16 de julio de 2020

MILITARIZACIÓN EN LA 4T 2018-2020


Militarización en la 4T es el segundo informe que presenta el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX-Tijuana en la materia, luego del reporte publicado en mayo de 2019, denominado “Seguridad pública enfocada en el uso de la fuerza e intervención militar, la evidencia en México 2006-2018” y que está disponible para su consulta en el siguiente enlace: https://seguridadviacivil.ibero.mx/pdf/informe.pdf .

A partir de estas investigaciones, llevadas al portal < https://seguridadviacivil.ibero.mx > junto con materiales de una amplia gama de especialistas, pretendemos contribuir al debate informado sobre las implicaciones y consecuencias del paradigma hegemónico que sostiene las políticas de seguridad en México, ofreciendo un creciente abanico de evidencias que, en suma, permiten cuestionar a profundidad esta ruta.

México es uno de los países que tienen la curva creciente más pronunciada de homicidios violentos en el mundo, al menos en lo que va del siglo. Por lo tanto, nadie debería dudar de la urgencia de poner a discusión la preferencia por la vía militar que ha seguido el Estado, en particular desde el sexenio presidido por Felipe Calderón Hinojosa. Los dos reportes presentados establecen un punto de partida de lo que esperamos sea una referencia sólida y duradera para el análisis nacional y regional, habida cuenta de que esta ruta, enfocada en el uso de la fuerza y la intervención militar, se replica a lo largo de América Latina.

Esta investigación clarifica, al menos, lo siguiente: que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador continúa y profundiza la dinámica expansiva de transferencia de la responsabilidad de la seguridad pública a las Fuerzas Armadas; y que además impulsa nuevas vías de influencia militar en funciones públicas que van más allá de la seguridad, desbordando más y más los parámetros del rol militar que están fijados en el marco constitucional y convencional.

La información agregada en este reporte funda dudas mayores respecto a la posible alteración estructural en curso; es decir, la modificación del principio de subordinación militar al poder civil democráticamente electo. Estas dudas se multiplican luego de la publicación del Acuerdo Presidencial del 11 de mayo de 2020, que autoriza al Ejecutivo Federal disponer de la Fuerza Armada permanente para llevar a cabo tareas de seguridad pública, sin incluir los mecanismos que deben garantizar que la intervención militar, según ordena la propia Constitución, sea extraordinaria, subordinada, fiscalizada y complementaria, justo como lo hizo notar la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), así como muchas otras entidades.

¿Hacia dónde va el gobierno del presidente López Obrador cuando avanza por este sendero que abre paso a las Fuerzas armadas, a pesar de que su intervención en la seguridad pública no ha logrado reducir las violencias y, en cambio, sí las ha involucrado en conflictos con los derechos humanos?

La reforma constitucional de marzo de 2019 dispuso que la Guardia Nacional es una policía civil, que se regirá por una doctrina precisamente policial, fundada en el servicio a la sociedad. De cara a la evidencia aquí reunida, la Guardia Nacional no es una institución civil y tampoco es una policía, comenzando precisamente por el hecho de que no se ha demostrado que su concepción y desarrollo se soporten en doctrina policial alguna.

Nuestras fotografías profundas a través de estas investigaciones abarcan los dos sexenios anteriores y la primera parte del que corre; sin embargo necesitamos, aunque sea por un momento, ir un poco más atrás, para hacer notar que el presidente López Obrador es el quinto desde la creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública y el tercero desde que se intensificó el escalamiento militar. Ha transitado el espectro ideológico más ampliamente representado –formalmente– en las últimas décadas (PRI, PAN, Morena), por una misma ruta que se soporta en dos grandes ejes: reproducir políticas de seguridad que no se basan en resultados sostenibles y dar cada vez más preferencia a la vía militar.

Cabe aclarar que este no es un problema de un partido político u otro, sino un fenómeno que debe ser leído como un déficit sistémico del Estado mexicano, agudizado justo en la medida que las violencias se profundizan y diversifican, en una espiral impulsada, en parte, por el propio enfoque centrado en el uso de la fuerza y la intervención militar. ¿Hacia dónde va un país donde la política de seguridad hegemónica no resiste las pruebas de la eficacia y de la legitimidad? multiplican luego de la publicación del Acuerdo Presidencial del 11 de mayo de 2020, que autoriza al Ejecutivo Federal disponer de la Fuerza Armada permanente para llevar a cabo tareas de seguridad pública, sin incluir los mecanismos que deben garantizar que la intervención militar, según ordena la propia Constitución, sea extraordinaria, subordinada, fiscalizada y complementaria, justo como lo hizo notar la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), así como muchas otras entidades. ¿Hacia dónde va el gobierno del presidente López Obrador cuando avanza por este sendero que abre paso a las Fuerzas armadas, a pesar de que su intervención en la seguridad pública no ha logrado reducir las violencias y, en cambio, sí las ha involucrado en conflictos con los derechos humanos?

La reforma constitucional de marzo de 2019 dispuso que la Guardia Nacional es una policía civil, que se regirá por una doctrina precisamente policial, fundada en el servicio a la sociedad. De cara a la evidencia aquí reunida, la Guardia Nacional no es una institución civil y tampoco es una policía, comenzando precisamente por el hecho de que no se ha demostrado que su concepción y desarrollo se soporten en doctrina policial alguna.

Nuestras fotografías profundas a través de estas investigaciones abarcan los dos sexenios anteriores y la primera parte del que corre; sin embargo necesitamos, aunque sea por un momento, ir un poco más atrás, para hacer notar que el presidente López Obrador es el quinto desde la creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública y el tercero desde que se intensificó el escalamiento militar. Ha transitado el espectro ideológico más ampliamente representado –formalmente– en las últimas décadas (PRI, PAN, Morena), por una misma ruta que se soporta en dos grandes ejes: reproducir políticas de seguridad que no se basan en resultados sostenibles y dar cada vez más preferencia a la vía militar.

Cabe aclarar que este no es un problema de un partido político u otro, sino un fenómeno que debe ser leído como un déficit sistémico del Estado mexicano, agudizado justo en la medida que las violencias se profundizan y diversifican, en una espiral impulsada, en parte, por el propio enfoque centrado en el uso de la fuerza y la intervención militar. ¿Hacia dónde va un país donde la política de seguridad hegemónica no resiste las pruebas de la eficacia y de la legitimidad?

El Programa de Seguridad Ciudadana, enclavado en la Dirección General de Formación e Incidencias Ignacianas, es un instrumento de la Universidad Iberoamericana CDMX-Tijuana y de la sociedad que asume la encomienda de construir conocimiento en favor de la transformación y la justicia social, en particular ante la emergencia de un contexto donde todas las violencias posibles se ensañan especialmente contra las personas en condiciones de pobreza.

Con la evidencia en la mano, lo decimos fuerte y claro: no llegarán la seguridad ni la paz sin políticas conducidas bajo un liderazgo civil que rinda cuentas multidimensionales, participativas, profesionales, especializadas y focalizadas en primera instancia en las poblaciones más lastimadas por la exclusión.

https://www.casede.org/index.php/biblioteca-casede-2-0/defensa-y-fuerzas-armadas/relaciones-civico-militares/559-militarizacion-en-la-4t-2018-2020/file

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