* Cuatro años solapado por Peña
Nieto * Corrupción, saqueo, quiebra pero era intocable * Perderá el
PRI en 2017 y 2018 * Caballero ahora sí deja sólo al gober * La PGR
tras Caleb * Olmeca TV: la botarga contra Yunes * Gaby Téllez: De
repartir pasteles a funcionaria * Secuestro en Córdoba.
De la mano del PRI, solapado e impune, Javier Duarte saqueó y quebró a
Veracruz, consintió a los cárteles y su festín de violencia y sangre, hasta
provocar la repulsa social, la ira de todos y la derrota en las urnas.
Con el PRI de su lado, disparó la deuda
pública, forjó una red de empresas fantasma, otra red de prestanombres, amigos
y familiares sirviéndole de máscara, que invirtieron miles de millones de pesos
en mansiones dentro y fuera de México, en Estados Unidos y España.
Aplaudido por el PRI, Javier Duarte,
hizo añicos al Gobierno de Veracruz, esfumando el subsidio a la Universidad
Veracruzana, al Instituto de Pensiones del Estado, al Órgano Público Local
Electoral, al Poder Judicial, reteniendo las partidas federales a los
municipios. Si se trataba de sumir en subdesarrollo a la entidad, lo logró.
Con el silencio del PRI, de sus
senadores —Héctor y “Pepe” Yunes— y sus diputados federales y locales priistas,
y verdes, y panalistas, y del AVE, el aparato policíaco reprimió, hostigó,
espió y asedió a críticos y opositores.
Callados, el PRI y los priistas
sintieron el escándalo cuando la policía duartista —bermudista— asumió su rol
criminal, “levantando” inocentes, al cantante Gibrán que apareciera muerto en
un montaje, simulando que habría sido víctima de una balacera entre sicarios; o
los cinco jóvenes que al pasar por Tierra Blanca fueron llevados hacia un
destino incierto, a manos de la policía estatal, para luego, supuestamente, ser
entregados al crimen organizado, los patrones de los uniformados del
“duartismo”.
Cómplice el PRI, sólo ha testimoniado la
furia de Javier Duarte contra la prensa, el agravio al gremio, la mofa de
llamarlos “manzanas podridas” que al ser sacudido el árbol caerán. Y cayeron.
Murieron violentamente 19, unos destazados, otros asfixiados, otros torturados,
otros con el tiro de gracia.
Hoy, el PRI lo enfila hacia la
expulsión. Hoy simula estar contra la corrupción. Y no lo está.
Cuatro años fue peñanietista, el único
amigo veracruzano del presidente Enrique Peña Nieto, según los embustes de
Javier Duarte, un alarde que lo llevó a pregonar que sería él y no el PRI quien
condujera la sucesión en Veracruz.
Fue “fidelista”, “peñanietista”,
encubridor de su mentor Fidel Herrera, al que le “limpió” las cuentas y borró
las huellas del peculado, y protegido del presidente Enrique Peña Nieto, que le
celebraba broma tras broma, la ocurrencia, el chiste y el chisme.
Terrible, el gobierno de Javier Duarte
se sostuvo en la complicidad silenciosa del PRI. Se fincó sobre los cimientos
del brazo electoral del sistema, la maquinaria que lleva al poder a sus peores
lacras.
Su expulsión se teje bajo el ardid de
que las denuncias en su contra, los escándalos de corrupción, el desenfreno en
el manejo del poder, erosionaron la imagen del PRI. Y en seis años la
nomenklatura priista no lo percibió. Ajá.
Cuatro años Peña Nieto lo tuvo a tiro de
piedra. Y lejos de frenar el saqueo, lo dejó hacer. Lo dejó robar mientras
tenía rentabilidad electoral. Si sabía robarse las arcas, sabría robarse las
urnas. Y así fue.
Con recursos públicos, en elecciones
intermedias, en elecciones federales, en elecciones municipales, Javier Duarte
desplegaba sus mañas para fortalecer la maquinaria del fraude que le permitió
al PRI mantenerse en el poder.
Saqueado Veracruz, en manos del hampa,
irritada la sociedad, Javier Duarte se desplomó. Su pésimo nivel de aceptación,
el repudio social, el baño de sangre, la quiebra total, provocaron la derrota
del PRI, la humillación de Héctor Yunes Landa —“Javier Duarte es mi jefe
político”— y la pérdida de la gubernatura por primera vez en 80 años.
Dice el PRI que Javier Duarte dañó la
imagen del PRI y por eso se va. Así lo determinó la Comisión de Justicia
Partidaria, el lunes 26, al suspenderle sus derechos partidistas, junto con
otros seis allegados y empleados, algunos sin militancia priista, uno más
panista. Ver para creer.
De la corrupción, soberbia, incapacidad
para gobernar, la riqueza mal habida, los bienes en el extranjero, los
prestanombres, sabían todos, Peña Nieto, Beltrones, Gamboa, Osorio Chong, la
mafia en pleno. Y lo dejaron actuar.
Pudieron forzar su salida del Gobierno
de Veracruz y así evitar que impactara en el resultado electoral en la
contienda del 5 de junio. Pudieron darle la salida airosa con un cargo en el
gobierno federal. Ahí lo mantuvieron. ¿Por qué?.
Javier Duarte era inamovible porque
concentraba y retenía los dineros para la campaña del PRI, los mil millones de
pesos que a la postre entregó a Héctor Yunes (leer Estrictamente Personal de
Raymundo Riva Palacio, “El Financiero”, 23 septiembre 2016). Y aún retiene una
buena parte de los 50 mil millones no solventados, aquellos de los que habla la
Auditoría Superior de la Federación.
Su carta fue el dinero, pese a que el
desprestigio era ya repudio social. Eran miles de millones de los que el
priismo-cúpula iba a participar. Se resistía, lo apretaban. Cedía, lo
solapaban.
Su carta sigue siendo el dinero. Y no lo
suelta. De ahí que el PRI lo lleve hasta los límites de la expulsión y que la
PGR actúe cuando en meses, desde que Miguel Ángel Yunes Linares, interpuso la
primera denuncia por enriquecimiento ilícito, el 3 de abril, lo cubrió con su
manto protector.
Si Javier Duarte hubiera salpicado,
seguiría impune. Pero se comió todo y la cúpula priista lo embistió con el
ardid de que fue el desprestigio lo que provocó la derrota del PRI y se tiene
que ir.
El argumento es falaz. Javier Duarte
daña la imagen del PRI pero más lo hace Peña Nieto. En el presidente es la Casa
Blanca. Son los contratistas que pagan su diezmo con mansiones. Es la
humillación ante el candidato presidencial norteamericano, Donald Trump, la
genialidad del exsecretario de Hacienda, Videgaray.
Ayotzinapa es el caos total, desvirtuada
la verdad, el destino de los 43 normalistas, a la vista la intención del
gobierno peñanietista de encubrir al narco que los “levantó” o a los militares
que los pudieron haber desaparecido.
Enrique Ochoa Reza, líder nacional
priista, no acusa a Peña Nieto ni a Videgaray de dañar con sus pifias la imagen
del PRI.
Su batida contra la corrupción es un
batidillo. Exalta tolerancia cero contra los corruptos cuando se filtra el
documento con el que Comisión Federal de Electricidad lo premió. Renunció a la
dirección de CFE y no le recibió finiquito sino una liquidación de casi 2
millones de pesos. Y no ha solicitado su expulsión del PRI.
Javier Duarte es rapaz pero Peña Nieto
es peor.
En el PRI hubo y hay asesinos. Fueron
priistas quienes mataron a Colosio, quienes le segaron la vida a Ruiz Massieu.
Echeverría masacró estudiantes en Tlatelolco, en 1968, y luego el halconazo de
1971, y después la “guerra sucia” que exterminó a la guerrilla urbana y a los
grupos armados en la sierra.
¿Y quién los expulsó?
Tuvo el PRI un narcogobernador: Mario
Villanueva Madrid, en Quintana Roo, 15 años preso. Cumplió una condena de seis
años en México y cuando salió, inició el proceso con el que fue extraditado a
Estados Unidos para cumplir una sentencia de 11 años. Oficialmente narco. Y el
PRI no lo expulsó.
José Murat Casab desgobernó Oaxaca. Sus
compañías acaparando obra en el Veracruz de Fidel Herrera Beltrán. Ulises Ruiz,
sucesor de Murat, fue el peor y gestó la derrota electoral del PRI. ¿Alguien
propuso su expulsión?.
El problema no es Javier Duarte. El
problema es el PRI y Javier Duarte, al que solapó el sistema, Peña Nieto,
Beltrones, Gamboa, el aparato de poder.
Sin corrupción el PRI no existiera. Es
su esencia. Suya, la corrupción le sirve para formar cuadros que saqueen el
erario, que conformen empresas fantasma, que falseen estimaciones de obra, que
laven dinero. Son generadores de recursos para hacer política, miles de
millones de origen oscuro, robados al tesoro del Gobierno y las alcaldías.
Que Javier Duarte dañó la imagen del
PRI, cierto. Pero como él los Beltrones, los Gamboa, los Peña Nieto, los
Salinas, los Fidel, los Moreira, los Murat, los Marín. ¿Y alguien ha sugerido
su expulsión?.
Combatir la corrupción y a los corruptos
emanados del PRI, supondría la expulsión del presidente de México y la banda
que encubre al narcotráfico, que saquea al país, que provoca la debacle
económica.
Se iría Salinas de Gortari por el saqueo
descomunal a las instituciones, vía mister ten percent, su hermano Raúl, el
cobrador de piso, el que rasuraba al contratista, el que abriera las puertas a
los cárteles colombianos.
Se irían gobernadores, senadores,
diputados, todos los que han provocado la debacle nacional. Pero ahí siguen.
Nadie pide su expulsión.
Avizoran los priistas la derrota en
2018. Se ven, de nuevo, fuera de Los Pinos, echados de la Presidencia,
confinados a ser oposición, quizá en manos del PAN, quizá viendo a Andrés
Manuel López Obrador construyendo el juicio para aplicarles la ley.
De ahí la farsa de la expulsión
“duartista”, el engaño de la lucha contra la corrupción.
En cuatro años de Peña Nieto, nunca hubo
una acción para frenar la rapacidad de Javier Duarte. La derrota electoral del
5 de junio, los llevó a simular que el corrupto merece castigo ejemplar y que
el PRI desdeña el saqueo. De risa.
Vil farsa, refiere Arturo Reyes Isidoro
en su Prosa Aprisa que la expulsión de Javier Duarte es nada si no se le aplica
la ley, si no se evita que deje el poder para disfrutar de la riqueza mal
habida:
“Aparte del escándalo, ¿en qué beneficia
a Veracruz y a los veracruzanos la sanción partidista? En nada. El clamor
general es que la Procuraduría General de la República (PGR) —de la Fiscalía
General del Estado (FGE) no se espera nada porque su titular es un títere del
propio gobernador, impuesto en el cargo para encubrirlo— investigue a fondo las
denuncias y actúe en contra de los responsables del saqueo que han sufrido las
finanzas del estado, que los castigue ejemplarmente para impedir que se
propague más el cáncer de la corrupción en la entidad, pero también que los
obligue a resarcir el daño patrimonial que han causado a las arcas de Veracruz.
“Porque si les suspenden sus derechos
como priistas pero se van impunemente a disfrutar de la riqueza mal habida a
costa de los impuestos que pagamos todos los veracruzanos no sería más que una
burla más del gobierno de Enrique Peña Nieto al pueblo de Veracruz”.
Desata un carnaval de cinismo el caso
Duarte. Festinan los cómplices, políticos y no políticos, periodistas que
militaron en las filas de los textoservidores y que hoy denuestan al mecenas al
que no dejaban de venerar.
Los retrata Sandra Segura, reportera y
columnista de “Notiver”:
“Solo diré un cosa POLÍTICOS PODRIDOS
aquellos que hoy critican a Javier Duarte de Ochoa y durante cinco años y medio
callaron beneficiados por su administración.
“No sé qué es más asqueroso el saldo del
sexenio o las ratas traidores que hoy hacen leña del árbol, caído cuando eran
sus ‘aliados’ y antes vitoreaban la ‘Prosperidad’.
“P.D. También los medios que de repente
se dieron cuenta que existía el pueblo y ahora resulta que ‘hacen periodismo’
”.
Es un “Tongo Priista”, señala el
periodista Edgar Hernández, en Línea Caliente:
“Si se trataba de tapar el ojo al macho
no salió muy bien el teatrito montado en el PRI nacional para restarle sus
‘derechos’ al priista Javier Duarte y compañía… que ni priistas son”.
Y agrega:
“Regresamos a ese pasado de que cuando
había un pez gordo bajo sospecha se tomaba preso a un cartero, se le aplicaba
todo el peso de la ley y a la cárcel de por vida como ejemplo de cortar de tajo
la impunidad.
“Eran reglas escritas que el PRI fue
acuñando a lo largo de sus 85 años de vida política en donde la nomenklatura
imponía cuidar hasta la ignominia, más que al militante, a sus dirigentes y
políticos encaramados en el poder”.
Es corresponsable el PRI del desastre
duartista, el robo y el engaño, el peculado y la red de prestanombres, las
empresas fantasma, el adeudo y burla a pensionados, el estrangulamiento de la
UV, la violencia sin control, el secuestro, el levantón, el crimen de 19
periodistas. Nunca el PRI alzó la voz contra el gobernador priista, menos los
denunció.
No halla el PRI la salida. Javier Duarte
es un lastre. Su desprestigio arrastra al PRI. Si permanece en el poder,
desgasta al PRI. Si lo expulsan, desgasta al PRI. Si lo encarcelan, desgasta al
PRI.
Se verá en las elección de 2017, en
juego las alcaldías. Los veracruzanos volverán a castigar al PRI. Castigarán su
complicidad en la quiebra de Veracruz, la violencia descomunal, cada muerto,
cada fosa clandestina, cada secuestrado, cada desaparecido, cada familia
destruida.
Y tras la derrota del 2017 vendrá la
presidencial en 2018.
Archivo muerto
A la distancia, ahora sí, ve Joaquín
Caballero el naufragio “duartista”. Ya no defiende al gobernador Javier Duarte.
Ya no le aplaude ni lo exalta. Dice el alcalde de Coatzacoalcos que respeta al
PRI, a la Comisión de Justicia Partidaria, su encomienda de suspender los
derechos de Javier Duarte y con toda seguridad, su expulsión. Meses atrás se
negó a ser el primer alcalde veracruzano en recibir al gobernador electo,
Miguel Ángel Yunes Linares, aduciendo que es “empleado del gobernador”… Caleb
Navarro ya no duerme. Lo sigue la PGR. Lo persigue para que justifique en qué
invirtió cientos de millones de pesos de origen federal. Dice Caleb —“es cabrón
Caleb”, señala uno de sus incondicionales— que el dinero se usó pero las obras
no existen. Mañosa y sucia la mano del subsecretario e Infraestructura del
gobierno de Veracruz que ahora tendrá que explicar por qué otorgó contratos de
obra y nunca entregó el anticipo. Le sigue la pista la PGR y está a un paso de
que su vida se vuelva un torbellino judicial… Seis años hace que “Olmeca TV”
hostigaba a Miguel Ángel Yunes Linares. Lo asediaba con palabras y le negaba
espacios. Fidelista la televisora de Coatzacoalcos, sus dueños, Marco Cesar
Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— y Marcelo Montiel Montiel, llegaron a
tener un convenio de publicidad suscrito con el entonces candidato del
PAN-PANAL al Gobierno de Veracruz y se echaron para atrás. “A ningún precio”,
gritaba airado el representante theurelista en “Olmeca TV”, Marco Anaya Huerta,
echando por tierra el acuerdo. Era hiriente la línea antiyunista: el burlesque
de “Los 400 Pueblos”, la pederastia, la complicidad con “El Chapo” Guzmán, la
imagen de represor, el saqueo al ISSSTE, el disco rayado de Fidel Herrera para
lacerar moralmente a Yunes azul. “Olmeca TV” era un ariete. Y “Olmeca TV”
fraguó una bajeza. Grabó varias cápsulas, cuyos personajes eran tres botargas,
una de ellas un perro, alusión inequívoca de Miguel Ángel Yunes Linares, con
esa miseria moral que distingue al hoy cónsul de México en Barcelona, Fidel
Herrera. La temática era una discusión y un pleito. En todos los sketch
terminaba apaleada la botarga del perro. No se transmitieron porque uno de los
ejecutivos de la televisora se opuso, advirtiendo que tarde o temprano pagarían
por el agravio. Eso fue en 2010. Hoy “Olmeca TV” se apresta a ser la televisora
del “yunismo azul” en el sur de Veracruz. Pronto correrán por la red las
cápsulas del escarnio…Repartir pasteles, y flores, y presentes, tiene su
beneficio. Así hacía política Gaby Téllez, pupila de Víctor Rodríguez Gallegos,
líder del Movimiento Territorial del PRI en Veracruz, y ya es delegada del
Servicio Nacional de Empleo en Coatzacoalcos. Releva en el cargo a Olmedo
Hernández, de filiación chagrista, sin otro mérito que haber inundado de
aviadores la dependencia, el Chivis Olivera y su consorte entre ellos. Opera
para Víctor Gallegos la joven Gaby Téllez, convertida en la número uno de ese
clan marcelista, la que mejor interpreta al ex subdelegado administrativo de la
Sedesol federal en Veracruz y exsecretario de Gobierno en el ayuntamiento de
Coatzacoalcos. Efímero será su paso por la delegación del Servicio Nacional de
Empleo, cuatro meses si acaso. Luego vendrán los yunistas a esos cargos… ¿Quién
es ese personaje cuyo suegro fue levantado en Córdoba, Veracruz, salvado con
medio melón, que le permitió librar la muerte y volver con los suyos?…