En el pico, hubo alrededor de 1.000 soldados y contratistas y hasta 51 edificios militares estadounidenses en Colombia. Esos números han disminuido sustancialmente. ¿Sería posible el desembarco de "5.000 tropas" en el país, como sugería la libreta de Bolton?
1/29/2019
Investigación
En el pico, hubo alrededor de 1.000 soldados y
contratistas y hasta 51 edificios militares estadounidenses en Colombia. Esos
números han disminuido sustancialmente. ¿Sería posible el desembarco de
"5.000 tropas" en el país, como sugería la libreta de Bolton?
La frase en la libreta de John Bolton, el consejero de
Seguridad Nacional de Donald Trump, generó el revuelo: "5.000 tropas para
Colombia". ¿Era el indicio de la voluntad de guerra contra Venezuela o
apenas una jugarreta amenazante del gobierno de Estados Unidos? La anotación
causó más preocupación tal vez por tratarse de Colombia, un aliado cercano, un
país donde hay presencia significativa de militares y contratistas
norteamericanos al menos desde la década de los 90. ¿Cómo ha sido realmente esa
presencia militar y qué luces arroja sobre lo que podría pasar ahora?
Cada año, el Departamento de Defensa de Estados Unidos
produce un informe conocido como el Base Structure Report, un inventario de los
bienes que ese organismo, que controla a las Fuerzas Militares gringas, tiene a
lo largo y ancho del mundo. En algunas de sus ediciones también registran la
cantidad de tropas de las que disponen en el extranjero. SEMANA consultó estos
documentos desde el año 1999. Allí se revela el pico y el valle de la fuerza
militar estadounidense en Colombia.
El último Base Structure Report, publicado el año
pasado, da cuenta de que el Departamento de Defensa apenas tiene un edificio
militar en Colombia. Los únicos datos que entrega corresponden a una propiedad
de 1.950 metros cuadrados, sin más especificaciones. En ese informe no se dice
qué cantidad de militares o civiles ligados al servicio americano hay en el
país. Que solo haya una locación propia señala una presencia reducida, aunque
las fuerzas gringas pueden operar para fines específicos en la infraestructura
del estado colombiano. Hace poco, la situación era muy distinta.
En contexto: "5.000 soldados en Colombia",
un apunte en la libreta de Bolton que sembró la intriga.
Apenas cuatro años antes, en 2014, había 57 militares
estadounidense activos Colombia, y otros 12 civiles vinculados como
contratistas gringos. Y en 2012, la Fuerza Aérea gringa tenía 51 edificios
propios, avaluados en 22 millones de dólares, mientras que el Ejército de ese
país tenía 24 propiedades arrendadas. Entre todos esos bienes sumaban 51.473
metros cuadrados de infraestructura militar de Estados Unidos en Colombia. Es
decir, en los últimos 6 años, la reducción de esa presencia ha sido ostensible.
La presencia militar gringa en Colombia está regulada
por acuerdos suscritos por los dos países, y que deben ser aprobados por ambos
congresos, explica Sebastián Bitar, profesor de la Escuela de Gobierno de la
Universidad de Los Andes y autor del libro "La presencia militar de
Estados Unidos en América Latina: bases y cuasibases", publicado en 2017.
Esa colaboración ha estado enmarcada dentro del Plan Colombia. Es decir, los
militares y contratistas de Estados Unidos están en el país con motivo de la
lucha antidrogas. Si, por ejemplo, vinieran en el contexto de un conflicto
bélico con Venezuela, se tendría que tramitar un nuevo acuerdo entre las
naciones.
En 2014 había 57 militares estadounidense activos
Colombia, y otros 12 civiles vinculados como contratistas gringos.
Esos acuerdos son los que ponen límites. Cuando
arrancaron, hacia el año 2.000, se permitían 500 soldados y 300 contratistas
civiles gringos en el país. Luego la proporción varió a 400 militares y 400
contratistas. En 2004, en el auge del Plan Colombia, pasó a 800 soldados y 600
contratistas, cifras que se mantuvieron por los años siguientes. Sin embargo,
que sea el tope, no significa que represente la presencia real, pues esta suele
ser menor de lo establecido, explica Bitar.
Pero también hubo momentos en que la influencia fue
tal que desbordó esos márgenes. A finales de 2001, por ejemplo, se desató una
polémica nacional protagonizada DynCorp, una empresa contratista con el
gobierno de Estados Unidos que en Colombia se dedicaba, sobre todo, a la
fumigación aérea de cultivos de uso ilícito. Una investigación publicada
entonces por SEMANA reveló que había alrededor de 1.000 profesionales de guerra
estadounidenses en Colombia, entre ellos muchos oficiales retirados de las
fuerzas especiales del Pentágono. Es decir, se estaba violando el tope que
establecía un máximo de 800 personas entre militares y civiles. Y, por si fuera
poco, los contratistas de esa empresa se salieron de control.
Entonces se les vinculó con el envío de heroína desde
Colombia a una base militar en la Florida. También hubo quejas de indisciplina
y roces con las autoridades colombianas. “Es gente muy difícil de manejar. La
mayoría de ellos son altos consumidores de droga. Muchos se inyectan antes de
volar (los aviones fumigadores). Varios oficiales han tenido enfrentamientos
abiertos con esos pilotos porque no respetan la disciplina castrense en las
bases militares. Y nuestros oficiales no aceptan que estos hombres, por más
experimentados que sean en el campo de la guerra, estén consumiendo droga
dentro de las instalaciones militares”, le dijo entonces un oficial colombiano
a SEMANA.
"Se estima que los equipos SAR, una especie de
Fuerza Delta privada, han participado en unas 15 misiones de rescate en los
últimos seis años en el país en operaciones"
Los primeros enviados de DynCorp habían llegado a
Colombia en 1993, después de pasar por guerras en Asia, el Golfo Pérsico y
Centroamérica, por lo que algunos los señalaban como mercenarios. Y aunque
actualmente la presencia de estadounidenses se limita a apoyar en logística,
inteligencia y entrenamiento a los militares colombianos, en ese entonces sí
participaban directamente del combate. "Se estima que los equipos SAR, una
especie de Fuerza Delta privada, han participado en unas 15 misiones de rescate
en los últimos seis años en el país en operaciones", dijo SEMANA en 2001.
Otro episodio que marcó esta historia de colaboración militar y que a la larga pudo influir en el descenso de esa presencia extranjera en Colombia ocurrió en 2009, cuando el gobierno de Álvaro Uribe llegó a un acuerdo con Estados Unidos para permitir la llegada de militares de ese país a siete bases colombianas. La iniciativa causó tensión en todo el continente y agudizó el choque con el gobierno venezolano de Hugo Chávez. En el fondo, lo que se buscaba con el acuerdo era acondicionar al país para una eventual guerra aérea con Venezuela.
Un año después, la Corte Constitucional dejó sin
efectos el acuerdo, al determinar que, por modificar sustancialmente los pactos
anteriores, tenía que ser aprobado por el Congreso, como nunca sucedió. Es
decir, el tribunal dejó abierta la ventana para que la propuesta se tramitara
en el Capitolio, pero el gobierno que acababa de entrar, el de Juan Manuel
Santos, no lo hizo.
Eso no significa que no haya personal norteamericano
en instalaciones militares colombianas. "En Colombia hay algunas
autorizaciones tácitas para colaboración en temas militares -que pueden
aterrizar aviones- y en edificios de bases militares puede haber personal de
Estados Unidos. Pero no hay autorización sin restricciones. El gobierno
colombiano tiene que estar informado. No hay un acuerdo permanente de uso de
bases pero sí hay flexibilidad", explica Bitar.
A la luz de la historia reciente y de las normas que
rigen la presencia militar extranjera en el país, el desembarco de "5.000
tropas" en Colombia no parece una opción posible, al menos en el corto
plazo. No solo desbordaría el tope histórico y permitido de militares en
Colombia, sino que tendría que tramitarse a través de los congresos de los dos
países, y en un marco de conflicto internacional, muy distinto al de la lucha
antidrogas que ha regulado la colaboración entre Colombia y Estados Unidos.
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