Como cualquier otro martes, el 19 de septiembre Marc Wehmeijer, de
nacionalidad suizo-holandesa, fue a recoger a una de sus dos hijas de su
escuela, el Colegio Suizo. Cuando inició el sismo de 7.1 grados a las 13:14
horas, Marc se encontraba sobre la avenida Gabriel Mancera, casi esquina con
Escocia, a meras dos cuadras de su hija.
Antes de sentir el sismo, supo lo que estaba pasando porque vio caer
cristales del edificio que momentos después se derrumbaría sobre él. Antes de
perder momentáneamente el conocimiento y quedar sepultado sobre una gruesa capa
de escombros, el instinto hizo que Wehmeijer se colocara en posición fetal.
Cuando despertó, no podía mover nada más que sus dedos, no veía ver frente a él
y empezó a sentir el dolor de su cuerpo atrapado y herido. Afortunadamente,
debajo de su boca se creó una burbuja de aire por la que pudo seguir
respirando, gracias a su posición de “tortuga”.
A pesar de su claustrofóbica situación y de sentir profundo miedo y
ansiedad, Wehmeijer mantuvo la esperanza y la calma. “No puedo morir aquí” se
repetía a sí mismo, seguro de que sería salvado. El padre gritó tan fuerte como
pudo cada que escuchaba rumores y personas buscando sobrevivientes, pero su
rostro daba al suelo y su voz no llegó a otros oídos.
Pasaron por lo menos dos horas hasta que alguien finalmente escuchó sus
ruegos de ayuda. Ese rescatista pidió apoyo a sus compañeros, quienes empezaron
a escarbar con más rapidez. En cuanto Wehmeijer sintió que sus dedos, que se
encontraban entrelazados sobre sus nunca, fueron destapados, sintió euforia.
Unos cuanto minutos después fue completamente desenterrado.
Una multitud aplaudió y vitoreó mientras Wehmeijer gritaba a todo pulmón
“¡Viva México, gracias México!”. El suizo-holandés preguntó por el nombre de
quien lo sacó, pero en el frenesí del momento no le contestaron.
Marc fue trasladado a un hospital, eventualmente dado de alta y reunido
con sus dos hijas, ambas nacidas en México. Su esposa se encontraba en
Barcelona por negocios cuando aconteció el sismo. A petición de Marc, ella permaneció
en Europa, cerca de sus padres, sus suegros y su cuñada, quien está
embarazada.
Wehmeijer llegó a México hace 9 años cuando a su esposa, quien trabaja
en una cholocatera suiza, fue transferida. Según declaró en un medio
holandés, su mudanza siempre la consideró como temporal, y tenía la
expectativa de eventualmente regresar a Europa. Pero –aunque parezca
irónico– después de su rescate, este sentimiento cambió.
“[Esta experiencia] Me abrió los ojos. Ahora veo lo maravillosa que
puede ser la gente. Creo que es bueno que algo catastrófico pueda tener algo
positivo. Quiero compartir eso con todos “, dijo para AD. “Seguiré
viviendo en México, siento que debo regresar algo por algo; tenemos que seguir,
tenemos mucho futuro en México, tenemos que levantarnos”, declaró para Reforma.
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