracruz, porque los conserva y por allí habla con quienes le informan de como
va la cosa. Ahorita debe estar ya cenando en Barcelona, pero háblale, quiere
saber todo lo que pasa porque viene a poner orden. Y sí, ahí están los
teléfonos con su clave y todo. “Es cuestión de horas para que llegue, me cae,
te lo juro”. Su mirada se torna vidriosa, desesperada, hablar del “tío” para él
significa la salvación del sistema, sólo él puede hacerlo “y el Presidente ya
le dijo que sí, que intervenga para poner en orden a panistas y perredistas.
Vas a ver, hasta la nuca les va a tronar”, y sigue caminando a lo que le dan
sus piernas enfermas, porque “me esperan para echarme la mano, y ahora que
venga Fidel todo va a estar mejor”. Y lo dejan entrar a Palacio los guardias,
sin preguntarle a dónde va como hacen con otros. ¿Será?
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