SinEmbargo
Miguel Delibes decía que a
veces el hombre es una catástrofe para el resto de los seres vivos. Y en esta
desgracia de huracanes y terremotos que, nos hace crecer como seres humanos,
hemos visto a varios depredadores causantes de una interminable estela de
dolor.
No
son tiempos de crítica, te repiten los bots de Presidencia
ante el primer atisbo de evaluación de las razones, más allá de las naturales,
por las que nos encontramos en este lugar. No son tiempos de buscar culpables,
dicen los más espirituales y resignados. No son tiempos de opiniones contrarias
a la ayuda y solidaridad.
De
acuerdo. Es tiempo de abrazarnos y arrimar el hombro, de luchar por reconstruir
nuestro país y de mantenernos en pie, dándonos la mano, convertidos todos en
brigadistas de una u otra manera para salvar vidas, para salvarnos todos.
Pero
también, es tiempo de desvelar los rostros de esos depredadores que en nombre
del progreso nos devuelven constantemente a la catástrofe. Si no lo hacemos,
estaremos condenados a repetir nuestra historia.
La
imagen apocalíptica de los barrios más dañados de la Ciudad de México, está
vinculada a la voracidad inmobiliaria, a los llamados “desarrolladores”, a los
constructores, a las inmobiliarias y a las autoridades corruptas que les
permitieron edificar sin respetar las normas de zona sísmica. El boom
inmobiliario está asentado en la impunidad.
Las
ruinas han desvelado la inmundicia y mezquindad de arquitectos y compañías
constructoras que por ahorrar y ganar más dinero, decidieron hacer edificios
con materiales de ínfima calidad, con varillas delgadas, sin ganchos de acero,
con estructuras endebles. Eso explica que unos edificios caigan y otros al lado
permanezcan intactos.
¿Dónde
están los constructores, los empresarios “desarrolladores” y las autoridades
que les permitieron hacer esos edificios? Muchos de los caídos tenían apenas
unos años, son casi nuevos. Habrá que buscar responsabilidades penales. Y para
ello, los vecinos tienen que unirse y buscar justicia para recuperar su
patrimonio.
Desde
los escombros afloran lo bueno y lo malo. El puño en alto pidiendo un silencio
que trae vida. Las manos que levantan los escombros de ciudadanos conmovidos
por la urgencia del rescate. La generosidad de quién da lo que tiene. Y también
la voracidad y la codicia de la apropiación indigna de la ayuda destinada a los
damnificados.
“Damnificado”
esa palabra que hiere, duele e indigna. Esa palabra que encierra el dolor de
perderlo todo o casi todo. Esa palabra que significa vulnerabilidad y llanto.
Esa palabra que espera nuestra mano, nuestro abrazo, nuestro mensaje: “no los
dejaremos solos”. Aquí estamos todos juntos, unidos, poniendo en pie a este
México herido. Demostrando que los ciudadanos otra vez, son capaces de rebasar
la inacción del gobierno, la lentitud de su burocracia, la inoperancia del
estado.
Pero
así como la generosidad y la solidaridad afloran, también la codicia y la
avaricia han estado presentes. El caso más llamativo es el de Morelos. El
gobernador Graco Ramírez y su esposa Elena Cepeda, acusados por los pobladores
de acaparamiento de ayuda humanitaria. Los videos, las fotos, no dejan lugar a
dudas. Las bodegas con víveres, esas bodegas que son la vergüenza de Graco, la
prueba contundente de la putrefacción de su gobierno.
Graco en la corrupción, Graco en la carroña, Graco
en el hedor de su propia descomposición como político, como ser humano. Graco
intentando sacar provecho de la ayuda para politizarla, para entregarla como
dádiva electoral, para saludar con sombrero ajeno. Graco cayendo
inexorablemente al vacío. Su ruindad no tiene límites.
Mientras Jojulta, Tlaquiltenango y otros lugares
están en ruinas, mientras su gente tienen hambre y sed y tienen necesidad de
techo y vestimenta, Graco se placea asegurando que toda la información
contundente difundida por redes sociales forma parte de una campaña de odio.
Pero un día significa una eternidad para un
damnificado. Un día esperando con ansia la ayuda, significa angustia y más
dolor. La ayuda reconforta a quien la recibe, aunque Graco pretenda
controlarla, manipularla, acotarla y apoderarse de ella, los ciudadanos tendrán
que defenderse, denunciar y entregar en mano la solidaridad.
Una solidaridad condicionada por los billonarios de
México bajo el argumento de estimular la donación. Una solidaridad a medias: si
tú das, yo doy. Una solidaridad que también es negocio, que es exención de
impuestos para uno de los hombres más ricos del mundo como Carlos Slim; una
solidaridad interesada, una solidaridad pichicata frente a la solidaridad de
millonarios del extranjero como Mark Zuckerberg o los dueños de Google, o Lady
Gaga y tantos otros que ofrecieron millones de dólares sin pedir nada a cambio.
A los ciudadanos nadie los estimuló a convertirse
en brigadistas, en rescatistas, en topos. Y superaron con creces la respuesta
institucional de las autoridades. Pero así es la mezquindad y la perversidad.
Perversidad que afloró en lo mediático bajo el
engaño y la utilización del sentimentalismo para ganar raiting en
nombre del pseudoperiodismo de bajos instintos. Y Televisa no
defraudó. Continuó su camino sinuoso rumbo al despeñadero.
Durante varios días, en directo, de manera
permanente hizo un show digno de la Rosa de Guadalupe. Allí estaba su lectora
de noticias, Danielle Dithurbide, licenciada en Historia por la Universidad
Iberoamericana y cuyos únicos conocimientos sobre periodismo los obtuvo en la
Escuela de Arte en Radio y Televisión (PART). Ella junto a sus compañeros
montaron un auténtico reality show que ubicó en niveles de
récord, el tan caído rainting de Televisa. Allí
estaba platicándonos que la niña, cuya identidad se mantenía en secreto porque
así lo había pedido su familia, movía una manita, pedía agua, susurraba y
contaba que a su lado había cinco niños más. Y de pronto, no sabemos como, la
telenovela producida al más puro estilo de Televisa ya tenía
nombre: “Frida Sofía”, un fantasma fabricado para ganar audiencia.
Pero la mentira dura hasta que la verdad llega. Las
madres del colegio fueron informando a los periodistas que se encontraban lejos
de las ruinas, un espacio solo reservado por la televisora del poder, que no
existía ninguna niña Frida Sofía. La Marina asumiendo para exculpar a la
televisora y su lectora de noticias que se negaba a disculparse porque solo
reprodujo la información entregada por la Marina.
Mentira, la lectora de noticias no verificó la
información, no la contrastó, nunca supo, no tenía las herramientas para
respetar los códigos de veracidad del periodismo. Danielle Dithurbide lo dijo
en el minuto 2.42 de su conexión en directo: “Tenemos la certeza que la niña
con la que ya tuvieron comunicación real hace unos instantes está debajo de esa
mesa grande y fuerte… tiene entre 12 y 13 años, según lo que nos dice la
maestra (nunca entrevistó al aire a la maestra) es de primer año de secundaria
la niña que desde las 9:30 minutos estamos reportando con vida y narrando este
rescate…y debajo de la mesa está esta pequeñita de primero de secundaria cuyos
papás tengo enfrente, han estado aquí desde hace muchas horas ya que les
avisaron que había probabilidad de que estuviera con vida…”.
En esta narración la fuente de Danielle no es la
Marina, es supuestamente la maestra. Ella dice claramente que tiene allí
enfrente a los papás de la menor, algo que evidentemente era mentira. Y
Danielle usaba chaleco de la Marina, allí están los videos y las fotos para
demostrarlo. Un hecho constitutivo de delito federal por usurpación de
funciones. Es decir, ellos aseguran que la Marina fue la fuente, que fueron
otros los que mintieron, pero al final disfrazan a su lectora d noticias como
miembro de la Marina. No hay diferencia. El poder político representado por el
oportunista Secretario de Educación Pública (SEP) Aurelio Nuño y el poder
mediático de los bajos instintos de Televisa, una empresa implicada
siempre en las desgracias de este país, en el uso obsceno de las emociones para
ganar audiencia.
Quedaron al descubierto. Pero Televisa,
ni mucho menos Danielle Dithurbide se disculpan. ¡Faltaba más!. Eso sería
reconocer que mintieron, sería reconocer que asignaron esta importante
cobertura a una “historiadora” lectora de noticias que sabe poco o casi nada
del rigor informativo. Sería reconocer que tienen ética, que los mueve el
profesionalismo. Nada más alejado de la realidad.
Danielle Dithurbide pasará a la historia como la
gran timadora, la fabuladora de un timo llamado Frida Sofia. El ejército
de bots del gobierno que la defienden en redes para sostenerla
en la cobertura del sismo, dicen que ella no tuvo la culpa, que fue una orden
de sus jefes, que ella solo difundió lo que le decían. Pues bien, regla número
uno del periodismo: verificar las fuentes. Regla número dos: contrastar la
información con otras fuentes. Regla número tres: nunca publiques rumores.
Regla número cuatro: ciñete a los hechos que tú puedas ver. Y regla número
cinco: nunca mientas.
Definitivamente este sismo ha sacado lo mejor de
nosotros, pero también, las miserias de otros.
Twitter: @SanjuanaMtz
Facebook: Sanjuana Martinez
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