Año 24 Nº 201 julio de
2020 Pág. 3
La pandemia del
Covid-19 en los hechos no es tan mortal como se difundió en los monopolios de
la comunicación, el coronavirus ha resultado menos letal que lo proyectado para
generar miedo y caos; padecimientos relacionados con la obesidad, la diabetes y
cardiopatías, así como el dengue y enfermedades de la pobreza son mucho más
mortíferas sin que tengan los proyectores mediáticos de por medio.
Los efectos
devastadores tanto de virus o bacterias siempre depende de las condiciones
materiales de existencia del pueblo, de su alimentación y no sólo de su
atención médica, sino de una política de salud integral donde destaque lo
preventivo, como es el caso del sistema socialista.
Es comprensible que un
pueblo desnutrido, excluido del desarrollo de las fuerzas productivas expresado
en el desarrollo socioeconómico sea blanco fácil de enfermedades producto de la
pobreza, es decir, propias del capitalismo. La actual epidemia no ha “sido
domada” y ha cobrado decenas de miles de víctimas por la condición precaria de
nuestro pueblo.
La violencia que emana
del régimen es parte de la vida cotidiana en todo el país, a diario cobra
nuevas víctimas; fenómeno intrínseco del régimen económico y política que priva
en el país, de condición transexenal que va más allá de los deseos personales.
En esa lógica de
violencia producto de la descomposición social y del carácter policíaco militar
del Estado mexicano, éste se rige por leyes de su funcionamiento y no por prédicas
e irrealizables iniciativas personales.
Poco a poco se avanza
para hacer realidad la promesa electoral de lavar la imagen del Ejército Mexicano
en torno a la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa; sostener
la línea de investigación del factor narcotráfico como autor intelectual y
material revictimiza a las víctimas, familiares y organizaciones del pueblo que
luchan contra la violencia que emana del régimen.
En esa lógica de
investigación, por muy buena voluntad que exista, no aporta novedad alguna, el fenómeno
del narcotráfico no se puede entender fuera de la esfera del Estado mexicano,
es un fenómeno desde y para el Estado. En todo caso, la supuesta omnipotencia y
omnipresencia sólo es explicable bajo el manto del poder burgués.
En México
históricamente el Ejército Mexicano conforma la columna vertebral del Estado,
su existencia y operatividad obedece a la del instrumento que esparce la
violencia de Estado contra el pueblo, esa es su naturaleza de clase.
La firma del T-MEC y la
visita de AMLO a Estados Unidos para entrevistarse con Trump pone entredicho la
tan propalada soberanía de la presente administración, el máximo representante
del poder imperialista nunca da un paso en falso, todo se mide por el beneficio
económico y político en función de los intereses geoestratégicos del
imperialismo.
No son tiempos ni de
“descanso”, tampoco de “reflexión” y “autodisciplina” del sujeto político, para
éste, no son tiempos de desmovilización y parsimonia ante el grado de explotación
y opresión del pueblo, así como la violencia de clase que no cesa; tanto para
el sujeto político como el revolucionario son tiempos de combate popular
armonizados creativamente a cada coyuntura de la lucha de clases que se desarrolla
en el país.
¡Con la guerra popular! ¡El EPR triunfará! Año 24 Nº 201 julio de 2020 Pág. 3
FUENTE: CEDEMA
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