José Gil Olmos |
Los exgobernadores de Michoacán, Fausto Vallejo; de Tamaulipas, Tomás Yarrington, y de Coahuila, Jorge Torres. Fotos: Octavio Gómez y Miguel Dimayuga
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MÉXICO,
D.F. (apro).- Hoy ya no llama la atención que en un sólo día se mencionen
públicamente a tres gobernadores presuntamente involucrados con el
narcotráfico. Pareciera normal ver en las noticias que mandatarios mexicanos
son relacionados con el crimen organizado o exhibidos en situaciones ilegales
sin que nadie se inmute. La capacidad de asombro parece haberse perdido.
En
el arranque de la semana, los nombres de los exgobernadores de Michoacán,
Fausto Vallejo; de Tamaulipas, Tomás Yarrington, y de Coahuila, Jorge Torres,
aparecieron en las noticias del día acusados de haber cometido actos
delictuosos directamente o de encubrir a familiares que son parte de alguna
banda delincuencial.
Los
rostros de los tres exmandatarios se podían ver en las portadas de los diarios
o en los portales como parte del quiosco noticioso del día al lado de otras
noticias no menos graves, como la situación de abandono de miles de niños
migrantes en la frontera con Estados Unidos y las reformas energéticas y de
telecomunicaciones que privatizan bienes nacionales.
Perdidas
en el campo de futbol, en las perturbadas manifestaciones de las hordas
futboleras que no distinguen clase social ni económica porque al final todas se
ahogan en alcohol, las figuras de los tres exmandatarios poco llamaron la
atención pública a pesar de que son el ejemplo más claro del deterioro y
corrupción de la clase política y gobernante.
Pareciera
que estamos más acostumbrados a los escándalos, a la violencia y la corrupción
que a los logros políticos, legislativos o de justicia. De hecho, desde hace
años se nos ha hecho costumbre la transformación de las noticias políticas en
policiacas por los constantes casos de corrupción de personajes políticos sin
distinción de corriente ideológica.
La
lista de los políticos mexicanos acusados de tener vínculos o pertenecer a
grupos criminales es larga y ya tiene varias décadas. Quizá sea desde la época
de Carlos Salinas de Gortari cuando estos casos salieron a la luz pública de
manera más descarada a partir de la historia de Raúl Salinas y Mario Villanueva
Madrid, quien fue detenido al finalizar su sexenio en la administración de
Ernesto Zedillo.
Hoy
sabemos que autoridades de Estados Unidos ya preparan testigos y acusaciones
para el juicio por narcotráfico, lavado de dinero y fraude bancario en contra
del exgobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington Ruvalcaba, de quien desde hace
una década ya se había publicado de sus relaciones con el narcotráfico.
El
exgobernador interino de Coahuila, Jorge Torres López, se encuentra declarado
fugitivo por la justicia estadunidense por no presentarse a declarar en el
juicio civil que él mismo promovió para recuperar los 2.7 millones de dólares
asegurados en un banco de las Bermudas. A partir de esto la agencia antidrogas
de ese país (DEA por sus siglas en inglés) elaboró una ficha de búsqueda
internacional.
El
último caso es el del exgobernador Fausto Vallejo quien hace apenas unos días
presentó su dimisión por presuntas razones de salud pero que todo indica es
para intentar proteger a su hijo Rodrigo quien es investigado por sus posibles
vinculaciones con el crimen organizado de Michoacán.
Aunque
los tres ejemplos son de políticos del PRI, en el PAN también se dan los casos
como el del exgobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, acusado de tener
alianzas con Juan José Esparragoza Moreno, El
Azul. En tanto que en el PRD está el exgobernador Leonel Godoy cuyo
medio hermano, Julio César Godoy Toscano, prófugo de la justicia desde el 2010,
acusado de negociar con la Familia Michoacana.
Es
casi seguro que en el futuro habrá otros ejemplos porque la fusión de políticos
y narcotraficantes es cada vez más amplia y profunda. Hacen falta maxiprocesos
como los que se han realizado en Italia, Estados Unidos y Colombia para detener
este fenómeno antes de que el crimen organizado y en especial el narcotráfico
se apropien de todo el poder político.
Y
también para quitarnos esta mala costumbre de ver normal lo que no es: la
corrupción, la impunidad y la injusticia.
Twitter:
@GilOlmos
PROCESO
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