Continúa vigilancia alrededor del Altiplano tras fuga de Guzmán. Foto: AP / Marco Ugarte |
MÉXICO,
D.F. (apro).- El ridículo es la peor deshonra para un político y tras la nueva
fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, el sábado 11,
Enrique Peña Nieto es el hazmerreír del mundo.
Aun si es
recapturado o muerto –más probable lo segundo que lo primero–, la evasión del
capo ha evidenciado, una vez más, la formidable corrupción que carcome al
gobierno desde la cúspide, porque sólo desde las alturas pudo venir la anuencia
para tamaña osadía.
Inclusive
si El Chapo huyó del Altiplano por el famoso túnel,
versión oficial tan increíble como la supuesta fuga en un carrito de la
lavandería de Puente Grande, en 2001 –penales ambos de máxima seguridad–, no
pudo haberlo hecho sin las complicidades que claramente rebasan a la autoridad
carcelaria.
Porque
corrupción es también que el país quede a cargo del siniestro compadre de Peña,
Luis Miranda Nava –su operador de todo tipo de enjuagues–, mientras sus jefes,
el presidente de la República y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, iban al boato en Francia.
¿O quién
estuvo al frente del país mientras tanto? ¿O no hubo nadie? ¿O, peor aún, fue
la fecha calculada como parte de un pacto, como pactada fue la captura, como
sugieren una interpretación?
Es verdad,
Peña no fue el carcelero que abrió las puertas del Altiplano ni cavó el túnel
para la fuga de El Chapo, pero la Constitución, la
ley, él mismo y el sentido común establecen que es el responsable principal,
tanto como lo fue Vicente Fox, en 2001, tan parecidos ambos en la ineptitud, la
repelencia al conocimiento y la proclividad al hurto.
A pesar de
que en la sociedad hay quienes exigen a Peña que Osorio Chong sea removido del
gabinete, no sólo porque es el responsable constitucional y legal de la
política de seguridad –incluyendo la carcelaria–, sino porque sería la única
señal creíble de una rectificación en el gobierno para la segunda parte del
sexenio, esa es una posibilidad remota.
Osorio
Chong circunscribió la responsabilidad de la fuga al nivel del penal y nada de
que renunciará. “Los momentos de crisis no son para renunciar, sino para
enfrentarlos”, pontificó el precandidato presidencial.
La ruta,
entonces, es reducir a segundones los cargos por la evasión del criminal que,
en la lógica de 2001, administre el trasiego de droga, pacifique a los grupos
criminales y financie las campañas, incluidas la presidencial de 2018.
Como se
los dijo Felipe Calderón a un grupo de empresarios a los que les pidió dinero
para su campaña, en 2006, y quien jamás movió un dedo para capturar al jefe del
Cártel de Sinaloa: “Las elecciones se ganan con dinero, dinero y más dinero”.
Sí,
Peña es el hazmerreír mundial, pero él y el amasijo de intereses que lo
abraza –junto con Osorio Chong– dirán: El que ríe al último, ríe mejor…
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en Twitter: @alvaro_delgado
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