TEXTO IRREVERENTE
Hoy, 15 de noviembre, como lo
marca la constitución local, el gobernador en turno deberá presentar ante el
Poder Legislativo un informe sobre el estado de cosas en la administración
pública. Para eso, el panista Miguel Ángel Yunes Linares acudirá personalmente,
según lo ha anticipado, hasta el congreso local a entregar el texto escrito en
lugar de enviarlo con algún funcionario de menor grado.
Así
se restaura la costumbre suspendida durante el último del gobierno de Javier
Duarte de Ochoa, quien no se presentó ante los legisladores porque ya estaba en
plena fuga. Empero, el cordobés aisló ese ejercicio desde la mitad de su
sexenio. En su periodo inacabado hubo cuatro eventos faraónicos, uno reducido a
spots publicitarios –el del 2014- y otro inexistente –el del año pasado-.
Las
ceremonias fastuosas de los años 2011, 2012, 2013 y 2015 fueron con
asistentes estrictamente controlados para evitar la protesta y la
rechifla. El miedo al repudio popular llegó a tal grado que en el 2013
sacó el evento de Jalapa para llevárselo al fuerte de San Juan de Ulúa, en el
puerto de Veracruz, donde el ingreso de los invitados se hizo vía aérea
–con helicópteros- para evadir las protestas, especialmente la de
los maestros a los que había mandado desalojar a palos de la Plaza Regina
Martínez en septiembre de ese año.
Luego,
en el 2014 suspendió la encerrona magnifica y a puerta cerrada dirigió un
mensaje en el edificio de la calle Encanto, también todo controlado para evitar
manifestaciones incomodas, además de que solo fue a un puñado de legisladores,
los que integraban la Comisión Permanente, bajo el pretexto de la
realización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe había acaparado los
esfuerzos y costos de su administración.
“La
fortaleza económica es innegable, los resultados hablan por sí mismos”, les
dijo a los diputados ese año. A la distancia se comprenden tales
palabras: hablaba de su fortuna personal y la de sus cómplices, que se amasó
por el latrocinio que alcanzó los 35 mil millones de pesos. Efectivamente
era una’ fortaleza económica’ innegable, pues. Además, lanzó un dato que desde
entonces sonaba a burla, al afirmar que “la seguridad y protección de los
veracruzanos es el principal compromiso”.
En
el 2015, en un evento realizado en las instalaciones del Velódromo de Jalapa,
también se burló de todos: “Veracruz ya cambió”, dijo, y agregó que teníamos
“estabilidad económica y disciplina financiera con resultados positivos para
todos y no nos hemos endeudado un solo peso”. Y remató: “con mi
gobierno, Veracruz es un estado socialmente justo”. Lo dijo a sabiendas que se
había robado el dinero para becas educativas, medicinas en hospitales,
programas de combate a la pobreza y de obras públicas.
Eso
comprueba que en el sexenio pasado las mentiras se presentaron como si fueran
políticas públicas y metas gubernamentales cumplidas. Hasta el congreso local
llevaron la falsía como informe constitucional. ¿Y qué hicieron los diputados?
¡Nada!, a excepción de uno o dos que cuestionaron el informe en
posicionamientos de prensa, todo el cuerpo legislativo acepto la mentira como
informe gubernamental.
Tal
recuento se hace en este espacio porque es el paragón inmediato a lo que deberá
suceder hoy en el recinto parlamentario cuando Yunes Linares entregué a los
diputados locales el legajo escrito de lo realizado en los once meses de su
administración, y en el cual debe romper la tradición de mentirle a ese poder
institucional y por ende, a los veracruzanos. La mentira se institucionalizó en
los doce años de fidelidad en el ritual de cada 15 de noviembre, y es lo que
debe romper el actual funcionario.
El
informe de gobierno tiene que dejar de ser un ritual de falsedades y de
lucimiento personal para retomar lo que legalmente es: un deber que permite la
transparencia y la rendición de cuentas ante una soberanía que, se supone,
representa al pueblo. En ese deber, Yunes Linares no solo debe hablar de logros
de su gestión sino también de los pasivos pues de lo contrario el
ejercicio de rendición de cuentas estará incompleto. La obligación es
dual porque debe presentar acciones cumplidas y los pendientes, evitando caer
en lo que hicieron sus antecesores de negar hechos, maquillar cifras y
construir realidades alternas.
HIT PUBLICITARIO
Por
lo pronto, hay que destacar que el uso de la imagen del exgobernador Javier
Duarte –detenido y enmascarado- en la publicidad previa a dicho informe fue un
‘hitazo’ desde el punto de vista promocional. Todos hablaron de eso, algunos
para bien y otros para mal –los nostálgicos del duartismo que se sintieron
agraviados-, pero la polémica es un ingrediente precioso para el éxito
publicitario, como lo señalan los especialistas del marketing político.
Sobre
todo si se explotan los deseos colectivos, como en este caso ver a Duarte
detenido y esposado. Es el anhelo popular presentado en un afiche y éste
cumplió su objetivo: enterar del evento y de su contenido, cuyo principal logro
fue hacer que Duarte de Ochoa ahora esté preso. Ahí también se rompió el viejo
ritual del priismo - ese que pedía “no barrer para atrás”- y se ponderó
el deber de denunciar y gestionar la aplicación de la ley.
Ayer
también se dio a conocer el calendario de los diez días para la
glosa del informe –glosar es revisar y pedir ‘glosas’ que son explicaciones
adicionales - que serán del 16 al 29 de noviembre. En esa comparecerán los
quince integrantes del primer nivel en el gabinete yunista, comenzando por
el secretario general de Gobierno, Rogelio Franco y cerrando el
coordinador general de Comunicación Social, Elías Assad Danini.
Algunas
comparecencias seguramente acapararán los reflectores, principalmente la de los
titulares de Seguridad Pública – al que han querido llamar a comparecer varias
veces -, Finanzas, Educación y Desarrollo Social. Y por vez primera se
rompe otro ritual ya que ahora el titular de la Fiscalía General, Jorge
Winckler no está obligado a comparecer ante el congreso local para glosar el
informe porque es un funcionario autónomo. Entonces, ¿a quién le va rendir
cuentas?, ¿a los administradores del Twitter?
Envoyé
depuis Paris, France.
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