(29 de agosto, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- En Charcas, San Luis Potosí la violencia de los cárteles y fuerzas armadas del país fue recurrente entre los habitantes, quienes por miedo en lo más álgido de la llamada guerra contra el narcotráfico se convirtieron en desplazados de manera forzada. “Muchos no querían morir de manera violenta y otros tampoco, pero no teníamos cómo movernos ni a dónde, nos quedamos y fuimos padeciendo la condena de una u otra manera.
Primero la pobreza, después las humillaciones, las violaciones, aquí en nuestro municipio hay mucha chamaquita a la que los marinos, los militares y los federales se las llevaron en sus camionetas y las devolvieron abusadas sexualmente, unas corrieron con suerte y solo les quedó el trauma a otras eso y un chamaco”, comenta a Revolución TRESPUNTOCERO Carmen, madre de una menor quien fuera torturada.
A la menor, hoy de 16 años, dos elementos del ejército comenzaron a seguirla cuando salió de la secundaria, cuando le dijeron que se detuviera porque la “iban a detener por robo”, no supo que hacer, “mi hija no tenía ni idea que los del ejército no te pueden detener por robo, no así, lo que hizo fue ponerse a llorar, la llevaron a una de las zonas solitarias, le dijeron que ella se había robado un dinero que por ‘sucia y pobre’, había entrado a una casa y se lo llevó.
Todo mentira, ella dijo que no sabía nada, dijo su nombre y pidió que me buscaran a mí, pero ellos solamente querían abusar de ella, la golpearon hicieron lo que quisieron con ella y después la dejaron ir, pero le advirtieron que si hablaba me iban a matar. Esto que cuento le puede sonar algo no común, de sorpresa, pero en este estado, en las carreteras y en los caminos solitarios, en las colonias donde la mayoría vivimos en pobreza, ahí es donde las fuerzas armadas buscan niñas, porque nadie nos va a creer, porque no sabemos a dónde ir y lo que queremos es olvidar, ¿cómo crees usted que yo me voy a ir a parar con las autoridades a contarles esto? ahí mismo me acusan de cualquier cosa y me meten a la cárcel por andar acusando militares”, añade la madre.
En junio pasado Amnistía Internacional preguntó a las mujeres mexicanas ¿Qué podría suceder a una mujer en México si es detenida por las fuerzas de seguridad? La respuestas recurrentes fueron: ‘mi mayor temor sería que me violaran’, ‘sin duda padecería tortura sexual’, ‘que me torturaran para que yo aceptara delitos que no cometí’, ‘aquí en México la violación sexual por parte de marinos y militares sería una gran probabilidad’.
Según un informe de la misma ONG en donde entrevistó a 100 mujeres que fueron detenidas por ejército y Marina, se dio a conocer que 97 fueron físicamente abusadas, 72 fueron sexualmente abusadas y 33 fueron violadas. De los 100 arrestos examinados por Amnistía Internacional, la mayoría fueron llevados a cabo por la Policía Federal, seguida por la Policía Estatal, el Ejército y la Marina.
“Las violaciones suceden porque marinos y militares lo pueden hacer sin ningún tipo de consecuencia, son sus grandes triunfos, agredir y destruir la vida de niñas, adolescentes y mujeres, sin que eso signifique un delito, estamos frente a un monstruo al que le dieron la libertad de torturar, desaparecer y violar”, afirma Carmen.
La derechohumanista Jazmín Ramírez, declara a Revolución TRESPUNTOCERO que “la violencia sexual en fuerzas armadas ha sido recurrente en mujeres a quienes convierten en falsos positivos, cuando se necesite culpables, sabiendo que ese es el peor daño que se le puede hacer a un ser humano, recurren a sus instintos salvajes para hacerlas declarar en su propia contra.
Y aunque no necesiten culpables, son su ‘botín’ de guerra en zonas alejadas de las ciudades, donde jamás se les ha tenido confianza a las fuerzas armadas, por el contrario se crearon una imagen de maleantes con armas que pueden desaparecer, matar o violar a quien decidan”.
Fernanda, de 22 años y madre soltera de dos hijos, trabajaba en un bar en un barrio deprimido de Valle de Chalco, en el estado de México, según contó a Amnistía Internacional, el 21 de marzo de 2014, hacia las tres o las cuatro de la madrugada, estaba en la casa de uno de sus clientes cuando irrumpieron en ella más de 20 agentes encubiertos de la Policía Federal vestidos de negro y armados con rifles de asalto.
Le arrancaron a Fernanda la ropa, “me manosearon todo el cuerpo” y la amenazaron a gritos. Los policías la llevaron a una casa donde oía los gritos de otras personas a las que estaban torturando. Uno de los policías le gritó: “Vas a la cárcel por pendeja y por pinche puta”.
Tras someterla a fuertes palizas y descargas eléctricas, a Fernanda la llevaron a la PGR, donde la presentaron ante los medios de comunicación en una conferencia de prensa como miembro de una banda de la delincuencia organizada. La acusación contra ella procedía de otra persona que estaba también detenida en aquellos momentos.
La violación ha sido utilizada por la policía de todos los niveles –municipal, estatal y federal–, así como por el Ejército y la Marina. Dependiendo de los perpetradores, hay diferencias en la frecuencia con que se denuncia esta práctica. Según las declaraciones de mujeres detenidas, a Amnistía Internacional, los índices de violación más altos han sido a manos de la Marina.
Como ejemplo se cita, que de las diez detenciones practicadas por la Marina que constaban en los datos recopilados por Amnistía Internacional, ocho habrían incluido violación. De todos los demás cuerpos, excluida la Policía Federal, se habría utilizado la violación en al menos la mitad de los arrestos realizados.
“A raíz de lo que le pasó a mi hija, nunca más volvió a salir sola, ni acompañada a la casa, las veces que lo ha hecho ha sido por necesidad muriéndose de miedo y con el llanto imparable, por las noches no duerme, y casi no come, ella siempre me ha dicho que quiere morirse, que para que le sirve caminar y ver, si a ella los marinos la convirtieron en una muerta viviente el día que violaron.
¿Cómo crees usted que a nosotros nos va dar gusto verle la cara en la televisión a ese Peña Nieto, a esos del ejército y Marina, nosotros dejamos ver televisión, porque más crecía el dio en nuestra mente, en nuestro corazón, porque las noticias solamente halagándolo, a los ciegos les dicen que la gente está feliz con las fuerzas armadas, lo que hemos padecido estas grandes tragedias estamos dispuestos a dar la vida peleando en contra de esos traidores a la patria”, cometa Carmen.
Las mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional dijeron que, vivir con el trauma de la violación era como estar “viva pero muerta”.
Korina de Jesús Utrera Domínguez, de 25 años, y Denise Francisca Blanco Lovato, estaban en la casa de Korina en Tabasco, cuando unos marinos armados y vestidos con uniformes de camuflaje irrumpieron en la casa y empezaron a golpearlas, gritando: “No te hagas pendeja, estamos buscando la droga”.
Les vendaron los ojos a las dos y se las llevaron, sin orden de aprehensión alguna, a una base de la Marina. Allí las violaron a ambas y las sometieron a asfixia y descargas eléctricas. Korina dijo a AI, que cuando los marinos la estaban obligando a comer comida del suelo, uno de ellos gritó: “Ya suéltenla. ¡Nos van a denunciar!”. Ella le contó a un médico de la Marina lo que le habían hecho los marinos, él le respondió, según contó ella a ONG: “Cállate hija de tu puta madre, no digas pendejadas”.
“Estamos frente a un brazo destructor del Estado que mientras siga teniendo el poder en las calles, seguirá ejerciendo terror, por medio de violaciones sexuales, desapariciones y tortura. Nunca han estado preparados para dejar sus cuarteles, ellos no protegen a la sociedad, a los narcotraficantes le temen, a los ciudadanos los matan, a ellas las violan, ellos están en guerra con el pueblo”, sentencia Ramírez.
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