De la Redacción - jueves, mayo 26, 2011
Con el arribo de los llamados gobiernos progresistas en América Latina (AL), a partir de 1998 se hizo evidente el fracaso de las políticas neoliberales emanadas de El Consenso de Washington. Se dio paso a una izquierda heterogénea que brindaba bienestar social y expandió las formas de participación e inclusión simbólica de los marginados, pero incurrió en una serie de prácticas que criticaba cuando no era gobierno (concentración incontrolada de poder presidencial, acoso a medios, irrespeto a derechos) y es aquí donde el pueblo debe pedir a sus nuevos gobiernos lo que en su momento reclamó a la derecha,
sugirió el politólogo e historiador Armando Chaguaceda, doctorante de la Universidad Veracruzana (UV), durante su participación en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU 2011).
El también miembro del Observatorio Social y coordinador de un Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), comentó que a pesar de que gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela, el de Evo Morales en Bolivia y el de Rafael Correa en Ecuador llegaron por la vía del voto popular, hoy en día hay amplios sectores populares y medios en sus países que –sin querer votar por la derecha opositora– tienen insatisfacciones con sus actuales gobernantes.
El estudioso de los movimientos sociales latinoamericanos reconoció que el giro progresista en estas naciones ha conseguido que tengan un mejor desempeño social, comparado con políticas neoliberales que sólo acrecentaron la brecha entre pobres y ricos, en un modelo incapaz de resolver los problemas estructurales.
Sin embargo, esta mejora no ha logrado acabar con la polarización, que se ve reforzada por conflictos en las fuerzas progresistas, en muchos casos provocados por la incapacidad para el diálogo de los presidentes, y han provocado el alejamiento de sectores populares que los apoyaron.
Se han dado depuraciones de militantes críticos en los partidos gobernantes en Venezuela y Ecuador, o confrontaciones del gobierno boliviano con los movimientos sociales aliados. Lo que vemos, dijo el ponente, es que muchas veces se reeditan prácticas corruptas y represivas heredadas del neoliberalismo por parte del funcionariado y los cuerpos de seguridad, lo que genera protesta popular y le da voz a una derecha que estaba en retirada.
Consideró el ponente que, una vez convertida en gobierno, la izquierda debe redefinir la relación entre el partido y los movimientos afines. El partido debe mantener la orientación estratégica del proyecto político sin fusionarse con las agencias estatales que hacen política pública, o sin poner como condición la militancia oficial para acceder al empleo estatal. Los movimientos (por ejemplos sindicales) deben mantener el margen de autonomía que les permita representar los intereses y demandas populares frente a los funcionarios de una burocracia estatal que no cambia sus inercias porque se tiña de colores progresistas.
Para finalizar, Chaguaceda puntualizó que los partidos políticos de izquierda que llegan a ser gobierno no deben perder de vista que el sujeto popular sabe discernir, que si bien vota por un líder carismático en el que confía también dice “pero está rodeado de bandidos y hace tal cosa mal”.
Por lo cual hizo un llamado a los intelectuales progresistas a ejercer también la crítica a la izquierda en el poder sin cambiarnos de bando, algo aún escaso en México y AL porque “es una tarea que no podemos dejarle a la derecha, pues ya los regímenes de Hitler, Pinochet o Somoza demostraron que el capitalismo puede crecer sin democracia, pero el socialismo muere, aunque la izquierda gobierne, si se renuncia a ella”.
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