La religión católica, como todas, tiene la virtud
de ocultar sus verdaderas intenciones y fines para mostrar una cara de amor
mientras somete a la esclavitud más perversa y difícil de abandonar y cuando se
quiere y puede abandonar tiene mil tretas para regresar a los disidentes al
rebaño. Hay toda una colección de medios coercitivos morales y sociales. Se les
llama hermanos separados a los disidentes, se les margina de la familia y de la
sociedad a los no creyentes; en todo caso se les trata de ridiculizar, se les
agrede o se les lincha, todo esto con el odio más profundo pero simulado.
Al disentir de los teólogos estos hacen creer a los
fanáticos que se atenta contra sus creencias pero esas creencias no son propias
sino implantadas precisamente por los religiosos que secreta y dulcemente
incitan a la violencia con una sonrisa a sus rebaños y estos lo hacen creyendo
que defienden sus creencias pero realmente están defendiendo las enormes
fortunas que han amasado, a su costa, los sacerdotes de cualquier religión.
Si los sumos
sacerdotes representan a Dios ¿por qué no cuentan sobre los diálogos que tienen
con él,?, ¿por qué no dicen al mundo que piensa de las guerras, del hambre y la
miseria y por qué no pone remedio?. La verdad es simple pero terrible: no
existe más que como idea. Si dijeran como antaño que hablan con un ser divino
se les pediría pruebas y, como ya no estamos en la Edad Media, se verían como
locos, como mentirosos. Sin embargo, como lo dijera Kant, el ser humano tiene
la imperiosa necesidad de creer en la divinidad.
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