Lo he dicho fuerte y quedito para que me oiga López Obrador.
En charla con motivo de la presentación de su nuevo libro, el también columnista declara la
vida eterna a los partidosy advierte que si los movimientos sociales no se organizan para buscar el poder, van a jugar el mismo papel que los grupos de presión, que es modificar algunas políticas e influir en el gobierno.
En entrevista con este diario, Octavio Rodríguez Araujo señala que ve la
posibilidad de un frente electoral de las izquierdas como un juego de vencidas: alguien tiene que dejarse ganar. En su óptica, ese alguienserá el PRD, debido a su declive en el proceso del pasado 5 de junioFoto La Jornada
Arturo Cano
Periódico La Jornada
Jueves 18 de agosto de 2016, p. 7
Jueves 18 de agosto de 2016, p. 7
Puede que sean las instituciones públicas más desacreditadas, aquí y en
otras latitudes, pero Octavio Rodríguez Araujo, quien ha dedicado buena parte
de su vida académica a estudiarlos, dice no tan en broma y sin ambages: Declaro
la vida eterna de los partidos.
La charla, que tiene como pretexto la
aparición de Democracia, participación y partidos, el nuevo
libro del profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de
la UNAM y colaborador de La Jornada, ocurre en su estudio
repleto de libros. Uno de los libreros está destinado a las numerosas
publicaciones de Rodríguez Araujo:Hay ejemplares repetidos, pero es mi egoteca.
Ni en ese ni en los demás libreros puso
una frase de James Petras que finalmente decidió citar de memoria:La naturaleza
de las multitudes es llegar fácilmente e irse pronto.
La frase viene a cuento porque, en su
nueva obra, Rodríguez Araujo aborda la relación entre la protesta social y los
partidos, entre los movimientos sociales y las organizaciones que buscan el
poder por la vía electoral.
En la charla aborda, por ejemplo, el
enorme entusiasmo que despertaron en algunos las asambleas argentinas al son de que
se vayan todos.
“Los movimientos sociales no pueden. Si
no se organizan para buscar el poder, van a jugar el mismo papel que los grupos
de presión, que es modificar algunas políticas, influir en el gobierno. Suena
muy pesimista y los movimientistas se me van a ir a la yugular, pero…”
–Algunos dirían que está en la
naturaleza de los movimientos no buscar el poder.
–La sociedad va por un lado, sin
posibilidad de cambiar las cosas. Los partidos han demostrado que sí pueden
hacerlo, aunque sea poquito, pero pueden. Los partidos tienen para rato.
Rodríguez Araujo retoma y a la vez
discute las tesis de autores como Peter Mair y los datos de plataformas como el
Latinobarómetro, que desde 1995 realiza encuestas para medir, entre otros
rubros, la satisfacción con la democracia en 18 países de la región
latinoamericana.
De Mair, por ejemplo, retoma la idea de
que conforme los partidos políticos se alejan de la sociedad, se acercan
más entre sí, y además se acercan más al gobierno, y esto hace que de alguna
manera sean determinados por los gobiernos.
Tanto Mair como el Latinobarómetro,
escribe Rodríguez Araujo, “sugieren que cada vez con mayor frecuencia la
insatisfacción se expresa al margen de las instituciones o, en palabras de
Mair, como ‘indiferencia a la política, a la democracia y a los partidos’.
Ambas fuentes coinciden en que esta insatisfacción, al manifestarse, suele
carecer de articulación y permanencia.
Qué bueno que haya movimientos
sociales, qué malo que no estén articulados ni tengan dirección política,
porque eso los hace efímeros.
–No está hablando de la CNTE.
–Si la CNTE ha tenido éxito es porque
es una organización, si no ya hubiera desaparecido, como el movimiento de
Sicilia.
–Se refiere entonces a los movimientos
que podríamos colocar bajo el paraguas de los indignados.
–Sí, pero en Grecia y España losindignados formaron
partidos; los Más de 132 o los Occupy Wall Street, no.
–Andaban con Bernie Sanders.
–Sí, pero Sanders representaba una
posibilidad de llegar al poder.
El libro de Rodríguez Araujo puede ser
leído por politólogos avezados o por estudiantes que busquen encontrar, en un
tomo, un compendio actualizado de la historia y la actualidad de los partidos
políticos, sobre todo los de América Latina.
Editado por Orfila, aborda la crisis de
los partidos de la transición, es decir, los que siguieron a las dictaduras en
el cono sur.
A Rodríguez Araujo le gusta el ejemplo
de Venezuela, pues le permite examinar los dos gobiernos de Carlos Andrés
Pérez, el primero, populista de corte socialdemócrata, y el segundo, que hizo
crisis, corrupto y de apoyo a las trasnacionales.
Siguieron, dice el autor, gobernantes
títeres o débiles. Y entonces surge un líder que se llamó Hugo Chávez,
quien logró prender entre la población, a pesar de sus confusiones ideológicas
maravillosas. A partir de ahí, Copei y AD (los dos partidos tradicionales de
Venezuela) prácticamente desaparecen.
–¿Qué pasa entonces en Venezuela?
–El problema es que Maduro ha sido
inmaduro; ha cometido muchas torpezas; no fue un continuador de Chávez, no supo
manejar la crisis del petróleo y concitó a la derecha a unirse.
En el caso mexicano, la
neoliberalización del PRI provoca la Corriente Democrática, que forma una
alianza que a mi parecer gana las elecciones de 1988, porque a Carlos Salinas
le inventaron los votos. Y me consta porque tengo amigos que estaban en
Gobernación entonces y me contaron las truculencias que hicieron.
Es decir, por razones distintas, en los
países de la región se van conformando alianzas electorales de las izquierdas,
que en ocasiones incluyen sectores de la derecha (particularmente de la
democracia cristiana), y esos bloques comienzan a tener triunfos que dan inicio
al ciclo de los gobiernos antineoliberales.
–Un asesor de Lula decía que el
presidente obrero había creado unnuevo paradigma y los que siguieran
tendrían que seguir el mismo camino, sobre todo en materia de redistribución
del ingreso y políticas sociales.
–Para nada. Es un retorno al
neoliberalismo. Y sin taparle el ojo al macho, como se ve en Argentina y
Brasil. No se afianzaron ni están afianzados los regímenes que quedan. Donde
hay cierta estabilidad es en Bolivia y Ecuador.
Rodríguez Araujo coincide con Andrés
Manuel López Obrador en que México necesita un nuevo régimen político. Lo
delinea: tendría ciertas características populistas, otras socialdemócratas,
intervencionismo estatal, todo lo que se abandonó con el neoliberalismo (política
de pleno empleo, participación de la sociedad, contratos colectivos, etcétera).
Pero llegar a ese punto requerirá, como
prueban las elecciones en otros puntos del subcontinente, una gran coalición:
Un solo partido, y esto lo he dicho
fuerte y quedito para que me oiga López Obrador: un solo partido no va a ganar.
Ahora tiene 3 millones de apoyo, pero se necesitan más de 20 millones para
dentro de dos años. No son enchiladas. Se requieren alianzas. ¿Con quién? Con
el PRD, con lo que quede del PT o del Movimiento Ciudadano. Solo, ni el PRI.
Rodríguez Araujo ve la posibilidad de
un frente electoral de las izquierdas como un juego de vencidas: alguien
tiene que dejarse ganar.
Y ese alguien, en la óptica de
Rodríguez Araujo, será el PRD, debido a su declive electoral: “Agustín Basave
quería conciliar a las tribus,pero éstas no han querido percatarse
de que existen gracias al partido: si mañana alguien cierra las puertas del
partido, se quedan en la calle y sin chamba, todos. Si no entienden eso, no
entienden nada”.
Democracia, participación y partidos se presenta hoy
a las 19 horas en el foro de la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura
Económica, Miguel Ángel de Quevedo 115, Chimalistac. Participan Angélica
Cuéllar, Soledad Loaeza, Mauricio Merino, Javier Oliva y el autor.
Modera Guadalupe Ortiz.
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