Nudo
gordiano
08 de Junio de 2016
“Es tiempo de la reconciliación y de la unidad. Dejemos atrás
el encono”, dijo ayerJavier Duarte.
Y es que de pronto ya le entró el espíritu conciliador necesario para la
transición que por primera vez llevará a Veracruz a ser gobernado por un
gobierno que no es de extracción priista. Pero lo que el todavía gobernador Duarteno
entiende es que nadie quiere reconciliarse con él. No lo quiere ni Miguel Ángel
Yunes ni lo quiere Cuitláhuac
García ni nadie que
haya sido su adversario en esta contienda. Y mucho menos quieren
“reconciliación” todos los veracruzanos que votaron contra él. Justamente ése,
(el de la no reconciliación) es el espíritu de la alternancia política: que
cuando un gobernante no cumple o abusa de sus funciones, el electorado se lo
cobra no votando por su partido y su candidato. Y el deber del nuevo elegido es
investigar y, en su caso, castigar dichos abusos. La función de la alternancia
es la del castigo, la del reclamo, la de la rendición de cuentas. Curiosa (y
acomodaticia) declaración de paz hecha por el todavía gobernador, cuando justo
ayer nos amanecimos con una primera plana en El Universal en la que Miguel Ángel
Yunes, virtual ganador de la elección del domingo pasado,
advertía que Javier Duarte irá a la cárcel. Así: a la cárcel. Y
es que claro: acostumbrado a la política de las complicidades y la impunidad, Duartepiensa
que todo se resuelve con grilla, con declaraciones, con presión... y pactos en
“lo oscurito”.
Desde
luego que la manera en que se resuelva este asunto será carne que alimente las
aspiraciones y posibilidades del PAN y del PRD, quienes abanderaron a Yunes Linares,
hacia la elección estatal en 2018. Pero también a la presidencial. Sabemos que
la gubernatura que se jugó el 5 de junio será de apenas dos años, pues se
empatará con la elección federal, por lo que la presión es altísima: el próximo
gobierno de Veracruz debe cumplir con su promesa de castigar los abusos del
gobierno de Duarte.
Es lo mínimo que puede hacer para asegurar que en la siguiente sucesión el PRI
no recupere este bastión histórico que hoy ya no tiene en sus manos. Y no sólo
eso: si Yunes no investiga y de hallarlo culpable no
procede contra Duarte,
entonces sí cantado estará que Cuitláhuac
García será el
próximo gobernador veracruzano y buscará entambarlos a los dos.
Pero el
miedo no sólo se expresa a través del cambio del discurso: también cuando se calla.
Un poco más al norte de Veracruz, otro Duarte hizo pico de cera tras los resultados
de la elección. César
Duarte, el gobernador de Chihuahua no ha dicho absolutamente
nada del triunfo de Javier
Corral, el panista que le arrebató la gubernatura al PRI. Y es
que también Corral ha asegurado que no solamente irá por
el actual gobernador, sino por toda la “cadena de impunidad” que se armó
durante la gestión de este otro chihuahuense.
Como he
anotado aquí en repetidas ocasiones: es claro que el hartazgo ciudadano por
tanta corrupción ya cobra las facturas y mienta madres en las urnas. Y si los
políticos no lo quieren ver, allá ellos. Porque eso, además de ser un llamado
no sólo contra quienes hacen esas transas; es también un mandato ciudadano para
quienes se comprometen a acabar con ellas y a castigarlas. Bien lo ha hechoClaudia
Pavlovich en
Sonora contra Guillermo
Padrés. Jaime
Rodríguez Calderón El Bronco se
tardó en Nuevo León más del tiempo que había prometido para actuar sobre Rodrigo Medina y ya la gente se estaba cansando de
esperar. Ahora en Veracruz la presión es todavía mayor porque serán sólo 24
meses los queYunes
Linares esté en
el cargo y al menos deberá cumplir con esa exigencia que le dio al PRI una de
sus más grandes derrotas. La alternancia no es para buscar la “reconciliación”.
Punto. Pero quienes la buscan es porque, definitivamente, el miedo no anda en
burro. Ojalá les quede claro, clarísimo, a todos los que ganaron, el mandato
que venía en cada voto emitido en las urnas apenas este domingo.
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