Algo está pasando con la mística panista. Hasta hace unos años, el autonombrarse panista, o cuando menos simpatizante del PAN era un símbolo de estatus social. La gente pensante, la que buscaba una mejoría para el país era panista, la gente buena, la gente ¨decente¨ era panista, y lo proclamaba a mucho orgullo. Aquéllos que militaban en el PRI si acaso lo comentaban en voz baja y con un ¨dejo¨ de pena, pues a los ojos de la sociedad, el ser priísta o simpatizar con ese partido político, implicaba un estigma social. Lo peor era ser perredista, eran los enemigos de la nación, los que se oponían a todo, los revoltosos, la ¨chusma¨, el lumpen de la sociedad.
Todo esto se generó gracias a una estrategia de propaganda que al partido acción nacional le funcionó durante el sexenio de Zedillo, para obtener poco a poco el poder en las urnas. Recordemos que Salinas de Gortari gracias a las ¨concertacesiones¨, le otorgó al PAN sus primeras gubernaturas, pero éstas fueron resultado de arreglos cupulares, y no por un verdadero triunfo en las urnas. Así, el PAN logró desprestigiar a su principal adversario político, y logró permear en la población y en la opinión pública, gracias a una estrategia muy bien manejada, mediante la cual se logró la ¨vertebración¨ de la sociedad, es decir, crear una serie de organismos y agrupaciones de índole aparentemente privada, pero que opinaban sobre los asuntos públicos de manera concertada, pero a ojos de la sociedad, eran entes diferentes que coincidían en los distintos puntos, en particular en la crítica al partido en el poder, y esto se hacía a nivel municipal, a nivel distrital, a nivel estatal y a nivel federal.
Tan buena fue la estrategia, que en el año 2000 ganaron la presidencia de la república, con un candidato que desde el principio demostró que no estaba preparado para gobernar el país, pero que se ofreció como un producto generador de un cambio –que nunca llegó-.
Hoy sin embargo, la opinión pública vuelve a cambiar. Los vientos ya no son favorables a acción nacional, y esto se debe a una serie de errores de estrategia de comunicación y sobre todo, a errores en el actuar como gobierno. Algunos dirían que es parte del precio que hay que pagar como desgaste ante la opinión pública por ejercer el poder. Pero no es sólo eso, también se debe a la intolerancia que han mostrado sus miembros y simpatizantes, desde los más prominentes hasta los más humildes, y también se debe, a una estrategia que ya descubrió la opinión pública, que es la de asumir como propios los logros de los demás partidos políticos. Con absoluto descaro personajes del PAN asumen como propios, proyectos emanados del PRI o del PRD que generan simpatías en la opinión pública.
A partir del posible fraude en la elección de 2006 y la imposibilidad del presidente Calderón de legitimarse con su guerra contra el crimen organizado el PAN se ha deteriorado ante la opinión pública. La intolerancia exhibida incluso dentro de sus propias filas, la ausencia de respeto a sus principios básicos y la mentira utilizada como propaganda han mermado la base de simpatizantes de este partido político. Lo más grave, es que esto no se debe a aciertos del PRI o del PRD, sino a errores generados en el seno de acción nacional. Tal parece que asumir el gobierno de la república en lugar de generar un círculo virtuoso en el cual se observaría un gobierno con los principios de los fundadores del PAN, ha convertido al PAN en un engendro que contiene lo más criticable de los peores tiempos del PRI y del PRD, pero corregido y aumentado, con ausencia de democracia, con autoritarismo, con desprecio a la militancia, incluso a sus baluartes históricos, y sobre todo, con una absoluta traición a los principios que con tanto cuidado se han enseñado a la militancia, miembros activos y adherentes, y a la ciudadanía en general.
Hoy la mística del PAN está extraviada en el sueño de poder, de lograr el poder por el poder, sin importar cumplirle a los ciudadanos que sufragaron por ese partido político… sin cumplirle sobre todo, a su propia militancia y a su propia base de votantes que hoy han dejado de ser parte del voto duro de acción nacional, y desencantados buscan otra opción política o se pasan al grupo del abstencionismo.
Los panistas que han sobrevivido a las purgas internas, se han vuelto pragmáticos, prácticos, lejanos a la filosofía que aprendieron en el seno de su partido político. En pocas palabras se han adaptado a las nuevas circunstancias, pero con ello han traicionado lo más valioso que tenían, su propia esencia como partido y como personas. Este es el estigma que hoy carga quien se denomine a sí mismo como panista.
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