Carolus Delgadillo
No bien ha comenzado el 2017 y
ya podemos hacer un recuento de sucesos y temas que podrán marcar todo el año.
El primer día de enero el Congreso Nacional Indígena (CNI) dio información
sobre el proceso de consultas que realizó en sus bases, según que lo que había
adelantado meses atrás.
Lo que más se esperaba por parte del CNI era su resolución
acerca de la candidata indígena independiente. En principio de cuentas, se
confirmó que se instalará un Concejo (con “c”) de Gobierno Indígena (CGI), que
éste tendrá una vocera y que será ella la que finalmente se convierta en la
candidata que se presentará en las elecciones presidenciales de 2018. Se dijo
que en mayo habría ya más definición al respecto.
El alza en el precio de las gasolinas y el PRI.
El primero de enero también fue el día en que entró en vigor una
fase más de la liberalización en el precio de las gasolinas y el diésel.
Después de décadas de subsidio, el precio ahora se fijará tomando en cuenta la
tarifa internacional más los impuestos. En términos concretos, los combustibles
aumentarán alrededor del 20% y, como lo previsto es que el mercado sea el que
fije la tarifa, esos precios fluctuarán, pudiendo registrarse altas o bajas.
El descontento ha sido amplio, por parte de varios sectores y
estratos. El tema del aumento en el precio de la gasolina ha calado hondo y ha
logrado unir multitudes de ciudadanos y organizaciones. No falta el oportunismo
de partidos políticos. Y hay que destacar que entre los indignados y
movilizados hay un rango de intereses distintos que se han identificado con la
causa, pero que deben ser resaltados en su diferencia.
Desde el empresario hasta el campesino pobre, pasando por el
automovilista, el que se traslada en transporte público, el militante de
izquierda o el ciudadano que teme aumentos en los alimentos, todos, desde su
posición, pueden ver en los aumentos una amenaza a su economía. Ahora, ya en
medio de las movilizaciones, se está intentando condensar una agenda de
exigencias, ya más definidas. En esa etapa estamos. Por lo pronto, lo cierto es
que es el presidente Peña Nieto y su partido, el PRI, los que han salido más
golpeados.
En temas electorales, quizá el “gasolinazo” pueda incidir en los
comicios del Estado de México, la entidad federativa con el mayor padrón
electoral y la que recibe mayores participaciones federales. Es un bastión del
PRI, nunca ha perdido ahí una elección a gobernador. Con los descalabros del
año pasado y con los muy bajos, bajísimos, niveles de popularidad del
presidente, podría darse ahí un golpe más al régimen del tricolor. Pero
volvemos a lo mismo, ¿qué viene después como alternativa? En los estados que el
PRI perdió en 2016, el PAN fue el principal beneficiado. No basta con derrotar
a sólo una de las cabezas de la hidra.
Donald Trump y el modelo de la derecha.
Pasando al panorama internacional, en sólo unos días, el 20 de
enero, Donald Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos. En estas semanas
previas, el magnate ha dado señales no muy halagüeñas de lo que serán sus
políticas hacia México. Destacaron sus amenazas a empresas automotrices, como
Ford, General Motors y también la japonesa Toyota, para que no trasladen sus
inversiones desde Estados Unidos hacia México. Y, más recientemente, el
presidente electo ha reiterado no sólo su intención de levantar un muro en la
frontera sino de hacer que México lo pague. Por su fuera poco, ha dicho que el
pago del muro será incluido en una eventual renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN).
El actuar de Trump está poniendo en entredicho los fundamentos
del modelo económico implementado en México desde la década de los 80. La
“liberalización” y la “apertura” que aplicaron los llamados “neoliberales”
mexicanos se fincó siempre en un proyecto de integración con Estados Unidos. El
TLCAN es el principal instrumento de esa integración. Nadie en la derecha
mexicana se esperó que sería en Estados Unidos donde surgiría el mayor peligro
a su propuesta ya en aplicación y consolidación.
Parece que el modelo “neoliberal” mexicano ha entrado en una
crisis terminal. Desde el norte se cancelan sus condiciones de posibilidad, de
viabilidad. Y desde abajo la sociedad muestra ya hastío de esa “clase política”
que ha germinado en estas condiciones. Resta que sea desde abajo y a la
izquierda de donde surja la propuesta alternativa, concreta, definida,
profunda, lúcida y convincente, que vaya más allá no sólo del gobierno en
turno, de los partidos y políticos en su conjunto, sino del capitalismo, del
racismo, del sexismo, del imperialismo, la discriminación, la explotación del
hombre por el hombre y de las naturalezas interna y externa.
La esperanza zapatista.
Construir ese nuevo proyecto para México, fincado ya no en una
súper potencia, sino en las raíces mismas de lo nuestro, en los pueblos
indígenas y los excluidos de siempre, ése debe ser el objetivo de la izquierda
y de las fuerzas revolucionarias de este país. El Concejo de Gobierno Indígena
y su candidata pueden ser la primera flama de ese amanecer anhelado por las
capas populares desde hace muchos años, la redención de los humillados y
discriminados, pero que viven aún, en la memoria y en las tradiciones de lucha.
A la derecha, a su proyecto, a las élites y a la oligarquía que
han crecido en esta configuración capitalista se les ha escapado la manera de
gestionar, de gobernar, de controlar el país. Han perdido la fórmula, han
caducado. Su mundo está en ruinas, son las ruinas que habitamos.
Pero como en los viejos mitos que narran los ciclos de la vida y
de la muerte, la lección es que, ante lo que parece el final, el término,
siempre puede brillar, por más débil que sea, la posibilidad de un
renacimiento, de un nuevo comienzo. La destrucción total está ahí siempre como
lo más posible, pero se preserva en el fondo más oscuro, la tenue posibilidad
de esperanza.
Y debe quedar claro que sólo recogiendo generosamente la
experiencia combativa de todos los espacios y los tiempos, sin olvidar a nadie,
podremos tener en las manos el ramillete de fuego para iluminar el camino hacia
lo nuevo, que será un renacer de las herencias, un retorno de las voces
derrotadas y olvidadas.
Feliz Año Nuevo.
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