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La lucha por
el gobierno de Ciudad de México, que en tiempos hegemónicos del PRD era un
proceso ordenado por el jefe de Gobierno en turno, se ha trasladado a Morena,
que reivindica el control político de la capital del país.
En 2000 no hubo quién le hiciera frente a Andrés Manuel López Obrador, que ganó a Santiago Creel y a Jesús Silva Herzog. Obligado a renunciar por el desafuero, fue candidato presidencial en 2006 perdiendo por .53 por ciento de los votos ante Felipe Calderón, lo que nunca ha reconocido y siempre ha sostenido como fraude electoral.
En 2006 nadie le levantó la ceja al tabasqueño cuando se fue por Marcelo Ebrard ni a éste en 2012 cuando designó a Miguel Mancera.
Hoy que el PRD languidece por sus pequeñeces, pugna por el poder y la escisión que provocó López Obrador con Morena, la lucha por la sucesión se ha desplazado a este partido donde olvidan que la primera y única palabra será la suya, y chocan soterrada, pero descaradamente Ricardo Monreal y Martí Batres, operando éste contra aquél al verlo más fuerte.
Y así han filtrado información sobre contratos y denunciado su distancia con AMLO para acortar la suya, en una guerra en la que los dos salen afectados, pues si a Monreal lo quiere marcar por su gestión, éste tiene historias de adeudos y frentes personales de su opositor.
Y en esto la beneficiada es la que tiene todas las confianzas del presidente de Morena, Claudia Sheinbaum, su activo de mayor confianza y única de los aspirantes que forma parte de su equipo de campaña y gobierno.
La delegada de Tlalpan ve el lodazal y se mantiene a distancia sabedora de su cercanía y confianza de quien tomará la decisión y al que ha acompañado en todo su viaje desde 1999, el siglo pasado.
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