El Proyecto Pie de Página presenta una retrato del auge petrolero que tuvo Poza Rica, en Veracruz, y de cómo se esfumó ese esplendor.
José Ignacio De Alba/Pie de Página
FONDEA el periodismo independiente
Fotos: Edgar
Escamilla
POZA
RICA, VERACRUZ.- ¿Si ya no se dedican al petróleo, a qué se van a dedicar?
– A sobrevivir– dice Lorenzo, parco, mientras maneja un Tsuru prestado.
El año
pasado fue despedido por una empresa que daba mantenimiento a instalaciones
petroleras y ahora maneja el taxi mientras suda copioso.
El ventilador instalado en el tablero arroja aire
caliente; el hombre conduce en un tráfico provocado por otros taxistas que
hacen paradas y tocan el claxon, en una estridencia de motores y pitidos. La
aglomeración de coches le da a la ciudad una falsa sensación de dinamismo.
Como Lorenzo, muchos
empleados petroleros han dejado la bonanza para convertirse en choferes de taxi
después de sus despidos (hace cuatro años había 2, 500 taxis registrados en el
municipio; hoy son 4 mil).
En esta región
petrolera ha habido 600 despidos anticipados en los últimos dos años, según confirmó, en
julio pasado, el secretario de la Sección 30 del sindicato petrolero, Sergio
Lorenzo Quiroz. (También advirtió que los despidos seguirán: “hemos tenido
muchas jubilaciones, esa es una excelente estrategia que ha manejado el comité
ejecutivo nacional”).
Ante la depresión
económica, las casas de empeño encontraron un fértil negocio. Los estantes
están llenos de objetos hipotecados que no pudieron ser recuperados por sus
dueños. En Caja Libertad puede verse a la venta un anillo de oro grabado con
una torre petrolera. Es el escudo de Poza Rica –la meca de la industria que
sostuvo al país durante casi 80 años- a un módico precio.
Lenin Serrano Ventura
empezó a trabajar para Pemex cuando tenía 15 años, como aprendiz. Dejó la
secundaria para ponerse a lavar las camionetas de sus jefes, a hacer zanjas con
pico y pala, a ir por los cigarros de cualquier mandamás. Después heredó la
plaza de su padre y cambió los chilaquiles envueltos en hojas de plátano que le
preparaba su madre por las cantinas. Asegura que aprendió “a la antigua”.
Ser petrolero en Poza
Rica era algo más que cuestión de salario. Lenin lo entendió una noche que iba
al cine con su padre y vieron en su camino una bimba apagada (las bimbas son
unas bombas de varilla usadas para la extracción). Su padre paró la camioneta y
se puso a reparar la bimba descompuesta. No importaba que estuviera fuera de
horario laboral, no importaba que no estuviera en su “área de responsabilidad”.
Esa noche, cuenta el petrolero, no llegaron al cine porque echaron a andar el
pozo. “Le teníamos amor a Pemex, le teníamos amor a la camiseta… no como
ahora”, dice.
Luego todo cambió. La
crisis económica lo puso en la lista negra del desempleo y, si lo
despiden -cuando faltan cinco años para su jubilación- Pemex se ahorrará
pagarle la pensión completa. Después de 25 años en la empresa, comenzó a
estudiar Derecho.
– ¿Por qué abogado?
– Para demandar a
Pemex.
Poza Rica es
petrolera por antonomasia. Los totonacas habitaron estas tierras cuando eran
una selva inexpugnable donde el petróleo salía a la superficie formando charcos
de chapopote. Lo usaban para prender antorchas y como dentífrico. A principios
del siglo XX, Oil Fields Mexico Company explotó formalmente los primeros
yacimientos en Coatzintla; en esos años se tendió la vía angosta del
ferrocarril Cobos Furberbo para enlazar el campamento de Palma Sola con Tuxpan
y finalmente, en 1930, la compañía inglesa El Águila (subsidiaria de Royal
Dutch Shell), que había comprado Oil Fields, descubrió el pozo (que llamó Poza
Rica 2) y mudó el campamento de Palma Sola para este lugar.
Puesto el pozo, se
fundó la ciudad. “El lugar se brincó fases, pasó de campamento a ciudad”, dice
Mario Román, un economista que se ha dedicado años a reconstruir la historia de
la región.
Llegaron las primeras
compañías, las primeras casas californianas, la fábrica de hielo, el rugby, y
gente de todo el país. También llegaron muchos bandidos en busca de un refugio
inhóspito y aventureros en busca de fortuna. Las víboras, el paludismo y las
formas de extracción rudimentarias convirtieron el trabajo de los petroleros en
un verdadero peligro. Las cantinas y la zona roja de Poza Rica crecieron con
esplendor.
La ciudad quedó
dividida: de un lado del “puente Laredo” quedaron las casas de los forasteros;
del otro, los obreros mexicanos. Las diferencias eran abismales. Del lado
mexicano, las escuelas estaban entre zacatales, el acceso al agua potable era
escaso y las familias vivían hacinadas en cuchitriles. Del otro lado, las
construcciones eran modernas, tenían electricidad y jardines en vez de selva.
La seguridad social no existía. Cuando un petrolero quedaba incapacitado por el
trabajo o por enfermedades tropicales -cuenta Román- sobrevivía gracias a la
solidaridad de otros trabajadores.
Por eso, cuando la
noche del 18 de marzo de 1938 en la radio nacional, el presidente Lázaro
Cárdenas habló sobre el conflicto entre las empresas petroleras y los
trabajadores, el único radio que había en Poza Rica fue llevado al centro de la
ciudad para que la gente escuchara el mensaje:
“Se ha dicho hasta el
cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales
para su fomento y desarrollo. Esta afirmación es exagerada. Las compañías
petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes
privilegios para su desarrollo y expansión”, dijo Cárdenas al anunciar,
“por causa de utilidad pública”, la expropiación petrolera.
La gente festejó esa
noche con sombrerazos y disparos al aire. “La expropiación petrolera marcó la
cúspide del radicalismo cardenista e incluso del nacionalismo derivado de la
Revolución de 1910”, dice en la Nueva Historia General de México el historiador
mexicano Luis Aboites.
A Poza Rica le cambió
la cara. En los años siguientes, los salarios y las condiciones laborales de
los petroleros aumentaron al punto que los trabajadores de Petróleos
Mexicanos fueron bautizados como la “aristocracia obrera”.
En la ciudad bronca
empezó el arraigo de las familias. Se “amansó”, dice Mario Román, quien ilustra
la vida anterior a la expropiación con una anécdota: al primer cine de la
ciudad los petroleros entraban a las salas con el revolver fajado en el
pantalón. Cuando uno de ellos, que por primera vez en su vida asistía a una
función, vio que Pedro Infante iba a ser asesinado por la espalda, brincó de la
butaca y exclamó: “¡Por la espalda no cabrón!”. Luego sacó su pistola y atinó
sus disparos en la pantalla… Los agujeros de los balazos aún se conservan en el
segundo piso de la farmacia Paris de la colonia Petromex.
Poza Rica está en el
Paleocanal de Chicontepec, que “representa aproximadamente un 40 por ciento de
las reservas petroleras de México”, dice Pemex en su página de internet. Entre
1948 y 1956, la región produjo 70 por ciento de todo el crudo extraído en el
país.
Desde la
nacionalización de la industria petrolera la región tuvo un repunte en sus
actividades comerciales, se abrieron una refinería y el Complejo Petroquímico
Escolín. Era la vanguardia, la matriz de los grandes cuadros técnicos de la
industria energética nacional. Tanto daba la ciudad que hasta el equipo de
beisbol (los petroleros de Poza Rica, propiedad del sindicato) se coronó
campeón de la liga mexicana en 1959.
“Mucho del desarrollo
que tuvieron otras regiones se debe a la riqueza generada por Poza Rica. Para
construir algún puerto moderno, como Lázaro Cárdenas; para poner una
hidroeléctrica en Chiapas; para hacer una carretera que uniera a Hermosillo u
hospitales en Puebla… Poza Rica aportó mucho dinero a la federación”, insiste
Román, maestro universitario, y ex petrolero.
Pero el sueño se
acabó con la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, en 1988. La
privatización de empresas estatales y la firma del Tratado de Libre comercio
con Estados Unidos y Canadá, abrieron el mercado mexicano al exterior. Desde
entonces, algunas empresas extranjeras ya le echaban el ojo al petróleo
mexicano, aunque la espera duró varios años más.
En Poza Rica
empezaban los primeros despidos de trabajadores del Complejo Petroquímico
Escolín. El chauvinismo petrolero se convertiría en nostalgia veinte años
después.
El tesoro que no
llegó
El proyecto que
llevaría a Poza Rica a una nueva edad dorada duró apenas 5 años.
La historia de la
caída empezó en 2008, cuando Pemex anunció que la compañía iba a aumentar la perforación
de pozos en el norte de Veracruz: 20 mil en los siguientes 20 años.
El boyante precio del
petróleo rondaba los 150 dólares por barril. Así que se proyectó la extracción
de hasta 850 mil barriles diarios, es decir, 33 veces más de lo que ya se extraía.
Los pozarricenses se
entusiasmaron: pidieron préstamos, invirtieron y esperaron la llegada de una
muchedumbre que iba a sacar el dichoso tesoro. El proyecto dejó de llamarse
Paleocanal de Chicontepec para convertirse en ATP (Aceite Terciario del Golfo).
Varias empresas –la
mayoría con capital extranjero- llegaron a instalarse. Las texanas Backer
Hughes y Weatherford, la franco-germana Dowell Schlumberger, la mexicana ICA y
hasta Alsa, de Emiratos Àrabes. Necesitaron de calles pavimentadas y amplias, de
casas para los empleados, restaurantes, iglesias, prostíbulos. El derroche
llegaría junto con el crudo. Qué no iba a tener Poza Rica.
María del Pilar
Rosales Moreno, presidenta de la Asociación de Hoteles y Moteles en Poza Rica,
cuenta que antes de la llegada del proyecto ATG había 16 hoteles en Poza Rica,
y que luego del anuncio de la explotación a gran escala los hoteleros se
animaron a construir el doble.
La aprobación de la
reforma energética, en 2013, fue la consumación de un proyecto incubado durante
cuatro sexenios. El gobierno de Enrique Peña Nieto logró lo que no habían
logrado sus predecesores. La controvertida reforma anuló la tutela del estado
sobre Pemex y con ello se concretó la “desmexicanización” del petróleo (que
aquí en Poza Rica ya había empezado). La empresa que aportaba casi el 40 por
ciento al ingreso del sector público; se dedicaría a dividir ganancias en la
extracción.
Pero la joya del
sexenio también perdió con la caída del precio del petróleo. La crisis
económica mundial, que paradójicamente, había comenzado en 2008 (cuando Pemex
anunció el aumento de las perforaciones en el norte de Veracruz), tuvo efectos
devastadores en esta región. En ocho años el precio del barril de petróleo cayó
de 150 a 40 dólares. Sólo en 2015, Pemex perdió 40 mil millones de dólares.
“Ningún huracán ha
afectado tanto a la economía como esto”, dice Heberto Baños, ex presidente
regional de la Cámara Nacional del Comercio (Canaco).
“El aceite terciario
del Golfo no estaba dando lo que Pemex proyectó, estaba dando un 40 por
ciento abajo de las expectativas”, explica, por su parte, el diputado federal
Leonardo Amador.
La especulación, el
endeudamiento, y los pocos márgenes de ganancia hicieron el resto. El municipio
se aletargó.
La línea aérea
Interjet hizo un vuelo de prueba de Houston a Poza Rica para establecer la
ruta, pero iniciada la crisis nunca volvió. Aeromexico eliminó su vuelo a la
Ciudad de México. La carretera México-Tuxpan -que tardó más de veinte años en
ser terminada y finalmente se inauguró en 2014- puso a Poza Rica a 4 horas de
la capital del país. Pero ya de poco servía: sacar petróleo de la zona norte de
Veracruz es costoso, se requiere hasta cuatro veces más inversión que en
Campeche o Tabasco. Así que cuando por fin llegaron las primeras subastas para
que empresas extrajeran crudo, la región había perdido el atractivo.
El abandono
Unos 50 hombres
sentados en la banqueta esperan afuera de la sección 30 del Sindicato de
Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM). Fuman, platican, estiran
las piernas, bostezan, se duermen, comen casi por ocio.
Al día se lo llevan
las horas muertas, los hombres esperan a algún dirigente de la sección para
pedirle un trabajo (a ellos o para algún hijo). Esperan el favor porque las
cosas están mal. Porque en 2016 la “aristocracia obrera” está en desuso.
El proyecto ATG fue
abandonado por el gobierno federal. Eso, y el desinterés del sector privado por
extraer el petróleo en tiempos de crisis han dejado a Poza Rica en un estado
casi agónico. Los comercios cerrados en avenidas principales o zonas céntricas
se cuentan por cientos. Los letreros de “se renta” y “se vende” deslavados
ornamentan una ciudad con apariencia de olvido.
El Complejo
Petroquímico Escolín (que empezó los despidos desde la era de Salinas de
Gortari) finalmente cerró en 2013. Ahora sólo queda la refinería, de la que
también se ha empezado a despedir gente.
La sección 30 del
Sindicato de Petroleros tiene un mural hecho por el artista veracruzano Teodoro
Cano; la historia de Poza Rica, la lucha por los derechos, la expropiación, la
riqueza, la igualdad, la justicia. El obrero como motor del progreso es lo que
se ve en el mural.
Aquí se venden las
plazas, se heredan. El lugar tiene sus propios códigos. El edificio está lleno
de estatuas, de bustos, de cientos de nombres inscritos en letras doradas de
gente que sirvió a esta gran logia, a esta sección, el déjà vu del
corporativismo. El masón mayor no está, se fue a su otro palacio: al palacio
municipal. Porque Sergio Lorenzo Quiroz es dirigente sindical y alcalde desde
enero de 2014. Amo y señor de Poza Rica.
El líder lleva 20
años al frente de la sección. Ha sido diputado local y federal por el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) La gente aquí lo relaciona con grupos
criminales. Dicen que apoyó la candidatura a una diputación local de
Patricia Berlín, cuñada de Pancho Colorado – un empresario dedicado a lavar
dinero para los Zetas, ahora encarcelado en Texas-. Que Quiroz también dirige
el robo de gasolina en la región.
La justicia mexicana
no ha encontrado elementos para investigarlo, aunque el pasado 12 de agosto su
chofer fue asesinado y la Fiscalía General del Estado dijo que el ejecutado
estaba vinculado con el crimen organizado.
“Con una vez que seas
secretario general tienes para vivir toda tu vida. Tú y tus hijos. Ahora ¿te
imaginas 20 años en el poder?”, pregunta un viejo petrolero, que pide el
anonimato. “Su hijo es dueño de compañías. Sergio, con prestanombres, tiene una
compañía de transportes. Le trabajan a Pemex, son los que transportan al
personal”.
En mayo de este año
Poza Rica tuvo más homicidios que muertes por cáncer. Algo que nunca había
ocurrido en el municipio. El lugar forma parte de una de las zonas que
más han sido lastimadas por el crimen organizado. La ciudad estuvo bajo el
control de Los Zetas pero ahora, se dice, “hay una limpia”.
¿Qué sigue?
Poza Rica huele a
huevo. Las bombas petroleras repartidas en la ciudad expelen olores azufrados.
Los empresarios pozarricenses dicen que lo que queda ahora es cambiar el eje de
la economía, que su verdadero capital -siempre lo ha sido- es la calidez de su
gente. Que los hoteles ya están. Que los turistas pueden llegar a dormir e irse
por las mañanas a la playa que está a menos de una hora en coche. Que vengan
porque estamos desesperados, los estamos esperando.
Alfredo Cervantes de
la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados
(Canirac) dice que Poza Rica tiene comida de todos los tipos: china, italiana,
francesa, árabe, que la gente de la capital que se entere que hay estas
delicias va a llegar en desbandada.
La realidad es que la
ciudad se volvió un matadero. El jolgorio terminó de perder a Poza Rica,
primero el dinero le quitó el combustible a la llama y luego los asaltos,
secuestros y asesinatos apagaron el fuego. La futura ciudad turística por las
noches parece sofocada. Sin gente, las noches son para que canten las
chicharras.
Las empresas
trasnacionales iniciaron la búsqueda de tesoros menos sensibleros que los de
los empresarios locales. Dejaron Poza Rica. La Backer Hughes, Weatherford,
Fyresa, Alsa, Dowell Schlumberger de México, ICA Flúor, SaniRent y hasta la
Subdirección de Producción Región Norte de Pemex. Todas se fueron. Los
despidos injustificados aumentaron 20 por ciento y en 2015 más de 20 mil
personas quedaron sin empleo.
Una investigación
realizada por la organización no gubernamental PODER revela que 6 de los
últimos 10 directores de Pemex trabajan y/o asesoran a multinacionales o
fondos de inversión dedicados al sector energético.
“En el contexto de la
apertura del mercado energético esto entraña un gran peligro, ya que un grupo
de exfuncionarios de alto nivel puede usar su conocimiento para beneficio
propio y de las empresas que dirige”, dice la investigación.
Hoy, los empleados
que estuvieron en las plataformas ahora se dedican, con suerte, a manejar un
taxi.
En medio del desastre, Mario
Román recuerda una historia de bien puede resumir el trágico fin de Poza Rica
(y del país): El 19 de marzo de 1938, un día después de que se anunció la
expropiación petrolera, los trabajadores fueron a tomar las instalaciones de
las empresas extranjeras: “Tenemos que pedirle que desaloje las instalaciones y
que nos entregue las llaves porque ahora nosotros nos vamos a hacer cargo”, le
dijeron a uno de los encargados, de origen estadunidense.
El hombre
de traje se rehusó a entregar las llaves a los trabajadores mexicanos, pero se
las dio a un empleado que era bilingüe. Antes le advirtió: “que me las cuiden
muy bien, porque voy a regresar”.
Este
trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de
Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: http://www.piedepagina.mx
http://www.animalpolitico.com/2016/09/poza-rica-veracruz-petroleo-pemex/
http://www.animalpolitico.com/2016/09/poza-rica-veracruz-petroleo-pemex/
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