11 mayo 2019
Cada año el 10 de mayo se organiza una marcha con una de
las demandas más dolidas del país: el paradero de los hijos e hijas de más de
40 mil familias en México. Es una movilización adolorida. Ellas no están en el
festejo del Día de las Madres, sino en las calles exigiendo que el Estado haga
su trabajo y les diga dónde están.
Este día no es de fiesta, es de lucha
y de protesta, gritan miles de madres de las diferentes organizaciones que se
han conformado durante más de una década. Caminan con un gran cartel con la
imagen de la hija o del hijo. Para ellas no hay descanso. Es la octava vez que
marchan por avenida Reforma, la primera bajo el actual gobierno federal, todas
con la misma consigna: verdad y justicia.
Todas coinciden en que las acciones
de la Comisión de Búsqueda no han sido suficientes. No demandan sólo
acompañamiento para ir a buscar a sus hijos, pues eso lo hacen ellas con mayor
eficacia. Exigen castigo para los implicados en los secuestros y levantones,
incluyendo a militares y policías. Rechazan el perdón que les quieren imponer
desde arriba. No quieren venganza, pero sí justicia.
Es 10 de mayo y la Marcha por la
Dignidad Nacional Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y
justicia se apodera de las calles en la movilización de la tragedia.
El obispo Raúl Vera, acompañante cada año, llama gobierno criminal al
que ha permitido las desapariciones. La inacción de las autoridades locales y
federales es denunciada una y otra vez, aunque Jan Jarab, Alto Comisionado de
Derechos Humanos de la ONU en México, señala que un cambio, al menos, es la
aceptación de los casos más emblemáticos de desaparición en el país. ¿Y los
menos conocidos?, es decir, ¿y la mayoría? Nada, sólo la promesa de que son
parte de la agenda nacional.
Hoy hasta la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) advierte que el número de desapariciones va en aumento.
Y los avances, que los hay, tienen el crédito de las organizaciones y madres
que se han vuelto expertas en la tarea de escarbar la tierra, aunque ellas lo
que quieren es encontrar vida. Nadie podrá regresarlas a su casa sin repuestas.
Publicado
originalmente en La Jornada
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