Tomado de Pedro Salmerón
El 2 de octubre de 1968 el
gobierno acabó con el movimiento y al mismo tiempo lo hizo inolvidable. Obtuvo
el triunfo de las armas frente a un movimiento desarmado y sufrió una
incalculable derrota moral. Mucha gente murió, nunca sabremos cuántos pero los
testimonios hablan de varios centenares. El presidente quiso restarle
importancia hablando de 20 o 30, como si disminuyendo el número disminuyera el horror.
Buena
parte de los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga fueron detenidos, entre
ellos, tres que narraron después los hechos: Luis González de Alba, Gilberto
Guevara Niebla y Raúl Álvarez Garín.
Se
trató de una emboscada instrumentada por dos grupos de francotiradores, unos
del Estado mayor Presidencial y otros de la Dirección federal de Seguridad, que
abrieron fuego contra la multitud y contra los soldados desde las posiciones
que habían ocupado horas antes del inicio del mitin, en los edificios.
Fue un
crimen de Estado. La decisión se tomó en los más altos niveles del gobierno y
de una u otra manera estuvieron directamente involucrados Gustavo Díaz Ordaz,
Luis Echeverría, Alfonso Corona del Rosal y Marcelino García Barragán. La
decisión era acabar con el movimiento simulando un enfrentamiento del mismo con
el ejército… la conspiración. La versión inmediata fue que los estudiantes
armados agredieron al ejército y éste respondió la agresión. Verdad oficial
insostenible y probadamente falsa, aunque la derecha y el PRI, como vimos ayer
en las redes, la sigue sosteniendo sin rubor y sin vergüenza.
Filmes
y documentos gráficos muestran de qué se trató: el Ejército entrando a la plaza
con bayoneta calada, las bengalas que salen de un helicóptero dando la orden a
los francotiradores de abrir fuego, fuego continuo durante casi media hora y
después intermitente durante dos horas más, tiros desde varios edificios, la
multitud inerme corriendo para salvar la vida, los francotiradores del Estado
Mayor Presidencial (Batallón Olimpia) identificados por un guante blanco,
tomando el control del edificio Chihuahua para detener a los miembros del CNH…
La
versión del gobierno se sostenía en los hechos, ciertos, de la herida del
general Hernández Toledo y la muerte de varios soldados. Los primeros disparos
vinieron desde los pisos altos de los edificios circundantes. ¿Quiénes
dispararon?
El
Gral. Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, heredó a su
hijo, Javier García Paniagua, un testimonio personal y documentos probatorios
que éste, a su vez, dejó a Julio Scherer para que los publicara después de su
muerte. Ahí se descubre el núcleo de la conjura. Dice García Barragán:
“Entre
las 7 y 8 de la noche el Gral. Crisóforo Mazón Pineda (comandante de las tropas
en el “operativo Tlatelolco”) me pidió autorización para registrar los
departamentos, desde donde todavía los francotiradores hacían fuego a las
tropas. Se autorizó el cateo. Habían transcurrido 15 minutos cuando recibí un
llamado telefónico del Gral. Gutiérrez Oropeza (jefe del EMP), quien me dijo:
“Mi general, yo establecí oficiales armados con metralletas para que dispararan
contra los estudiantes, todos alcanzaron a salir de donde estaban, sólo quedan
dos que no pudieron hacerlo, están vestidos de paisano. Temo por sus vidas. ¿No
quiere ordenar usted que se les respete?” Le contesté que se lo ordenaría al
general Mazón, cosa que hice inmediatamente.”
Minutos
después ambos oficiales se presentarona las tropas y dijeron al Gral. Mazón que
tenían órdenes del Gral. Gutiérrez Oropeza (jefe del Estado Mayor Presidencial)
de disparar contra los estudiantes.
Es
decir, oficiales del EMP, que recibe órdenes directamente de la presidencia,
fueron los que abrieron el fuego. El mando del ejército tenía órdenes de
desalojar la plaza a la bayoneta, sin disparar, a menos que fueran agredidos,
entonces, debían responder el fuego. Cae el general que los comanda, caen
estudiantes… Los soldados disparan. Hay tomas y testimonios que muestran que la
mayoría disparan por encima de las cabezas de los estudiantes, hacia los pisos
de los francotiradores. El batallón Olimpia controla el edificio Chihuahua y
aprehende a los miembros ahí presentes del CNH, pero resienten el fuego de los
soldados, por eso, su insistencia en identificarse: “¡Aquí batallón Olimpia!”
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