Por José Miguel Cobián
Qué necesidad tiene Javier Duarte de antagonizar con un diputado local. Están en ligas diferentes, no tiene caso elevar a un oponente de nivel en aras de disfrutar de un momento chusco. Las Foxiadas, debieron de terminarse el sexenio pasado. Tampoco había necesidad de abrir un frente con un secretario de estado, que viene de visita con recursos públicos, a ver a su amigo del millón trescientos mil votos. Eso debe de operarlo otro sector, no debe de salir el señalamiento del palacio de gobierno, o cuando menos no desde la principal oficina. Tal parece que el número dos no cuenta. Recordemos que el anterior era camorrista, y así hacía el trabajo que no debía de hacer su jefe.
Hablando de foxiadas, la cercanía del dos con Fox puede resultar incómoda una vez que Peña Nieto ocupe la silla del águila. En caso de ser mediante una lucha electoral cruenta, en lugar de un pacífico acuerdo con Calderón, cabe la posibilidad de que se destapen muchas cañerías, entre ellas los nexos de sus principales funcionarios de seguridad con un sector de malosos, y lo que puede ser peor, confirmar las denuncias de maletitas que llegaban a los pinos llenas de billetes, recibidas por doña Marthita.
La especie no es tan descabellada, porque los priístas ya están hartos del halo de decencia con el que ha desarrollado la cúpula panista todos los ilícitos que poco a poco están saliendo a la luz. Si así fuera, y se mostrara a la luz todo el trabajo de narco política realizado en los últimos diez años, entonces las amistades de las que hoy se presume, pudieran ser amistades vergonzantes el día de mañana.
A todos aquéllos que deseen entender un poco más el fenómeno del crecimiento de la violencia en México les recomendamos el libro de Anabel Hernández que se llama ¨Los señores del Narco¨. Con referencias, con información confidencial, con publicaciones pero sobre todo, con documentos oficiales sustenta su dicho esta autora controversial. Lo más sabroso comienza después de la página 400, y la avalancha de nombres, fechas, datos y relaciones entre funcionarios y miembros de la Federación puede saturar al lector más avezado. Sin embargo, vale la pena el esfuerzo si queremos realmente entender lo que pasa en nuestro país. Siempre con las reservas del caso, y los posibles intereses de la autora.
Esto viene a colación porque en la comida de celebración de un año más de vida del Sol de Córdoba y del Sol de Orizaba estuve con un par de amigos con los que discutí historia de México. Sin embargo la diversidad de las fuentes y lo escaso del conocimiento que tenemos los mexicanos de nuestra verdadera historia, hace que cada quien tenga su propia verdad, ajena a la verdad histórica. Esto es grave, porque para entender al México de hoy, no basta con leer el laberinto de la soledad y el regreso al laberinto de Octavio Paz, hace falta mucho más.
Por ejemplo: Que necesidad de consumir algo y tirar la basura por la ventana del auto o del camión que nos transporta. Que necesidad de ir al cine, y dejar los restos de la comilona en el asiento o en el piso, en lugar de tirarlos en un bote de basura. Que necesidad de pararse en doble fila en lugar de dar la vuelta a la manzana. Que necesidad de caminar entre puestos ambulantes arriesgando la vida, en lugar de caminar por la banqueta. Que necesidad de comprar productos pirata (más baratos y a veces los únicos accesibles) en lugar de comprar productos originales. Que necesidad de convertirse en escaladores sociales y obtener satisfacción por ello, cuando cada quien sabe lo que vale. Que necesidad de tratar de decidir por los demás, en lugar de respetar a los demás siempre y cuando no nos agredan. Que necesidad de tener que leer todos los días noticias sobre el gobierno municipal, estatal o federal, como si en México no hubiera nada más importante que eso. Que necesidad de andar sospechando de los funcionarios repetidores, por los faltantes y mala administración real o ficticia del sexenio anterior.
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