1 de octubre de 2010

El padre David y el obispo del Golfo

principios de 2010 salió a la venta el libro La historia del padre David y el obispo triste (editorial Perfiles 23, México, 2009), donde el sacerdote orizabeño Nermí Delfino Sánchez de la Cruz revela aspectos bochornosos del comportamiento del clero: desde abusos sexuales, embarazos y abortos clandestinos, hasta crímenes, intrigas políticas, adicciones y narcotráfico.

Sánchez de la Cruz se ordenó en 1991 y en enero de 2003 fue expulsado de las filas clericales, presionado por el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, luego de un proceso “confuso y falto de pruebas”, según se afirma en dicha obra, escrita en forma novelada, sin mencionar directamente los nombres de los involucrados.

Nermí Delfino era titular de la parroquia de Omealca, lugar donde a principios de ese año fueron ahorcados dos jóvenes en circunstancias no aclaradas y que motivaron señalamientos contra él, por lo que el obispo le pidió su renuncia (www.impreso.milenio.com/node...).

El obispo del Golfo
 
Nacido en Monterrey en 1949, Patiño se ordenó en 1977 y el 15 de abril de 2000 Juan Pablo II lo nombró primer obispo de la Diócesis de Córdoba.

En La historia del padre David se le describe como un prelado autoritario, aficionado al lujo, “acostumbrado a comer arrachera en charola de oro no sin antes probar cabrito al pastor con ensalada de aguacate, su preferido pues es regiomontano” (p. 85).

Desde entonces, ha protagonizado hechos escandalosos, como el registrado el 14 de agosto de 2009, cuando el prelado, que conducía con exceso de velocidad una camioneta Nissan Pathfinder, atropelló en el centro de Huatusco a cinco vendedores ambulantes y mató a la señora Reyna Marchena Vázquez, de 75 años.

El prelado fue detenido por la policía, pero rápidamente salió libre bajo fianza y se limitó a pedir una “sincera disculpa” a los que resultaron lesionados y expresar su “pena” por la persona que falleció.

En un comunicado diocesano se exhortó a los fieles: “Pedimos que hagan oración, tanto para la señora fallecida, la iglesia pide perdón, vamos a pedir por la paz, pedimos perdón por lo que ha pasado y se les invita a hacer mucha oración y en oración vamos a entender las cosas y los caminos que Dios nos ha preparado”.

Por su parte, Francisco Portilla Bonilla, subsecretario de gobierno del estado, en el actual tono de complicidad del priismo con la jerarquía católica, compadeció no a las víctimas sino al prelado, pues comentó que “el gobierno lamenta la situación que vive la iglesia católica y más aún el momento que está pasando el obispo, Eduardo Patiño Leal, al estar involucrado en esta lamentable situación. Es para el gobierno una tristeza y mostramos nuestra solidaridad al pueblo católico y al prelado”

Unos meses después, el 27 de diciembre de 2009, en vísperas del Día de los Inocentes, el prelado, que había matado a una anciana, proclamaba la necesidad de “defender la vida desde su concepción hasta su muerte natural porque nadie tiene derecho a atentar contra un ser humano”.

En la web han circulado críticas contra el obispo, como la Quinta carta del presbítero Pablo Hernández Mojica sobre el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, fechada en Córdoba el 13 de abril de 2008, donde se explica que el prelado tolera los abusos de sus protegidos a la vez que acosa a sus críticos.

Hernández Mojica señala, por ejemplo, que ante una denuncia escrita que le presentó al prelado acerca de “la lamentable relación amorosa del P. Margarito Flores con la secretaria parroquial”, a quienes se sorprendió “abrazados en la cama del P. Margarito, Patiño la leyó y… prefirió insultarme y amenazarme de muchas maneras… Su reacción fue y sigue siendo asquerosamente inadmisible… dijo con voz fuerte, casi gritando: ‘Que te lleve tu puta madre’… Al día siguiente, después de escuchar de la boca del P. Margarito Flores que sí tenía relación marital con la secretaria, le pedí al obispo permiso para dedicarme a la Pastoral Educativa y entregarle la Parroquia; aceptó la propuesta, pero me retiró las licencias ministeriales, lo que me impide celebrar los sacramentos y aún así él cree que hizo lo correcto y espera que yo le pida perdón…”

En la obra de Nermí Delfino Sánchez se revela que el obispo ha enviado a curas que no se someten a sus dictados al Centro de Adicciones de Occidente, manejado por la iglesia católica en Guadalajara.

Adicciones clericales

Se habla, por ejemplo, de un sacerdote castigado de esa manera por no haber apoyado al Partido Acción Nacional (PAN), sino a otro partido en las votaciones.

Leemos: “Era sábado por la mañana cuando (el obispo) recibió al senador de origen español y quien llegó en una carreta tapizada con telas blancas bordadas en oro… El senador le pidió al obispo que el padre Rommel fuera enviado al Centro de Adicciones por haber favorecido el triunfo electoral de otro partido distinto al del senador y al del obispo del Golfo”, se cuenta en referencia a un sacerdote que hizo proselitismo a favor del tricolor (La historia del padre David y el obispo triste, p. 97).

Según se ha comentado en medios locales: “No es complicado deducir que uno de los políticos novelados es el cordobés Gerardo Buganza Salmerón, quien fue candidato del PAN a la gubernatura en 2004 y que tiene una estrecha cercanía con el obispo del Golfo, identificado también con el partido de la derecha” (www.notiver.com.mx/index.php...).

El padre David, que en la novela encarna a otra de las víctimas del obispo del Golfo, fue también enviado a ese centro, donde conoció historias de sacerdotes que cayeron en desviaciones pastorales, morales y hasta en crímenes, como el cometido por “un (sacerdote) compañero (que) había descuartizado a una mujer en la madrugada de un Sábado Santo después de robarle tres orgasmos en tan breve espacio con una técnica que aprendió por internet, y cuando quiso extorsionarlo, perdió el control y dejó escapar sus instintos de carnicero, pues su padre y abuelo se habían dedicado a este oficio. Sin ningún remordimiento, echó los pedazos de carne femenina en bolsas de supermercado y los fue a depositar al contenedor de basura a la vuelta de la casa parroquial” (La historia del padre David y el obispo triste, p. 50).

En su estancia de 117 días en el Centro de Adiciones, el padre David “descubrió que un alto porcentaje de sacerdotes tiene adicción al alcohol, al sexo, al enganche afectivo, a las apuestas y hasta a las drogas. Se dio cuenta de la incapacidad que hay en el sacerdote de amar con arte, de amar de veras, de amor auténtico” (p. 48).

Más aún, “lo realmente intolerable es el modo de vida de los obispos y de la alta jerarquía, porque además de lo mencionado, su nivel de elite les permite viajes, comidas exóticas y toda clase de excesos”.

Interrogado acerca de esos excesos, el autor de ese libro ha dicho: “No es nada difícil de imaginarnos cómo vive hoy un obispo, no digo que todos, pero hay alguno que por ahí puede vivir con mucha riqueza”

Edgar González Ruiz

Maestro en Filosofía. Investigador y periodista, especializado en la derecha política en México y América Latina. Ha publicado varios libros, como: La Última Cruzada (2001); Los Abascal (2002); Cruces y Sombras (2006); El clero en armas (2007). En 2005 obtuvo el Premio José Martí; en 2006, el Premio Nacional de Periodismo, de México. Colabora en Contralínea.

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