6 de mayo de 2019

REBELIÓN SILENCIOSA DE CURAS CONTRA OBISPO DE DIÓCESIS DE ORIZABA


Parte 1
En sigilo, envían tweets al Papa Francisco, para que se entere de sus desatinos
-Se siente infalible en sus decisiones y llama: “anti-católicos” a los que se oponen...
Orizaba Ver.- Le llaman “El Gerente” porque, dicen, el jerarca de la diócesis de Orizaba Eduardo Cervantes Merino dirige el obispado como si de una sucursal multinacional se tratara. Rodeado de un grupúsculo de colaboradores, margina y «desprecia» al clero diocesano que, harto de tantos desaires, se comienza a levantar contra el prelado, en una revolución silenciosa.
El pulso llegó hasta Roma, a donde han escrito los párrocos menospreciados, pidiendo socorro al Papa Francisco.
La rebelión se viene cocinando desde el 2015, después de la toma de posesión del nuevo obispo. Ya entonces los curas comenzaron a escribir cartas al Papa, para quejarse de la forma de actuar y de vivir del prelado, así como de su «antievangélica gestión pastoral y económica» de la diócesis.
En las misivas, describen a un «obispo señorito», al que le «gusta comer y beber bien», que frecuenta el reservado de restaurantes de lujo y prestigio. En una de esas comilonas, le invitaron a elegir vino y optó por una botella de varios miles de pesos.
Además del coche oficial con chófer del obispado, tiene otros dos coches de camuflaje: un Golf y un híbrido. Le encanta salir y realiza constantes viajes a Boca del Río y otras playas del pacífico.
Cuando algún cura (pocos se atreven a hacerlo) le reprocha un dispendio de este tipo, él contesta: «El obispo soy yo». Por eso hablan de él como «el jefe» y lo describen como un obispo-Señor que, en tiempos de Francisco, el Papa de los pobres, quiere seguir ejerciendo como príncipe.
Todos los entrecomillados se corresponden a contenido de las misivas que han ido mandando a Roma los descontentos y al testimonio directo de párrocos que, salvo uno, exigen anonimato.
En la diócesis hay 72 sacerdotes. Sus seguidores suelen ser ultraconservadores. El Obispo los trae especialmente como secretarios.
"Tiene dividida la diócesis, en dos bandos", denuncian los curas rebeldes. Por un lado, los jóvenes y viejos, a los que ha colocado en los puestos más importantes y que, «con su colaboración o su silencio se han convertido en sus cómplices.
Los curas han optado por una rebelión «en forma de indiferencia total hacia el obispo». Sin contar con los religiosos, a los que tolera, aunque sin muchas consideraciones.
«Desprecia hasta a sacerdotes con arraigo entre la comunidad que han entregado toda su vida al servicio de la Iglesia, a los que no visita ni provee en sus necesidades».
Más aún, en sus constantes viajes «se jacta de decir en público que los curas de las comunidades indígenas son poco espirituales, carentes de formación y de baja talla humana… En el fondo, los considera nativos que hay que evangelizar».
A los pocos críticos que se atreven a levantar la voz, dicen, los margina y se ríe de ellos. «Ángeles caídos», les dice, “Aquí se hace lo que yo digo: si se oponen a mis decisiones los llamaré, anti-católicos”, amenaza.

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