noviembre 3, 2015
Rodolfo
Zapata Carrilla, litigante y empresario restaurantero, en unos meses se
convirtió en activista para exigir seguridad en Coatzacoalcos, Veracruz.
Cazador de ladrones, lo mismo los atrapaba en video para exhibirlos en redes
sociales, que los correteaba para entregarlos a la justicia. Demandaba la
cabeza de Arturo Bermúdez, Secretario de Seguridad Pública de la entidad, y
murió convencido de que sería el único remedio a la violencia e injusticias.
Por Ignacio Carvajal
Coatzacoalcos/Ciudad de México, 3 de noviembre
(SinEmbargo/BlogExpediente).- Víctima de varios robos, Rodolfo Zapata se hizo
escuchar por las autoridades con protestas, campañas en las redes sociales y el
grito ciudadano. Hasta que la mañana del lunes, a unos metros de la
comandancia de la Policía, sujetos armados a bordo de un automóvil lo
asesinaron.
El sonido de dos refrescos que se destapan retumbó en los rincones
del restaurante Mi Tampico. El abogado Rodolfo Zapata Carrillo le da un trago
largo a su peñafiel de fresa y dice de golpe:
En una mesa estrecha, de madera, decorada al estilo de la Huasteca
Tamaulipeca, se sirven los primeros bocoles rellenos de frijoles, queso y salsa
de chicharrón.
“Es lo más rico de mi tierra, yo soy de Tampico, pero me vine a
Veracruz por trabajo en el complejo Morelos, pero ahora me dedico a esto, y a
litigar, es mi pasión; y pues últimamente, a exigir resultados a las
autoridades”, contó Rodolfo Zapata al reportero el 10 de octubre pasado, quizá,
en una de sus últimas entrevistas.
Estatura media, músculos marcados por el trabajo en el gimnasio,
ojos negros y mentón afilado, el abogado disfrutaba de su refresco y de sus
alimentos norteños mientras exponía su enojo.
El siete de octubre pasado había
convocado y participado en una marcha por la inseguridad después del enésimo
robo a su restaurante ubicado en la venida Quevedo del puerto de Coatzacoalcos.
De noche, los ladrones se habían metido por la puerta principal. El abogado
captó sus rostros en su cámara de circuito cerrado. Lo entregó a las
autoridades pero no hubo resultados. Durante la misma semana más negocios y
viviendas resultaron saqueados en su cuadra.
Zapata golpea la mesa. Pensó que con la marcha por la inseguridad
por lo menos le mandarían más patrullas. De nada le sirvió salir a caminar por
las calles de Coatzacoalcos evidenciando los pocos resultados de la SSP y del
Mando Único operado por elementos de la Secretaría de Marina Armada de México
(Semar).
En cambio, un día antes de la charla con el periodista, fue
visitado por un ladrón, Rodolfo Romero Villegas, quien le rompió los cristales
de su camioneta para meterse y robar los objetos de valor. Dos celulares
valuados en 10 mil pesos cada uno, una tableta y su computadora portátil. Su
herramienta de trabajo.
“Esa noche del nueve de octubre, había salido con la familia, yo
tengo mi casa de lado de la calle Madero, pero en esa ocasión, antes de marchar
a casa, pasamos a la casa de una amistad, y mi camioneta la paré por allí
cerca, ya por mi domicilio.
“Escucho la alarma de mi camioneta, salgo, y veo a este sujeto
doblando en la esquina, miro la camioneta con los vidrios rotos y comprendí. Le
grité ‘oye, párate, chavo, ven para acá’, el sujeto me respondió ‘chale, ese no
te conozco, llégale’. Entonces fue que me le fue encima y lo intervine y al
hacerlo, se le caen de la playera la tableta y los teléfonos.
“Al revisar la zona, vi unas cámaras de vigilancia en una casa.
Convencí a la vecina de dejarme ver los videos por lo que me había pasado, y
después de mucha insistencia, me dio chance”, narró Zapata.
En los videos se mira a Romero Villegas “pajarear” la camioneta.
Pasa frente a ella y le rompe el cristal. Se va de largo y regresa a los cinco
minutos cambiado de ropa, y como saeta, se clava al interior. El ladrón incluso
saca una lámpara y comienza a hurgar. Se toma su tiempo. Revisa. Vuelve a
revisar. Toma la computadora y sale disparado fuera del alcance de la lente.
A los diez minutos, otra vez cambiado de ropa, regresa de y se
vuelve a introducir para sacar los dos celulares y la tableta, es cuando comete
un error y acciona la alarma. De inmediato intenta escapar pero es intervenido
por Zapata.
“Cuando yo tenía sometido, en lo que esperaba a la policía, le
reconocí. Era el mismo sujeto que, ocho meses atrás, también detuve en el
interior de mi camioneta, esa vez me fregó el autoestéreo. Lo entregué a la
policía, pero el Ministerio Público lo dejó libre antes de la hora. Cuando
quise denunciar, ya lo habían soltado.
“Me quejé por el proceder el Ministerio Público, pero no supe si
le sancionaron. El chiste es que otra vez el mismo sujeto que me había robado,
lo había hecho de nueva cuenta, y me dijo, cuando también me reconoció:
‘nombre, loco, de haber sabido que era tu camioneta, mejor ni me meto, si ya sé
cómo eres’”, recordó el litigante ayer asesinado.
Rodolfo Zapata no se quedó esperando esta vez. Al día siguiente,
antes de que amaneciera, ya estaba en la Agencia del Ministerio Público con la
denuncia preparada. Supo que el mismo maleante tenía en su haber por lo menos
otros tres ingresos al penal de donde, inexplicablemente, salía libre.
Después de la denuncia, esperó el término constitucional y
documentó su ingreso al penal.
“La prensa y las personas se debe dar cuenta de todo lo que un
ciudadano de a pie debe hacer para llevar a los delincuentes ante las
autoridades, informar todo el proceso que uno debe seguir, perder tiempo y
gastar, para ver cómo los meten”, decía.
Y así, el abogado estuvo en todo momento vigilando a las
autoridades, como parte agraviada, y como fiscalizador ciudadano, del proceso
desde la salida de los separos del MP del presunto maleante, hasta el momento
en que el custodio le abrió la puerta y lo metió, encadenado, al Centro de
Readaptación Social (Cereso). De todo eso el abogado dejó testimonio en video y
lo compartió en redes sociales.
El calvario del litigante sin embargo no terminó allí. Romero
Villegas no le quiso devolver su computadora personal la cual escondió antes de
ser atrapado esa noche, y al día siguiente de su detención, le envió a su mamá
para negociar la libertad.
“Si le das el perdón judicial a mi hijo, y sale libre, te regreso
tu computadora, y además, te doy 10 mil pesos”, propuso la señora.
“No, y usted no tiene derecho, eso es una extorsión, como que me
va condicionar lo que por ley me corresponde. No se lo doy, me regresa mi
computadora, y aparte, ustedes me deben como 50 mil pesos, por este robo y por
el otro en donde me causó daños”, reviró el abogado.
“Pues no se la doy, es usted un abusivo. ¡Cómo que le debemos!, si
me mandó a la cárcel a mi hijo”, insistió la madre.
De las propuestas, Zapata se quedó con archivo en audio, pues sin
darse cuenta, grabó con su celular a la mujer contra quien estimaba proceder.
“La voy a denunciar también, por encubrir un delito” dijo.
Como la madre fracasó, envió al día siguiente al padrastro, de
quien tampoco conoció el nombre. El hombre llegó con la computadora en las
manos y el fajo de billetes en el otro. Ya eran 10 mil pesos más. Querían a
toda costa sacar al hijo del penal.
“Me mostró la computadora, estaba allí con todo y maletín, y el
dinero, pero no lo acepté”. El chico se queda en la cárcel a pagar su delito y
fue la última oferta. El padrastro se marchó molesto de los juzgados lanzando
maldiciones contra el abogado.
Ese mismo día Zapata sostuvo una reunión con Luis Enrique Barrios
Ruiz, jefe del Mando Único en Coatzacoalcos, Capitán, alto mando de la Marina
en retiro. Fumador empedernido de puros finos, sibarita. Durante varias horas
Barrios Ruiz lo paseó por las instalaciones de la Policía Naval de Palma Sola.
Le mostró el equipo, las patrullas, le habló de la estrategia de Arturo
Bermúdez de luchar por la confianza de la ciudadanía de casa en casa. Le dibujó
un panorama distinto al cual él, como ciudadano y afectado de la delincuencia,
tenía de las autoridades; no era para menos la lisonjería del mando naval, en
una rueda de prensa a inicios de octubre, Zapata había exigido también, además
de la renuncia de Bermúdez, la de Barrios, “ese capitán en retiro, en eso está,
que se vaya a disfrutar de su cesantía”; así, con la presencia de Zapata en los
diarios y en la radio por el caso del ladrón que atrapó, le urgía entablar,
ahora sí, contacto con él.
“El capitán, la verdad, es otra persona, me trató muy bien. Le
dije mis inquietudes y le señalé las cosas en donde creo yo están mal. Le dije
que los policías deben andar más a pie, y las patrullas, no estar tanto tiempo
paradas, le comenté el problema con la inseguridad. Cambiamos puntos de vista y
llegamos a entendimientos”, relató vía telefónica al reportero apenas salió de
la junta en la base de Palma Sola, centro de comando de los efectivos de la
Policía Naval. Hasta se formó otra idea de Barrios: “No lo creía tan atento, no
es tan malo ni incompetente como yo pensaba”.
Cosas de la vida, el día que mataron a Zapata Carrillo, el dos de
noviembre, Día de Muertos, el sicario le disparó en varias ocasiones al rostro
sin reparar que, a unos 200 metros, se encontraba la comandancia de Palma Sola
atestada de Policías Navales, y en donde se erige el despacho del capitán
Enrique Barrios, el hombre que tan finas atenciones le prodigó 22 días atrás.
Antes de ser asesinado, Zapata acudió a la Mesa de Seguridad con
la organización Observatorio Ciudadano, celebrada el pasado 21 de octubre, en
el Centro de Convenciones de Coatzacoalcos (CCC), a la cual concurrieron el
titular de la SSP, Arturo Bermúdez, así como el Fiscal general, Luis Ángel
Bravo Contreras.
“Señor, usted no está invitado y no puede entrar, haga el favor de
salir”, dijo una empleada de la SSP apenas vio a Zapata flanquear el salón del
CCC acondicionado para el encuentro. La mujer no dejó de mirar al abogado con
ojos de fusil. “Viene conmigo, es mi invitado, se queda”, defendió el capitán
Barrio.
Y aunque la SSP no organizó el evento, sino el Observatorio
Ciudadano, los empleados menores de la dependencia, blindaron el sitio para el
arribo de Bermúdez; el mismo desaire a Zapata lo aplicaron a Homero Gutiérrez
Melchor, presidente de la Barra de Abogados de Coatzacoalcos, a quien le
exigieron no pasar con teléfono móvil. Tuvo que intervenir Luis Fajardo
Vázquez, encargado del Observatorio Ciudadano, quien les pidió ser menos
estrictos.
Durante ese encuentro, informó Zapata, se quejó del penal de
Coatzacoalcos, de las cámaras de vigilancia, de la falta de patrullas en las
calles y de algunos agentes del MP; también exigió saber el número total de
sentencias logradas por la Fiscalía en relación al número de detenciones y
presentados ante el juez. Luis Ángel Bravo en persona ordenó se le diera ese
dato al abogado y al pleno del Observatorio Ciudadano para comentarlo en el
próximo encuentro, estimaron, en diciembre o en enero de 2016.
Por lo mientras, la organización Ciudadanos en Defensa de los
Derechos Humanos exigió la intervención de la Procuraduría General de la
República ya que “el crimen muestra indicios que autoridades estatales pudieran
estar involucradas, luego que el abogado Rodolfo Zapata responsabilizara de su
vida al Secretario de Seguridad Pública y al Fiscal General del estado”.
Durante el tiempo que lleva operando el Mando Único en los
municipios del sur de Veracruz, los índices de violencia común se han
incrementado. De 2013, a la fecha, por ejemplo, delitos de alto impacto como el
homicidio doloso suman 94. Robos a casa habitación, son 739; secuestros, 65,
según los conteos de Observatorio Ciudadano.
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