"EL AYUNO DE LOS CAMPESINOS DE LA UNORCA ENFRENTA LAS PRETENSIONES DE LAS
SEMILLERAS TRASNACIONALES PARA COLOCARSE COMO UNA PIEZA CLAVE EN LA CRUZADA
NACIONAL CONTRA EL HAMBRE LANZADA HACE UNOS DÍAS POR EL PRESIDENTE ENRIQUE PEÑA
NIETO. UNA DE LAS PROMESAS DE LA INDUSTRIA BIOTECNOLÓGICA FUE ACABAR CON EL
HAMBRE EN EL MUNDO."
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Ana de Ita*
Los campesinos y campesinas de la Unión Nacional de Organizaciones
Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), integrantes de Vía Campesina,
decidieron colocarse en el corazón de la protesta social y acompañar los
pronunciamientos y demandas de los científicos comprometidos, de los campesinos
y pueblos indígenas, de los ambientalistas, de los estudiantes, de los
movimientos urbanos y de los barrios, y de muchos ciudadanos, que se han
manifestado en los últimos meses buscando impedir que las autoridades
ambientales aprueben las primeras solicitudes de Monsanto, Pioneer-Dupont y Dow
para sembrar de forma comercial maíz transgénico en el país.
En uno de los días más fríos de este
invierno, cerca de 30 ayunantes, acompañados por cientos de sus compañeros de
diversas entidades y por la Unión Nacional de Mujeres Indígenas y Campesinas se
instalaron en el Ángel de la Independencia, desde el 23 de enero, para llamar
la atención de la sociedad y el gobierno sobre la urgencia de evitar la siembra
comercial de maíz transgénico en México, país centro de origen y
diversificación de este cereal básico para la humanidad.
Provienen de Guanajuato, Guerrero, Hidalgo,
Michoacán, Morelos, estado de México, Distrito Federal, Tabasco, Tlaxcala y
Zacatecas, quienes junto con los de Puebla y Oaxaca saben que la siembra de
maíz transgénico contaminará sus variedades nativas. También vienen de
Veracruz, Campeche, Chiapas, San Luis Potosí y Yucatán, que añaden a la amenaza
del maíz, el de la soya transgénica y la prohibición de exportar su miel a
Europa si contiene polen transgénico. Están presentes campesinos de Sonora,
Chihuahua, Durango y Nayarit, donde el gobierno ha autorizado siembras
experimentales o piloto de maíz transgénico, y también de Sinaloa y Tamaulipas,
donde las empresas productoras de semillas genéticamente modificadas han
solicitado la primera siembra comercial y sin restricciones de maíz transgénico
en todas las hectáreas de riego, incluidas sus parcelas.
Algunos de estos campesinos siembran maíz
de forma comercial, destinado a alimentar a la población de las ciudades; otros
lo cultivan para alimentar a sus familias y comunidades, pero todos ellos se reconocen
como pueblos de maíz y tienen la determinación de defenderlo.
El ayuno de los campesinos de la UNORCA
enfrenta las pretensiones de las semilleras trasnacionales para colocarse como
una pieza clave en la Cruzada Nacional contra el Hambre lanzada hace unos días
por el presidente Enrique Peña Nieto. Una de las promesas de la industria
biotecnológica fue acabar con el hambre en el mundo. En México Agrobio,
asociación civil de estas corporaciones, se apresura a pregonar que los
transgénicos son la solución para alimentar a la población y que el gobierno
debe aprobar las solicitudes de siembra comercial de maíz transgénico para
aumentar la producción agrícola y los ingresos de la población rural, además de
reducir la dependencia de las importaciones de alimentos.
Sin embargo, UNORCA en su boletín de
prensa del día 24 de enero, desmonta, con base en análisis de científicos de
Estados Unidos sobre los registros de 13 años de siembra, la propaganda de las
corporaciones. La ingeniería genética fracasó en aumentar los rendimientos el
maíz: entre 1990-1995 y 2004-2008 aumentó sus rendimientos en 28 por ciento,
pero el 25 por ciento de este incremento fue debido al mejoramiento
convencional y al perfeccionamiento de prácticas agrícolas como la
agroecología. En cambio, entre 1996 y 2008 se utilizaron 144 millones de kilos
más de plaguicidas que los que se hubieran usado en ausencia de cultivos
transgénicos. Entre 1996 y 2001, el resultado final a nivel de todo Estados
Unidos para los agricultores que utilizaron maíz transgénico Bt, resistente a
insectos, fue una pérdida neta de 92 millones de dólares, equivalente a una
pérdida de 3.24 dólares por hectárea. Las semillas transgénicas son más caras
que las convencionales y es necesario pagar una licencia para usarlas, de ahí
que sin aumento en los rendimientos no se sostiene el aumento de ingresos
ofrecido a los agricultores.
La expectativa de disminuir las
importaciones no depende sólo del aumento de la producción nacional, sino de la
política de liberalización agrícola promovida por los gobiernos neoliberales.
El año pasado los agricultores sinaloenses no encontraron compradores para su
maíz –que en algunos casos aún se encuentra en bodega– porque el gobierno de
Felipe Calderón decidió importar maíz blanco de Sudáfrica, muy probablemente
transgénico, sin ningún arancel, y saturó el mercado interno.
El ayuno de los campesinos de la UNORCA
nos recuerda que en pleno siglo XXI son los campesinos, y no las
trasnacionales, quienes alimentan al mundo.
* Directora del Centro de Estudios para el
Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam)
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