CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- A casi
15 días del sismo de 7.1 grados que azotó la Ciudad de México, el paisaje no es
el mismo:
Desde las alturas se observan
ruinas donde antes había edificios; se perciben pedazos de concreto, vidrios
resquebrajados y demás materiales de construcción donde la gente se congregó
desde el primer momento; también destacan lonas y campamentos sobre las calles,
donde la gente pernocta después de ver perdido su patrimonio o aquel que está
riesgo de derrumbarse.
En San Gregorio Atlapulco, Enrique, un hombre de 42 años, con el rostro alicaído, retrata con palabras la nueva realidad del poblado ubicado al sureste de Xochimilco: “Antes San Gregorio era la pura fiesta, ahora es un pueblo triste”.
Frente a la parroquia de San Gregorio Magno, el hombre da un trago a la anforita de licor y pierde la mirada en el piso polvoriento, donde la mitad de la barda que rodea al templo se desplomó. De la iglesia construida por la orden franciscana en 1559, casi 40 años después de la Conquista de los españoles a Tenochtitlan, su única torre con su campanario y relojes fue decapitada por el terremoto.
Cruzando la calle, en la esquina de Lázaro Cárdenas y avenida México, el sismo arrasó con la vida de 15 personas que se encontraban en el edificio de tres pisos. En la planta baja había una tienda de abarrotes denominada “Neto”, y arriba daban clases de zumba, baile y de Muay Thai. En el tercer piso, un billar.
Como dice Enrique, en San Gregorio se respira tristeza, la gente camina cabizbaja, no hay música en los comercios, los pobladores salen en busca de víveres y las mujeres acarrean cubetas de agua; la tristeza es tanta, que el dron utilizado para recabar las imágenes aéreas ilumina las caras de algunos niños y ellos sonríen, es de las pocas cosas que hay para distraerse en el milenario pueblo.
La avenida Nuevo León, que une a San Gregorio con el centro de Xochimilco, quedó convertida en un camino de terracería, apto para autos todo terreno. Puro lodo, hoyos, charcos que las personas, los carros, motos, microbuses y bicitaxis tienen que sortear.
El embarcadero de Caltongo es un estacionamiento de trajineras, donde no se paran turistas ni los estudiantes que antes se iban de “pinta”. En otras palabras, la imagen del Xochimilco campirano, rupestre y florido desapareció.
El sur de la ciudad fue una de las zonas más golpeadas por el movimiento telúrico. Coapa, que vio su esplendor desde la década de los ochenta, ahora se debate en la incertidumbre.
Galerías Coapa, ese centro comercial perteneciente a la compañía El Puerto de Liverpool, se encuentra cerrado. Aún quedan escombros que deben removerse en el área de almacenes, y también falta reparar las grietas en las paredes, los vidrios rotos y otras estructuras dañadas en sus 21 mil 40 metros cuadrados.
Pasando calzada del Hueso, en Rancho de los Arcos 32, ya no hay rastro de los dos edificios que albergaban a decenas de familias. La zona ya está “limpia”, es como si no hubiera pasado nada. En realidad, ahí fallecieron siete personas y hubo rescate de otras seis. La tarde del jueves 19 fue caótica, la noche peor. Personas corriendo, llorando, en vueltas en la desesperación, pues tampoco había luz en todo Coapa.
A unos pasos, en la esquina de Miramontes y calzada del Hueso, el temblor también pasó la factura a un gimnasio donde aún no se han removido los restos de materiales, ya que adentro aún quedan un par de costales de box y se observa la losa doblada.
La zona está cercada desde ese punto hasta el parque Salvador Allende, pues seis conjuntos habitacionales contiguos tienen afectaciones, donde uno de ellos será derrumbado, no hay de otra.
La tragedia subió de tono en el Colegio Enrique Rébsamen, donde fallecieron 19 niños y siete adultos. Ahí se mantuvieron firmes los edificios de primaria y secundaria, pero del resto, incluyendo el lujoso departamento de la directora Mónica García Villegas, sólo quedaron escombros. De acuerdo con los rescatistas consultados por esta agencia, el edificio se sacudió como “un acordeón” durante el sismo del martes 19.
Otro centro educativo privado con daños estructurales fue el Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México. Ahí la muerte sorprendió a cinco alumnos. Entre las cúpulas ornamentadas y brillantes siguen los escombros intactos, los vidrios rotos, paredes que parecen de papel y, dentro de los edificios, el caos entre muebles, cajas de cartón y escritorios. De los puentes que comunicaban a los edificios sólo quedó el recuerdo.
Otras cinco vidas terminaron en un edificio enclavado en Lomas Estrella, exactamente en Paseo de las Galias 47. A un costado de las ruinas se reúnen los inquilinos, sobreviviendo en casas de campaña y debajo de las lonas. Continúa la incertidumbre en la zona.
Las estampas del sur son similares en prácticamente toda la Ciudad de México: áreas acordonadas, edificios colapsados, escombros, gente acampando en calles, viviendas deshabitadas y oscuras. Mucho polvo en el aire, mezclado con la tristeza e incertidumbre que entra punzante en la memoria de los capitalinos.
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