Línea
Caliente
Por Edgar Hernández*
¿Por
qué permitió el exterminio de miles de veracruzanos?
Grave,
gravísimo que la ciudadanía veracruzana permita el saqueo de las arcas públicas
sin que medie la cárcel para el responsable y cómplices; peor, sin embargo, que
por el esclarecimiento de las transas financieras del gobierno de Duarte que
alcanzan los 34 mil millones de pesos, se vaya a pasar por alto el genocidio
sucedido en Veracruz en los últimos seis años.
El gobernador Javier Duarte tiene que rendir una explicación por los 15 mil o
más veracruzanos desaparecidos o asesinados en los últimos seis años.
No se pude ir, ni dejarlo escapar, sin que aclare el por qué del genocidio.
No basta la mascarada de Arturo Bermúdez, quien se presenta ante el Fiscal Luis
Angel Bravo Contreras quesque a declarar por sus ilícitos de 17 bienes y un
sinfín de negocios adquiridos “producto de su trabajo” y seguramente con el
“sudor de su frente”, cuando la realidad es que por más de dos horas se la
pasaron charlando y seguramente burlándose de los veracruzanos.
Duarte subestima la acción criminal de Bermúdez.
Obligado explicar qué sucedió con los cinco mil feminicidios; por qué permitió
la entrada y permanencia de los cárteles del Golfo, Zetas y Nueva Generación.
Las venganzas consumadas sobre Gibrán, la Voz México; el tráfico de
adolescentes a Europa y Asia; los 19 periodistas asesinados; las fosas
clandestinas –tan solo en los últimos siete días suman 60 cuerpos en fosas
prácticamente a flor de tierra- ¿Cuándo y por qué nos colocamos en la vía del
narcoestado?, según alerta el secretario general de la OEA, Luis Almagro; por
qué sigue el ajuste de cuentas ante la pasividad de las autoridades –violencia
en el norte, centro y sur, cinco ejecutados en las últimas horas- y en aras de
qué se permitió la escalada de muertes por decenas, cientos, miles al paso de
los días, meses y años.
El Colectivo por la Paz, que encabeza Sara González Rodríguez, madre de la
también víctima de desaparición forzada Ivanhoe Mass González
declaró hace tres años que
“ciertamente las autoridades no hablan de una cifra real, (…) unos dicen una
cifra y otros dicen otra, nosotros llegamos a pensar que son diez mil
desaparecidos”, aclaró.
Eso hace tres años. En día a día la cifra ha ido en aumento.
Lo del daño a las arcas pública es deplorable, irrita; lo de las casas en
Houston de toda la palomilla de esta inolvidable estirpe que compró hasta la
iglesia de Woodland; la billetiza que ya sacaron del país, terrible… pero nada
se compara con una sola vida segada a cambio de mantenerse en el poder, a la mala.
Hoy con azoro observamos que el mundo duartista está en plena fuga; Tomás Ruiz
abandonó el estado “más vale aquí corrió…”; Xóchitl Adela, ingenua titular de
la SEV, ha presentado de manera reiterada su renuncia sin que se la acepten;
Bermúdez, bueno… se la pasa en la quema de miles de documentos comprometedores;
Yolanda Gutiérrez Carlín no quiere saber nada del gobierno sobre todo después
de destaparse el caldero millonario que le dejó el SAS, y Flavino Ríos como
reyecito montado en su gobiernito ante el desgobierno de Javier Duarte, quien
ya abandonó Casa Veracruz y no asiste, como jamás lo hizo, a Palacio de
Gobierno salvo para contados actos públicos y monólogos con la prensa aliada.
Ya no hay gobierno y nos dejaron todo el tiradero. La verdad, sin embargo, está
por aflorar.
Por el olor –Veracruz hiede- brigadistas, la sociedad civil y los afectados,
que son quienes verdaderamente investigan, a diario encuentran cementerios
clandestinos, fosas comunes y cadáveres frescos insepultos. La fetidez los guía.
Terrible la historia que cuentan los habitantes de Emiliano Zapata de vecindad
con Xalapa en donde bajo la construcción de la Academia de Policía se encuentra
la más grande fosa común de desaparecidos.
El gobernador Javier Duarte no puede irse sin que explique ante la autoridad
competente y las organizaciones civiles nacionales e internacionales por qué y
bajo qué circunstancias permitió tamaña masacre.
Cuál fue la letra de cambio que dio lugar al exterminio. Qué lo obligó y
por órdenes de quien a entregar el mando a los grupos criminales.
Veracruz está destruida.
Derruidas las instituciones. Con fugas masivas de los Duartistas y un
gobernador sin asideras en espera de que la PGR lo invite a que se siente a
hacer cuentas.
El desafuero está por sucederse en cualquier momento. La fiesta de los frutsis
y pingüinos terminó. Duarte va primero que los gobernadores de Quintana Roo y
Chihuahua en razón del monto de lo desviado y no comprobado; de las
irregularidades por crímenes inconfesables, y porque la exigencia del propio
Enrique Peña Nieto, quien se juega su propia supervivencia, así lo impone.
A su “mejor amigo de Veracruz”, a Javier Duarte, lo tiene que sacrificar al
quedar en el dintel de la destrucción total la lucha contra la corrupción que
empezó en Los Pinos con la Casa Blanca.
Javier Duarte está totalmente solo.
Está preparando una puerta de escape al quedar contra la pared. Ya no tuvo que
seguir tomando la receta del doctor a base de proteínas –mismas que le dan a
los astronautas- para bajar de peso, ya que se está yendo en automático.
Está cansado de tanto actuar; de explicar que “¡No pasa nada!” y que en este
pueblo no hay ladrones; está agotado de tanto pensar cómo joder a Miguel Angel.
Y es que nomás no puede con él que es un costal de mañas y con una experiencia
y colmillo superiores a las del mismo Fidel.
Javier está cansado… no puede más.
Es demasiado para el más joven gobernador de Veracruz, un imberbe que creyó que
gobernar Veracruz era posible a gritos y sombrerazos, con dos que tres cabroncitos
a su lado, un costal de mentiras y con las arcas a su disposición.
Veracruz es más que eso.
Un agradecimiento:
He recibido de parte del Club de Periodistas de México A.C., el “Micrófono de
Oro”, de parte de Uriel Flores por mi labor periodística, el cual tengo
en alta estima.
Aprecio en lo que vale que me hayan acompañado en emotiva ceremonia gente que
quiero y respeto como el senador Pepe Yunes, el doctor Francisco Berlín y en
mención especial a la distinguida escultora veracruzana, Edith Berlín quien
tuvo a bien obsequiarme una sus obras en bronce que lleva el epígrafe “Un
Quijote para un Quijote”, gracias distinguida Edith.
Agradezco a mi familia, a Yolanda mi esposa y nuestros cinco hijos –no ha sido
fácil tanta presión-, al igual que a gente que quiero y respeto como es el caso
del escritor y periodista, Armando Ortiz, quien en la ceremonia de entrega del
reconocimiento dijo:
“El mensaje que Edgar Hernández comunica puede caer bien o no a los oídos de
muchas personas; podemos estar de acuerdo con él o en desacuerdo, pero ya sea
lo uno o lo otro siempre reconoceremos el valor de este mensaje. A Edgar
Hernández solo le podemos reprochar el silencio, ese cáncer que consume la
conciencia. Ya lo advertía así Octavio Paz “Contra el silencio y el bullicio invento
la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”. Gracias, hermano.
Gracias a don Marcos Salas y Carmen, su esposa, a Marco Antonio Aguirre y su
esposa Sandra, a Lauro Rodríguez, a los empresarios Juan Carlos Stivalet, Luis
Palacios Maceda, Ernesto Aguilar y Guilebaldo Flores, a mi querido amigo
Ezequiel Castañeda, al mi gran amigo Rafael Grajales y su esposa la valiente
diputada Gladys Merlín, a Vicky Hernández, al reconocido pintor Alfredo
Hernández, a don Toño Limón, René Mariani, Guillermo Trujillo, Carlos Darío
Arcos Omaña, siempre tan solidario y a Paco Palmeros.
Gracias a don Meli, hace 36 años periodista, a Lupita Palacios, a mis
estimadas y muy queridas Irma Hernández e Irma Domínguez, Sara María Castañeda,
Araceli Ortega, Nadia Cabrera y la doctora Consuelo Moreno Palacios
cercanísimos a nuestro corazón y al grupo de periodistas y líderes de opinión
que me acompañaron en tan emotiva ceremonia.
Dicen que cuando te empiezan a homenajear es la señal del retiro. Veremos.
Tiempo al tiempo.
*Premio
Nacional de Periodismo
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