RAYMUNDO RIVA PALACIO
Cómo fue construyendo Javier Duarte su riqueza es como
observar un rompecabezas de locura y disparates. Si quería unos aretes para su
esposa, la orden era comprarlos en las joyerías de Campos Elíseos. Si quería
celebrar la Fiesta de la Candelaria, qué mejor que comprar una lancha italiana
para la procesión acuática. ¿Quería retirarse en Miami? Entonces compró una
casa en Coral Gables, el barrio de alto ingreso al sur de esa ciudad. ¿Cambió
de opinión sobre dónde retirarse? Entonces adquirió una mansión en Bosques de
las Lomas. ¿De dónde salía el dinero? Las indagatorias de la PGR son precisas:
del erario veracruzano.
La forma osada y descarada como presuntamente amasó Duarte su fortuna en los tres primeros años de su gobierno en Veracruz no se puede explicar sin la arquitectura que diseñó Moisés Mansur Cisneyros, un mexicano de madre brasileña sin recursos como él, que conoció en la Universidad Iberoamericana y con quien compartió la casa de estudiantes cerca de la universidad, cuya ambición descomunal lo introdujo a un mundo que hoy está colapsado y los tiene huyendo de la justicia. Mansur Cisneyros le presentó a José Juan Janeiro Rodríguez y Rafael Gerardo Rosas Bocardo –que aparecen como los propietarios del hoy famoso rancho Las Mesas en Valle de Bravo– para que movieran el dinero, y a Alfonso Ortega López para que ejecutara las transacciones a través de diversas empresas que constituyó y hoy se sabe, eran fantasmas.
Ortega López, un abogado corporativo, amigo de Mansur Cisneyros desde el kindergarten, conoció a Duarte en 1996 en sus tiempos de universitarios, aunque él estudió en el ITAM. No volvió a tener contacto con él, aseguró a los agentes ministeriales de la PGR que lo interrogaron por primera vez el 12 de octubre pasado, hasta 2009, cuando Duarte era diputado federal, por mediación de Mansur Cisneyros, poco antes de ser candidato al gobierno de Veracruz. En 2010, como gobernador electo, lo invitó a colaborar con él en inversiones y negocios, pidiéndole que buscara oportunidades para invertir su dinero, porque él estaría dedicado a los asuntos del gobierno.
Lo primero que hizo Ortega López fue crear en 2011 una sociedad para un negocio inmobiliario. El 3 de febrero de ese año, escasos dos meses después de tomar posesión Duarte como gobernador, constituyó la Inmobiliaria Roor, donde el político y su esposa Karime Macías colocaron testaferros como propietarios, a través de la cual adquirió dos inmuebles en la calle de Sierra Fría, en el pomposo barrio de las Lomas de Chapultepec, donde “pretendía construir su casa de retiro”, por la que pagó 47 millones de pesos. Poco después le pidió constituir una empresa en Estados Unidos, Siamese Twin, Inc., que salió a su nombre, para comprar tres condominios en el elegante hotel St. Regis, en la Quinta Avenida en Nueva York. A través del despacho de Janeiro Rodríguez se pagaron, en tres transferencias, un total de un millón 200 mil dólares.
No había terminado el primer semestre de su primer año de gobierno cuando Duarte le pidió a Ortega López que constituyera otra sociedad porque se le había presentado la oportunidad, le dijo, de acuerdo con la indagatoria de la PGR, para la compra de parcelas en el ejido Lerma, en Campeche. El abogado estudió el proyecto y le comentó al gobernador que “no costaba mucho” –entre 15 y 20 millones de pesos–, pero que su potencial era “ilimitado” porque se podían hacer varias parcelas para construir casas, fraccionamientos ecológicos y “tener un ambiente en el que los inversionistas no tuvieran contacto con casas contiguas”. El ejido se le vendió a otra empresa, Terra Urbanizaciones y Desarrollos Inmobiliarios, y las parcelas salieron a nombre de Mansur Cisneyros, Janeiro Rodríguez y Rosas Bocardo. En total se compraron 500 hectáreas en 25 millones de pesos, cuya operación coordinó un gestor, Antonio Almazán.
Para desincorporar el ejido, Ortega López se convirtió en avencindado y en una asamblea de ejidatarios, el 21 de agosto de 2011, se le aceptó como ejidatario. El abogado fue adquiriendo más parcelas por un monto no especificado y, en agosto de 2013, vendió la propiedad a Terra, a un precio valuado por un corredor de bienes raíces y un escriturado por un notario de la Ciudad de México, en 240 millones de pesos. Las parcelas de Mansur Cisneyros fueron vendidas al Consorcio Brades, vinculada a las empresas fantasma de Duarte.
Almazán era amigo de Ortega López, a quien le pidió que lo ayudara a encontrar parcelas ejidales para comprar en el país. La primera y única en la indagatoria fue Lerma, en el municipio de Campeche, por cuya operación Almazán se llevó cinco millones de pesos. Las parcelas fueron vendidas posteriormente por Terra a la empresa Cartujano Inmobiliaria, donde aparecen como socios Mansur Cisneyros y José Antonio Bandín Ruiz, a quien conoció desde sus tiempos de universitario, porque junto a la casa de estudiantes había un local llamado Pollos Río, que era de su familia. Bandín, quien cuando conoció a Mansur Cisneyros, era huérfano.
Ortega López pasó a ser apoderado de Cartujano cuando Bandín, extorsionado por personas que aún se desconocen, se fue a vivir a Houston en 2013. Todas estas operaciones fueron durante los primeros nueve meses del gobierno de Duarte. No serían las únicas. Todo estaba armado para el monumental desfalco en Veracruz. Incluso, uno de los abogados defensores de Duarte, Guillermo Barradas, quien lo ayudó a escapar de Veracruz, tiene su despacho en Prado Norte 135, el mismo edificio donde está Cartujano. El círculo estaba sellado.
Twitter: @rivapa
La forma osada y descarada como presuntamente amasó Duarte su fortuna en los tres primeros años de su gobierno en Veracruz no se puede explicar sin la arquitectura que diseñó Moisés Mansur Cisneyros, un mexicano de madre brasileña sin recursos como él, que conoció en la Universidad Iberoamericana y con quien compartió la casa de estudiantes cerca de la universidad, cuya ambición descomunal lo introdujo a un mundo que hoy está colapsado y los tiene huyendo de la justicia. Mansur Cisneyros le presentó a José Juan Janeiro Rodríguez y Rafael Gerardo Rosas Bocardo –que aparecen como los propietarios del hoy famoso rancho Las Mesas en Valle de Bravo– para que movieran el dinero, y a Alfonso Ortega López para que ejecutara las transacciones a través de diversas empresas que constituyó y hoy se sabe, eran fantasmas.
Ortega López, un abogado corporativo, amigo de Mansur Cisneyros desde el kindergarten, conoció a Duarte en 1996 en sus tiempos de universitarios, aunque él estudió en el ITAM. No volvió a tener contacto con él, aseguró a los agentes ministeriales de la PGR que lo interrogaron por primera vez el 12 de octubre pasado, hasta 2009, cuando Duarte era diputado federal, por mediación de Mansur Cisneyros, poco antes de ser candidato al gobierno de Veracruz. En 2010, como gobernador electo, lo invitó a colaborar con él en inversiones y negocios, pidiéndole que buscara oportunidades para invertir su dinero, porque él estaría dedicado a los asuntos del gobierno.
Lo primero que hizo Ortega López fue crear en 2011 una sociedad para un negocio inmobiliario. El 3 de febrero de ese año, escasos dos meses después de tomar posesión Duarte como gobernador, constituyó la Inmobiliaria Roor, donde el político y su esposa Karime Macías colocaron testaferros como propietarios, a través de la cual adquirió dos inmuebles en la calle de Sierra Fría, en el pomposo barrio de las Lomas de Chapultepec, donde “pretendía construir su casa de retiro”, por la que pagó 47 millones de pesos. Poco después le pidió constituir una empresa en Estados Unidos, Siamese Twin, Inc., que salió a su nombre, para comprar tres condominios en el elegante hotel St. Regis, en la Quinta Avenida en Nueva York. A través del despacho de Janeiro Rodríguez se pagaron, en tres transferencias, un total de un millón 200 mil dólares.
No había terminado el primer semestre de su primer año de gobierno cuando Duarte le pidió a Ortega López que constituyera otra sociedad porque se le había presentado la oportunidad, le dijo, de acuerdo con la indagatoria de la PGR, para la compra de parcelas en el ejido Lerma, en Campeche. El abogado estudió el proyecto y le comentó al gobernador que “no costaba mucho” –entre 15 y 20 millones de pesos–, pero que su potencial era “ilimitado” porque se podían hacer varias parcelas para construir casas, fraccionamientos ecológicos y “tener un ambiente en el que los inversionistas no tuvieran contacto con casas contiguas”. El ejido se le vendió a otra empresa, Terra Urbanizaciones y Desarrollos Inmobiliarios, y las parcelas salieron a nombre de Mansur Cisneyros, Janeiro Rodríguez y Rosas Bocardo. En total se compraron 500 hectáreas en 25 millones de pesos, cuya operación coordinó un gestor, Antonio Almazán.
Para desincorporar el ejido, Ortega López se convirtió en avencindado y en una asamblea de ejidatarios, el 21 de agosto de 2011, se le aceptó como ejidatario. El abogado fue adquiriendo más parcelas por un monto no especificado y, en agosto de 2013, vendió la propiedad a Terra, a un precio valuado por un corredor de bienes raíces y un escriturado por un notario de la Ciudad de México, en 240 millones de pesos. Las parcelas de Mansur Cisneyros fueron vendidas al Consorcio Brades, vinculada a las empresas fantasma de Duarte.
Almazán era amigo de Ortega López, a quien le pidió que lo ayudara a encontrar parcelas ejidales para comprar en el país. La primera y única en la indagatoria fue Lerma, en el municipio de Campeche, por cuya operación Almazán se llevó cinco millones de pesos. Las parcelas fueron vendidas posteriormente por Terra a la empresa Cartujano Inmobiliaria, donde aparecen como socios Mansur Cisneyros y José Antonio Bandín Ruiz, a quien conoció desde sus tiempos de universitario, porque junto a la casa de estudiantes había un local llamado Pollos Río, que era de su familia. Bandín, quien cuando conoció a Mansur Cisneyros, era huérfano.
Ortega López pasó a ser apoderado de Cartujano cuando Bandín, extorsionado por personas que aún se desconocen, se fue a vivir a Houston en 2013. Todas estas operaciones fueron durante los primeros nueve meses del gobierno de Duarte. No serían las únicas. Todo estaba armado para el monumental desfalco en Veracruz. Incluso, uno de los abogados defensores de Duarte, Guillermo Barradas, quien lo ayudó a escapar de Veracruz, tiene su despacho en Prado Norte 135, el mismo edificio donde está Cartujano. El círculo estaba sellado.
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