JESÚS SOSA CASTRO@rasocas
Las expectativas que había sobre
la solución del problema magisterial-popular se están desvaneciendo de manera
peligrosa. El gobierno federal administra el conflicto mi9entras la rebelión
ciudadana se prepara para dar su respuesta. Por la parte centro sureña
del país se siente la presencia rebelde de los maestros y de los pueblos contra
el régimen político. La capacidad corruptora de este, sus amenazas y sus formas
represivas, ya no intimidan ni repliegan a la gente que está hasta la madre del
hartazgo de los políticos del sistema y de la situación económica y
social que vivimos. La perversión política e ideológica hasta hace poco
incuestionables, están siendo rebasadas y ya generan las condiciones para que
el pueblo se levante contra el mal gobierno. Hoy, por varias partes del país la
gente construye sus propias fortalezas organizativas e ideológicas y se
generalizan las proclamas contra la conducción burguesa del Estado.
Para consolidar este avance, se requiere de la construcción de una
fuerza proletaria popular, de dirigentes políticos revolucionarios, de
militantes críticos, participativos, elaboradores de proyectos, insumisos y de
prácticas democráticas de consulta y decisión. Que sepan hacer un trabajo por
“abajo y por arriba pero desde abajo, actuando como un pulpo con una cabeza de
gran complejidad y miles de brazos metidos en todos y cada uno de los
vericuetos de la conflictividad nacional” (*) No pueden ser los intereses de
grupo, los arribistas y corruptos, los que tuerzan el rumbo del cambio que
requiere el país. La participación electoral es una práctica de poder que hay
que trabajar pero sólo podrá jugar su papel si la construimos al lado de las
resistencias que pujan por la derrota del poder burgués.
Para alcanzar estas metas, se requiere conquistar el derecho de
hablar y de actuar. Acabar con los miedos al ejercicio público de la crítica y
la autocrítica. Los militantes y dirigentes de grueso calibre deben ser capaces
de impedir las triquiñuelas y poner por delante los intereses populares que
permitan avanzar en la transformación social y política de México. Si hoy el
poder lo detenta la burguesía, hay que arrebatárselo para que el pueblo en
completa autodeterminación humana, lo ponga totalmente a su servicio. Ganar una
elección aunque es muy importante, no significa necesariamente lograr la
transformación social.
Desde hace tres décadas, México vive una crisis orgánica e
histórica que se expresa en el agotamiento y la inviabilidad de su
relaciones socio políticas. Su estabilidad neoliberal y sus institucionalidades
autoritarias, violentas y militarizadas, están sumamente gastadas. El
alzamiento magisterial-popular y la lucha de los estudiantes y pueblo de Ayotzinapa
lo han evidenciado, dando muestra clara de lo que está sucediendo en México en
los casi dos últimos años. El régimen político está históricamente derrotado y
es el pueblo el que está tomando en sus manos la iniciativa en la construcción
de un nuevo proyecto de cambio. En este agotamiento es donde debemos hacer que
se centralice y condense el ojo del huracán de la conflictividad social. La
crisis apunta hacia una nueva conducción de la vida nacional. Ningún problema
importante podrá ser resuelto si no se subvierte la actual conducción
burguesa.
La participación de grandes multitudes de mexicanos que ya no
quieren vivir bajo esa conducción, recorren el país bajo el grito de “fuera
Peña Nieto y todo su mal gobierno” Una multitudinaria voluntad exige que cambie
la manera de cómo se conduce la cosa pública. El terreno político electoral
puede ser el epílogo donde se verifique la participación de grandes expresiones
de ciudadanos. La condición estriba en que todas las resistencias forjen una
plataforma política mínima que cohesione a todas las resistencias y que las
arme de una decisión unitaria para acabar con este régimen político. Es
en este espacio de la conflictividad nacional en el que la línea antipopular
encuentra su centro más vulnerable. Es el talón de Aquiles de la conducción
sociopolítica actual y en donde está el eslabón más fuerte de la resistencia
popular.
Ha llegado el momento de empezar a subvertir el dominio de la
burguesía. La gente debe ejercer su propia autoridad imponiendo el poder comunitario
y rechazando los mandos ajenos. Desde allí se puede ejercer el poder. Allí es
donde se crisolan voluntades, intereses y modos de vida. Y si bien es cierto
que las prácticas burguesas han sido hasta ahora prácticas de poder, de
aplastamiento de la autodeterminación popular, también es cierto que estas
prácticas se encuentran hoy severamente cuestionadas, que pueden conducir a un
proceso liberador en el que tenga lugar la autodeterminación social y la
soberanía popular. Nadie si no el pueblo auto determinado, debe tener la última
palabra.
(*)
La lucha por la conducción popular de la sociedad, Armando Martínez Verdugo. RP
No7
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