17 de junio de 2016

LA TRAGEDIA DIARIA DE VIVIR EN UN ESTADO SIN LEY…

Tomado de Maryjose Gamboa
Las historias que más duelen, las que sacuden, las que calan hondo, las que dejan huella, las que obligan a una reflexión profunda, las que cambian vidas para bien o para mal, pero para siempre, son las que siempre deberían ser contadas, aun en medio de las circunstancias más adversas, porque son las únicas que nos obligan a comprender el sitio exacto del que partimos para intentar construir una realidad menos dura, menos amarga, y menos cruel.
Sin embargo, no siempre es posible, porque cuando escuchamos, cuando repetimos, o incluso cuando llenos de convicción decimos que vivimos en un Veracruz sin ley, pocas veces reparamos en el significado literal y en la implicación lateral, de esta frase que poco a poco y vida a vida, se ha convertido en una sentencia para todos.
La historia de los hermanos Nancy Nallely y Rodrigo Hurtado García, es el ejemplo más próximo de ello. A Rodrigo lo conocí un día de visita en aquel lugar en el que la gente siempre dice, que es el único sitio en donde se conocen y reconocen, los verdaderos afectos, en la cárcel. Y aunque ya había escuchado varias historias de este joven activista que encontró en las redes sociales un foro de expresión libre para toda clase de denuncias, me sorprendió comprobar hasta donde era capaz de sentir en carne propia, cada injusticia ajena, y ver además la manera en la que a través de estas redes sociales, había logrado establecer un lazo invisible pero inquebrantable, con millones de personas que diariamente deciden desafiar a un gobierno represor e infinitamente cobarde, con el arma más poderosa del mundo, la información.
Por eso, cuando el martes pasado me avisó que habían “levantado” a su hermana en el pequeño negocio que ambos comparten, un café internet, sentí la misma rabia, la misma indignación, y la misma impotencia, que han sentido las cientos de miles de personas que han pasado por un hecho similar. Porque presenciar el viacrucis de repetir diez veces la misma historia ante diez “autoridades” diferentes sin que ninguna te garantice solucionar nada, sentir el dolor de saber que este drama tan personal es en realidad una desgracia tan “común”, es entender la tragedia de vivir en un estado sin ley.
Rodrigo, a diferencia de muchas familias a las que también uno de los suyos les ha sido arrebatado, no pensó en “los riesgos” de denunciar. Sólo quería que Nallely volviera a casa sana y salva, sólo intentaba que los “expertos” en procuración de “justicia” tuvieran las respuestas que requería, olvidó que “el sistema”, el maldito sistema de gobierno impuesto por Javier Duarte, no es más que la interrogante más cruel y más difícil de desmenuzar, del complicado cuestionario.
“Oiga para ya denuncie, ya respondí a todo lo que me preguntaron cien veces, ya me tomaron las muestras genéticas, ya les dije cómo es el pelo de mi hermana, que si usó “brackets” de chiquita, que no tiene tatuajes, que no sé si le salió algún barro en la cara, que no tiene enemigos, que es buena, ya pregunté a sus amigos, ya respondí cien veces que no tiene novio ¿qué más necesitan saber para buscarla? ¿Cómo? ¿Qué si he investigado algo, pero licenciada si la Fiscal es usted, yo que voy a saber? ¿Qué le repita todo otra vez? Dios mío”.
Durante 48 horas, Rodrigo casi memorizó este párrafo completo de tanto repetirlo, porque para la autoridad era necesario seguir interrogándolo a ÉL. No al único sujeto que estuvo presente durante “el levantón” de Nallely, y que un par de horas más tarde apareció en su casa como si nada. No a los vecinos que vieron o escucharon “algo”. No a las autoridades que llegaron a levantar el reporte. No a ningún tipo extraño que rondara la zona. No. La Fiscalía General del Estado decidió que lo fundamental -porque no hay dinero ni autorización para más- era interrogar una y otra vez al hermano y con idénticas preguntas, aunque este “método” no haya ayudado a rescatar con vida a ninguna víctima de desaparición forzada o privación ilegal de la liberad, JAMÁS.
El último interrogatorio al que fue sometido Rodrigo, se dio a las diez de la mañana del día de ayer. Sólo que en esta ocasión no preguntaron cuántos cigarros fumaba Nallely como el primer día, ahora insistieron en la información que contenía el disco duro que robaron del café internet cuando se la llevaron. A la familia de Rodrigo esto le pareció extraño, a Rodrigo no le dio tiempo ni de digerir la pregunta… Quince minutos más tarde, dos vehículos con hombres armados lo “levantaban” también -del mismo café y a pesar de que estaba bajo “resguardo” de la autoridad- pero ahora en presencia del resto de su familia. Y la historia volvió a empezar… El color de pelo de Rodrigo, no usó “brackets” de chiquito, nadie sabe si tenía barros en la cara, sí, si es buena gente, no, no tiene enemigos.
La única diferencia es que Rodrigo es conocido por su activismo en las redes sociales, que hay un vínculo certero entre la actividad que desempeñaba como comunicador denunciando a través de distintas páginas, y el posible móvil del “levantón”, y por eso organizaciones internacionales defensoras de la libertad de expresión como Artículo 19, y miles, miles de cibernautas, se sumaron a la exigencia de justicia… NI UNO MAS, VIVO SE LO LLEVARON VIVO LO QUEREMOS.
A pesar de ello, durante casi 12 horas fue el mismo calvario, la misma angustia, la misma frustración e impotencia. Nadie sabe nada y nadie en realidad, por más FISCALIA que sea, puede averiguar absolutamente NADA. La vida de Rodrigo y Nallely ante la mirada impotente de todos, estaban en manos de sus plagiarios, y esa es la única realidad de la que podemos partir… El más escalofriante nivel de indefensión.
Afortunadamente a las nueve de la noche, sonó mi celular… Era el número del comandante pero la voz al otro lado del teléfono era la de Rodrigo; “Estamos vivos, nos llevan a la fiscalía, dile a mi familia, no sé dónde estamos, pero espérennos en la Fiscalía para que nos entreguen”, y eso hicimos. Nallely y Rodrigo Hurtado García fueron abandonados por sus plagiarios cerca de un panteón. Alguien avisó a la Fiscalía, y allí los recogieron, nunca hubo tal rescate. Unas horas más tarde, y con el cuerpo molido a golpes, ambos regresaron con sus familias.

Rodrigo no tiene ninguna historia que contar, sabe que vive.

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