Por Secretariado Internacional de la LIT-CI Publicado en: 17 noviembre, 2016
El republicano Donald Trump ha sido electo presidente
de los Estados Unidos. Si bien en el número de votos populares hubo un virtual
empate entre él y Hillary Clinton, Trump obtuvo una clara mayoría de
representantes en el colegio electoral. Aún es temprano para sacar todas las
conclusiones de un hecho político de esa dimensión, pero queremos iniciar un
análisis que deberá profundizarse más adelante.
Por Secretariado Internacional de la LITCI
El triunfo de un personaje burgués populista de derecha (con posiciones
xenófobas, racistas y machistas) y en contra de los aparatos de ambos partidos
tradicionales ha provocado un fuerte impacto en Estados Unidos y en todo el
mundo e intensos debates sobre su significado.
Todos los analistas coinciden en señalar que la votación de Trump se basó
en amplios sectores de votantes blancos de las regiones rurales, de pequeños
propietarios y especialmente, el apoyo de trabajadores blancos empobrecidos
desde hace muchos años, afectados por la desindustrialización, la crisis, los
bajos salarios y la precarización laboral o el desempleo. Una caída social que
no fue revertida por la “recuperación” económica del período de Obama y la
disminución del desempleo.
En ese sector caló el discurso racista, xenófobo y reaccionario de Trump
contra los inmigrantes, sus ataques al sistema de los “políticos” y sus falsas
promesas de que “basta trabajar duro y seriamente” para que vuelva la “grandeza
de Estados Unidos” y se “recupere el sueño americano”. Este discurso
populista de derecha le permitió no solo ganar los estados tradicionalmente
republicanos sino también los “pendulares” y en históricas bases de obreros
industriales blancos como Michigan (Detroit). Este sector de trabajadores
expresó así su frustración y su bronca contra “el sistema”, rompió con el
partido demócrata y giró a la derecha, apoyando electoralmente a Trump. Este
voto de los trabajadores blancos muestra también la ausencia de una alternativa
clara e independiente, una dirección clasista y revolucionaria, que convoque a
la unidad de la clase trabajadora, combatiendo los prejuicios raciales y las
ideologías burguesas, comenzando por las de su propio país imperialista. Es
necesario dimensionar el peso real de este proceso: todos los votantes de Trump
representan apenas el 25% del electorado real (incluyendo las bases agrarias y
medias del interior).
Por eso, no se puede explicar porque Trump es electo si al mismo tiempo no
se considera el desgaste electoral del partido demócrata y la ruptura por
izquierda de una parte de su base electoral que no votó a Hillary ni a Trump.
La base de este desgaste es la profunda decepción con los gobiernos de Obama y
las grandes expectativas que las masas depositaron en él. Obama gobernó “para
los ricos” sin resolver ninguno de los problemas más sentidos por las masas,
mantuvo una política dura represiva y persecutoria con los inmigrantes latinos
“ilegales” y avaló la ola de violencia, represión y asesinatos policiales
contra los jóvenes negros.
A esto se suma que Hillary es una mujer claramente de “derecha” (apoya
incondicionalmente a Israel y los crímenes del sionismo, impulsó a todas las
guerras e invasiones de las dos últimas décadas, apoyó la persecución a los
inmigrantes latinos y la represión a los negros) que, además, no tiene ningún
carisma entre las masas. Por el contrario, genera un fuerte rechazo.
El deterioro económico-social que hemos analizado no sólo ha provocado
movimientos hacia derecha sino que generó también un giro de sectores de masas
hacia la izquierda, expresada en la alta votación de Bernie Sanders en las
primarias demócratas. Más allá del verdadero papel de Sanders, él se presentó
como algo “nuevo”, un “socialista” crítico de las consecuencias del capitalismo
financiero. Así atrajo la simpatía de millones de jóvenes. Algunos analistas
consideran incluso que es posible que Sanders hubiese derrotado a Trump.
Pero la candidatura de Hillary cerró esta puerta y llevó a la ruptura de
muchos de ellos con los demócratas: según una encuesta, sólo la mitad de los
jóvenes que apoyaron a Sanders votaron por Hillary. Otra ruptura importante fue
la de una parte de la población y la juventud negra (expresada en el movimiento
Black Lives Matter) que tampoco la apoyó. En ambos casos, se trata de amplias
rupturas por izquierda, sumamente progresivas.
La mayoría de la izquierda mundial está mirando solo las elecciones y
sacando la conclusión de que la elección de Trump es expresión de un “giro
reaccionario” que vive el mundo. No coincidimos con esta visión. Existe una
polarización creciente que ahora se expresa en Estados Unidos.
Para llevar adelante sus propuestas, Trump debe enfrentar dos barreras. La
primera es la de lucha de clases. Más allá de sus promesas populistas, Trump no
tiene otra alternativa que atacar a las masas y a los trabajadores como un todo
en beneficio del capitalismo imperialista. Puede ser que un sector de los
trabajadores blancos que lo votaron lo acompañe en sus ataques a los latinos y
a los negros pero otro puede decepcionarse rápidamente y ese apoyo actual
transformarse en lo opuesto.
Los demás sectores (los que no lo votaron) ya lo ven como su enemigo. Por
ejemplo, un día después de las elecciones, jóvenes activistas de varias
ciudades del país realizaron numerosos actos con miles de personas contra el
futuro presidente (algo inédito en la historia del país). Son jóvenes que no
votaron por Trump ni por Hillary y no se sienten representados por ninguno. ¿Un
anticipo del futuro?
La segunda barrera son los propios centrales de la burguesía imperialista
que intentaron evitar la elección de Trump porque no lo consideran “confiable”
y no tienen acuerdo con sus propuestas. Algunas de ellas afectan intereses del
corazón de la economía imperialista estadounidense (la burguesía financiera y
su parasitismo). ¿Está dispuesto Trump a encarar este embate? En ese caso, es
inevitable que haya fortísimos choques.
Otras propuestas van contra la política de “reacción democrática”, centro
de la táctica imperialista en el mundo en las últimas décadas para enfrentar
las revoluciones y las luchas, desde la dura derrota en la guerra de Vietnam,
en 1975. Consiste en defender los intereses imperialistas combinando y
suavizando el “garrote” con negociaciones, pactos y elecciones. En 2001, Bush
intentó cambiar esta política con otra “guerra contra el terror” (mucho más
bonapartista y belicista) pero fue duramente derrotado en Irak y Afganistán y
generó una profunda crisis para el imperialismo en el mundo (y también
internamente). El impulso a Obama y su elección significaron un intento de
respuesta a esta situación y la intención de retomarla aún más plenamente
(ahora con la ayuda del Papa Francisco).
¿Trump va a romper con la política de acuerdos con los Castro en Cuba, con
las FARC en Colombia, con Irán en Medio Oriente, o la política de basarse en
elecciones en los países semicoloniales? Recordemos que Bush ya lo intentó de
modo parcial y se rompió los dientes con las masas en el mundo, y afectó al
propio régimen político de Estado Unidos.
En su edición en español, el New York
Times (muy ligado a la burguesía financiera imperialista), analizando la
situación y algunas propuestas de Trump alertaba: “El próximo
presidente electo enfrentará las exigencias de un país fracturado. Si
intenta imponer medidas represivas a algunos grupos minoritarios contra los que
hizo campaña, sobre todo musulmanes e hispanos, provocará una feroz
resistencia…”.
Los imperialismos europeos también
expresan su preocupación: el presidente francés François Hollande (con
algo de humor ácido) declaró: “felicito al nuevo presidente de Estados
Unidos porque es lo habitual, pero no puedo ocultar nuestra incertidumbre”.
Es decir, además de la propia dinámica de la lucha de clases en Estados
Unidos y en el mundo, la elección de Trump muestra una grieta profunda dentro
de la burguesía imperialista estadounidense y también mundial. Grieta a partir
de la cual, como decía Lenin, pueden colarse las movilizaciones y la lucha de
los trabajadores y las masas.
Por eso, con una dinámica que está abierta, creemos que si algo expresan
estas elecciones es el desarrollo de los elementos de crisis que vive el
régimen político estadunidense. Para nosotros, la elección de Trump, lejos de
cerrar esta crisis y fortalecerlo, puede aumentarla.
Como revolucionarios, nos cabe impulsar la lucha contra este nuevo enemigo
en Estados Unidos y el mundo. Como vimos, en Estados Unidos, las movilizaciones
ya comenzaron. Hay que evitar la división xenofóbicas , racistas y machistas
que quieren imponer entre los trabajadores y unificar todas las luchas y
demandas contra el nuevo gobierno: la juventud que ya está movilizándose, el
impulso a la lucha por los 15 dólares de salario por hora, la defensa de la
salud y la educación pública, la lucha por los derechos de los inmigrantes
(especialmente los latinos) y las reivindicaciones de Black Lives Matter contra
la represión y los asesinatos policiales, y por la defensa de los derechos de
los negros.
En este camino de lucha, es necesario avanzar en la construcción de un
partido obrero socialista y revolucionario que exprese los intereses de todos
los sectores de la clase trabajadora e incorpore la lucha contra todas las
opresiones.
En el mundo, con Trump cae la máscara hipócrita y “simpática” de Obama (que
tanta confusión causó en las masas). El imperialismo vuelve a mostrar su
verdadero y feo rostro: xenófobo, racista, machista, explotador y prepotente.
Esto puede ser una palanca para la conciencia y la lucha antiimperialista en
todo el mundo, tal como sucedió en el período de Bush en que se reunían
multitudes para repudiarlo en cada país que visitaba. ¡Vamos a llenar el mundo
de manifestaciones contra Trump y el imperialismo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario