RENATO TRONCO GOMEZ |
Roberto Morales Ayala-Zona
Franca
El gran mapache electoral de
Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, es en esencia un empleado desleal, al pueblo
que le paga para garantizar el respeto a las leyes y la utilizacion de los
recursos del erario para la accion y construcción de bienes públicos; actúa en
sentido contrario porque dispone ilegalmente de los recursos públicos para
despilfarrarlos en la compra de conciencias y de votos, para lanzar policias a
reprimir las manifestaciones en protesta por el cochinero electoral y que
maniobra a las dizque autoridades electorales para ordenarles quién sí pasará a
disfrutar de la plenitud del pinche poder y quien no entrará al reino de su
prosperidad.
En esa gran traición al pueblo veracruzano, en ese lodazal, hay
quienes chillan que fueron traicionados y reclaman que se les entregue su
rebanada de poder. Tal es el caso de los hermanos Renato y Miguel Tronco Gómez,
en el sur del Estado.
Pueden gozar de las mieles del poder hasta que se delimitan
territorios, tributos, las componendas, los negocios y los mecanismos para que
nadie altere el nivel de bienestar de quienes mandan en sus diversos espacios.
Pero cuando algo desequilibra los contrapesos del poder, vienen las delaciones
y la exhibición de trapos sucios.
Renato Tronco no tardó mucho en sentirse agraviado por quienes
les han servido de cómplices para gobernar a Las Choapas a cambio de
garantizarles votos, no control político porque eso simplemente no se le da, a
quienes ejercen el mando, a Fidel Herrera en su momento y a Javier Duarte hoy.
Cuando vio las cifras, cuando sintió la derrota de su hermano
Miguel Ángel Tronco, cuando supo que sólo con urnas rellenas, atropellando el
Código Electoral, podía darle una victoria a todas luces ilegal aquel domingo 7
de julio, Renato no vio quién se la hizo, o sea el pueblo, sino quién se la
tenía que pagar.
Y así fue como delató al gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Se presentó con cara descompuesta a recoger su constancia de
mayoría como diputado local electo, en la sede del distrito XXX. Estaba
furioso. Quiso encubrirlo con un aire de desánimo. Así lo dijo, no lo dejó a la
imaginación. “Yo no me siento bien pero yo dije aquí me muero en la raya porque
no se vale la traición al interior del partido”, le dijo a la prensa. Afirmó
que en la elección no hubo fuego amigo sino infierno amigo.
Renato Tronco tiene la costumbre de culpar al mundo de sus
errores. Ahora dice que los priistas lo traicionaron. Los responsabiliza de
haberle jugado las contras. Afirma que los operadores del PRI apoyaban al PRD y
a su candidato a la alcaldía de Las Choapas, Marco Antonio Estrada Montiel.
Los lapsus mentales de Renato son de película. Le tiró lodo a la
doctora Nereida Santos Hernández, directora del Hospital Regional, con sede en
Coatzacoalcos, y a un personaje imaginario que vive en las alturas, que no es
Dios pero que habita en el piso de abajo.
Lo que dijo de la doctora Nereida Santos es evidencia de que los
funcionarios públicos, servidores públicos del gobierno de Veracruz, cuyos
salarios son pagados por los veracruzanos, operaron para el PRI. La confesión
es, por si Renato Tronco no se dio cuenta, una delación, pero también una
incriminación.
De paso se mordió la lengua. Acusó a la directora del Hospital
Regional de desatender su encargo, su función pública, y estar dedicada a
operarle al PRD.
La lengua de Renato es tan descontrolada como su cerebro. Dijo,
por ejemplo, que el dengue está imparable en Las Choapas, que hay ocho casos
por semana, y que la doctora Nereida Santos no hace nada, como si esa función
fuera suya. Pero lo grave es que él, Renato, fue partícipe del ocultamiento de
la crisis por el dengue, cientos de casos por mes, miles en un año, y que la
política oficial es no decir la verdad.
Su alegato se basa en un acto de traición cuando que es sabida
la vocación traidora de Renato Tronco. Se queja de la traición de los priistas
de Las Choapas, de la traición de los operadores del PRI, del apoyo de los
priistas al PRD para que Miguel Ángel Tronco perdiera la alcaldía, cuando que
Renato fue quien le hizo las contras a los candidatos del PRI en Agua Dulce y
en Moloacán, donde respaldó abiertamente las campañas de su otro hermano, José
María, del PT, y de su empleada, Xóchitl Ordaz, de AVE.
Si querían que nos vistiéramos de amarillo, nos lo hubieran
dicho, refiere ahora un Renato Tronco que en sus adentros sabe que su hermano y
él mismo, pùes era su operador, perdieron la elección, y que la tuvieron que
violentar con tal descaro, con las urnas rellenas de votos que no emitió la
ciudadanía choapense.
El otro disparo de Renato tuvo como destinatario el gobernador
de Veracruz y, sin duda, es lo más delicado del asunto. No tuvo el valor para
llamarle a Javier Duarte por su nombre, pero la alusión es clara e
incriminatoria. Le faltó con qué decirle traidor al gobernador Duarte.
Dijo que “no se vale lo que alguien hizo de arriba, y no
precisamente Dios, sino de alguien menos de arriba que está al mando de todo”.
Quien estuvo al frente de las estructuras priistas en Veracruz
fue Javier Duarte, el que estuvo al mando de la asignación de recursos, el
responsable de la estrategia para adueñarse de los programas sociales y de
condicionar con ellos el apoyo a los millones de veracruzanos en condición de
pobreza, en el campo, en las zonas marginadas, en los sindicatos y en todo
lugar que pudiera significar la diferencia entre el PRI y la oposición.
Renato Tronco ligó su exabrupto hacia los operadores que, según
él, lo traicionaron y le reventaron la elección en Las Choapas, con la alusión
a “alguien de arriba, y no precisamente Dios, sino de alguien menos de arriba
que está al mando de todo”.
Lo dicho por el ex alcalde de Las Choapas es una delación. Es la
revelación de que Javier Duarte operó las campañas del PRI y la evidencia de
que funcionarios públicos del gobierno estatal fungieron como operadores
priistas en la elección del 7 de julio. Es también un acto de traición al
gobernador de Veracruz, a quien le debe ser hoy diputado local electo y que
hermano Miguel Ángel haya sido candidato a la alcaldía, aunque en su caso fue
derrotado y tuvieron que robarse los votos para entronizarse en la presidencia
municipal.
Javier Duarte no es Dios. Es “alguien que está menos arriba” y
“está al mando de todo” en Veracruz. Tronco lo identifica como un traidor, pero
él, Tronco, que también traiciona, se asume como un delator.
Duarte orquestó un plan para disponer de dinero de origen
público para entregarlo a sus operadores, diseminados por todo el territorio
veracruzano, para comprar el voto, manejar los consejos electorales y
determinar a quién darle el triunfo y a quién negárselo, y una vez descubierto
el fraude, agravió la voluntad popular y con descaro reprimió la protesta y
envió a su policía a acallar las voces de miles de ciudadanos que no están
dispuestos a que se atropelle la democracia y se aplaste la voluntad popular.
Lo único que faltaba era que alguien de adentro del sistema
delatara a Duarte. Y ese traidor fue Renato Tronco.
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