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TOMADO DE PROCESO
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El 30 de
abril de 2012, don Julio Scherer se trasladó a Jalapa a un desencuentro con el
entonces gobernador Javier Duarte. Dos días antes habían asesinado a la
corresponsal de Proceso en Veracruz, Regina Martínez, periodista comprometida,
cuya honradez y profesionalismo era reconocido hasta por sus propios
adversarios.
El homicidio de Regina Martínez era
el primer caso de un reportero asesinado en la casa de Scherer. Amenazas hubo
muchas, pero nunca habían llegado tan lejos como en ese momento oscuro y triste
para muchos de los que fuimos colegas de Regina. El artero crimen conmocionó a
Scherer. “Regina toca nuestro corazón”, escribió en su libro Vivir.
A ese desencuentro con Duarte
acompañaron a don Julio Scherer el director general de la revista, Rafael
Rodríguez Castañeda, el subdirector Salvador Corro, el colega y reportero Jorge
Carrasco y el fotógrafo Germán Canseco.
Así describió Scherer en Vivir al hoy
gobernador con licencia, monumento a la criminalidad más atroz que haya dominado
Veracruz desde el Palacio de Gobierno:
Duarte de Ochoa los escuchó y tomó la
palabra. Su discurso se disolvió en palabras rutinarias, abusivamente
aburridas. Habló como los oradores, sin una idea original, igual que los de su
clase. La investigación sería exhaustiva, las fuerzas del orden no se darían
reposo hasta dar con los criminales. Agregó que Veracruz vivía en el cauce de
un río que no alcanzaba la turbulencia. Prevalecía el Estado de Derecho.
No pude más y le dije al gobernador
que no le creíamos, que su discurso estaba de más. Yo pretendía dejar claro en
palabras inequívocas que no siguiera por ahí.
Rodríguez Castañeda intervino,
ríspido, directo. Dio cuenta del hostigamiento del que Proceso era objeto. La
revista era confiscada en los números ingratos para el gobernador estatal y a
nuestra Regina no se le había tratado de la mejor manera. El gobernador se
mantuvo en silencio y dio la palabra a cada uno de sus colaboradores…
Me sentí obligado a intervenir. No se
trataba sólo de esclarecer el homicidio –Regina toca nuestro corazón-, sino de
llegar a las aguas profundas en las que Veracruz se debatía en la zozobra, como
el país.
De las oficinas de gobierno nos
trasladaríamos al hotel Marriot de Jalapa. Ahí reservaríamos una pequeña sala
para redactar el comunicado a través del cual divulgaríamos nuestra posición
frente al crimen. A la vez, entablaríamos relación con la familia de Regina, a
fin de ponernos íntegros a su disposición.
El gobernador, por su cuenta, había
dispuesto para nosotros cinco recámaras con todos los servicios. Advertimos que
no habíamos de utilizar los aposentos, que esa misma noche regresaríamos a la
Ciudad de México.
También dijimos que no tenían las
autoridades por qué hacerse cargo del alquiler de nuestra modesta sala de
trabajo… Más aún, el gobernador había ordenado que un jet ejecutivo nos
trasladara en vuelo directo a la Ciudad de México. Rehusamos atenciones que no
corresponden a nuestro modo de ser”.
Este episodio fue el preludio del
desastre acrecentado que se vivió en Veracruz durante el duartismo y llega
hasta nuestros días. El desencuentro con Duarte fue tan duro para Scherer que
lo procesó en una pesadilla. Así la describió en el mismo libro:
En la casa me acosté, pienso que con
fiebre. De pronto me vi en el suelo. Me había caído de la cama y azotado la
cara contra el piso de madera. Escuché el crujido. Pensé era un hueso roto.
Había sucumbido a una pesadilla.
Cuatro sujetos me secuestraban y yo me defendía con fuerzas completas de mi
cuerpo. Pateaba desesperado y desperté en el suelo…
Finalmente me puse de pie. Sentí un
mareo intenso que poco a poco se fue desvaneciendo. Fui al baño para mirarme en
el espejo. Vi la hinchazón naciente en la cara, una rasgadura, los primeros
signos del hematoma.
Esa misma noche, don Julio acudió a
Proceso “para contarles del suceso que nos estremecía”. Nunca nos ha dejado de
estremecer. La pesadilla de Scherer parece resumir lo vivido en un sexenio de
horror para Veracruz.
La pesadilla del periodista Scherer
ha sido también la pesadilla de una sociedad en tiempos de guerra oscura, en
tiempos de canallas, de plumas y micrófonos rentados a la cleptocracia más
cínica y cruel.
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