Por José Miguel Cobián
Muchos nos hemos quejado de las arbitrariedades de los agentes de tránsito en el estado de Veracruz. Fueron famosos los de Veracruz y Boca del Río el año pasado, cuando siendo municipales extorsionaban a todo mundo, incluyendo a quien esto escribe. Sin embargo, nuestros agentes de tránsito municipales o estatales son blancas palomas comparados con la forma como actúan sus colegas en Monterrey Nuevo León.
Alrededor de las universidades principales, ya sea el tec de monterrey, la universidad autónoma de Nuevo León y el resto de instituciones educativas han establecido un cerco que produce enormes dividendos económicos.
Por experiencia de jóvenes veracruzanos puedo platicar cuando menos un par de anécdotas. La primera implica a un joven cordobés en las afueras del campus principal del Tecnológico de Monterrey, alumno por cierto de esta institución educativa. Este chico caminaba por la noche, alrededor de las diez de la noche rumbo a su casa, a dos cuadras de la universidad cuando fue intervenido por un grupo de agentes de tránsito, que lo subieron a una patrulla de la policía y lo amenazaron con meterlo a la cárcel. La justificación es que estaba escandalizando en la vía pública, así que lo amenazaron con consignarlo ante la autoridad correspondiente. El joven, asustado pidió clemencia y solicitó algún medio para resolverlo, entonces, los agentes de la ley aceptaron –al más puro estilo criminal de secuestro express-, llevarlo de paseo por los cajeros automáticos de las tarjetas de crédito que portaba, aprovechando que era antes de media noche, dispuso de dinero, (el límite máximo por cada una de sus dos tarjetas), y pensó que lo soltarían inmediatamente. Esa noche, aprendió, que una vez tocando las doce campanadas de la media noche, inicia un día más para el sistema bancario, así que fue obligado a sacar dinero de nuevo de los cajeros automáticos de sus dos tarjetas. Como el límite de cada una es de cuatro mil pesos, los policías y agentes de tránsito coludidos obtuvieron dieciséis mil pesos por la chambita que le hicieron al jovencito cordobés.
La voz de este asalto por parte de las autoridades municipales de Monterrey corrió como reguero de pólvora entre la comunidad de veracruzanos. Lo cual sirvió para que una chica no pasara por el mismo viacrucis. Esta jovencita, también cordobesa, manejaba su carro detrás de otros, en fila y a la misma velocidad que los demás. La detuvo un agente de tránsito por traer placas de Veracruz y la acusó de haberse pasado un alto, a dos cuadras del Tec de Monterrey también. Le pidió su licencia y resultó que la había dejado en una cartera anterior, con lo cual el tamarindo norteño se emocionó ante la posibilidad de obtener mayores recursos de su víctima. Le informó que pasarse un alto era grave, más grave aún no traer licencia y lo peor, gravísimo circular en Monterrey con placas de Veracruz. Estos tres delitos –según el tamarindo-, implicaban multas por más de diez mil pesos, pero le haría el favor de cobrarle solo la primera, los mil ochocientos pesos –otra vez según el tamarindo- que era la multa por pasarse un alto. Multa que el propio agente de tránsito haría efectiva en ese momento. La chica, le dijo que no llevaba dinero, y jamás le ofreció un centavo, al grado de que el pobre agente de tránsito veía pasar los minutos (y su oportunidad de asaltar a otro automovilista). Así gracias a que el tiempo es dinero, el propio agente pidió que le diera algo, y cuando ella ofreció únicamente doscientos pesos, el agente de muy buena gana se ofreció a acompañarla al cajero automático para completar el pago de la multa, o cuando menos un adicional para él. Al final, después de media hora más de discusión, el agente desesperado ante la imposibilidad de levantar la multa (pues no llevaba ni siquiera block de infracciones) y ante lo complicado que era cumplir su amenaza de llamar a la fuerza pública por ser un carro con placas de Veracruz circulando en Monterrey con un conductor sin licencia, aceptó los doscientos pesos y todos contentos. La conductora salió feliz, pues estuvo con el alma en un hilo durante toda la discusión, ya que sabe perfectamente que los policías y agentes de tránsito de Monterrey son más peligrosos que los propios criminales, sobre todo tratándose de mujeres solas.
Hoy todavía estamos esperando una reacción de los rectores de las principales universidades de Monterrey para que se evite el asalto y extorsión por parte de autoridades a los alumnos foráneos y locales. Quizá el ejemplo de Javier Sicilia sirva para que no se queden ni los rectores ni la comunidad universitaria de brazos cruzados ante estos abusos de la autoridad. (Yo pensaría enviar un par de líderes del ITO para que les expliquen como protestar).
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