“No voltees, no mires atrás nunca, no revuelvas los escombros,
no hagas un recuento de lo perdido, no trates de entender en que momento la
vida como lo conocías terminó para siempre… Porque si lo haces vas a tener que
reconocer entre los muertos, a una parte de ti misma”, me dijo un día una
persona que sabía que con esa frase, muestra de resignación y cansancio, me
obligaba a sellar un pacto de por vida con quienes tienen que enfrentar esta
realidad cada día.
Cuando Sergio, mi amigo, mi maestro de filosofía, el que desde
jovencita me enseñó que la única posibilidad de vivir mil vidas en una era
leyendo, el que me llevó a San Gabriel Chilac en la sierra negra de Puebla a
ver de frente la realidad de un México desconocido para mí, el que me recordaba
siempre que ser joven y no ser revolucionario era una contradicción, el que me
ayudó a inscribirme entre los voluntarios que desde cada rincón del país
marchaban por la masacre de Acteal y Chenalhó, y el que durante años me escuchó
en la radio, me vio en la tele, o me leyó en NOTIVER solo para asegurarse que
no OLVIDARA a toda esa gente sin rostro ni voz que me confiaba sus historias me
dijo eso: “No voltees, no mires atrás, no revuelvas los escombros…” no lo podía
creer.
No era capaz de entender que el mismo hombre que me enseñó que
sólo sintiendo el dolor ajeno como propio puedes llamarte humano, y que solo a
través de la búsqueda de la verdad y la justicia puedes entender la diferencia
entre vivir y existir, me pidiera por primera vez cerrar los ojos, el alma, y la
boca… Tardé meses en descifrar su mensaje, yo acababa de salir de la cárcel y
aunque tratara de ocultarlo estaba hecha añicos, él estaba muriendo y aunque
tratara de ocultarlo había perdido la esperanza que la gente entendiera que un
gobierno que genera miseria “produce” votantes… El PRI acababa de nueva cuenta
de arrasar en Veracruz, Javier Duarte y Fidel Herrera le entregaban a su
partido 16 de las 21 diputaciones federales que se disputaban e esa elección.
Ahora entiendo que se sentía responsable por cada alma que forjó
en la lucha, por el dolor, por el cansancio, por el infierno de cada uno de sus
discípulos… En particular de dos, uno que se convirtió en sacerdote y resistía
con estoicismo el hambre y el frío en la sierra negra en San Gabriel Chilac porque
a diferencia del resto de los que estuvimos unos días ahí, él nunca pudo
olvidar la parte más desgarradora de un país indiferente, y la otra que luchaba
por contar esas historias porque estaba convencida que algún día harían eco en
el resto de la gente, aun desde una prisión desde la que era sometida a toda
clase de vejaciones.
Desde luego él era responsable de las consecuencias de enfrentar
al sistema, y aunque no me dio tiempo de decírselo porque murió a los pocos
días de nuestro encuentro, en la herencia de libros que me dejó, supe que hasta
su último respiro fue un alma rebelde, una de las que dejan el mundo mejor de
lo que lo encontraron, aunque su lucha no quede registrada en ningún libro de
historia.
¿Por qué le cuento esto en mi último día como columnista, como
reportera de NOTIVER? Pues porque quiero decirle a Sergio, en cualquier parte
del universo que esté, y a todos los que por años han seguido creyendo en este
espacio a pesar de las calumnias, de las infamias, de las perversidades que el
gobierno maldito de Javier Duarte, de Georgina Domínguez, de Alberto Silva, de
Luis Ángel Bravo, y de muchos más, han vertido en contra del ÚNICO medio que me
abrió las puertas y cobijo en las horas más oscuras, y de una servidora, que no
se equivocaron, que la lucha por terminar con estos infelices, rateros, y
corruptos, no surge de un discurso escrito para ganar un puesto político “algún
día”, sino de una semilla sembrada por un ser de una estatura moral muy
superior.
Hoy tomo un nuevo camino… Un camino que es parte de una vida que
YO NO ELEGÍ, que la raza maldita que “gobernó” Veracruz durante DOCE AÑOS
eligió para mí. Un camino en el que tengo que mirar atrás, que revolver los
escombros, que contar lo que cada uno de nosotros ha perdido, que desmenuzar el
momento en el que la vida como lo conocíamos cambió para siempre, que luchar
porque TODOS y CADA UNO DE ELLOS, los que nos obligaron a reconocer esa parte
muerta de nosotros mismos, sean juzgados y encarcelados. Un camino en el que no
puedo fallarle a la gente sin rostro ni voz que dejaron en el camino. Un camino
en el que tengo que cumplirle a la gente que en nombre de sus muertos y sus
vivos me eligió como su empleada. Un camino en el que el ÚNICO compromiso será
cada día, rescatar la verdad y la JUSTICIA como lo única posibilidad de
renacer.
Gracias NOTIVER, gracias jefa Charo y jefe Alfonso, por su
solidaridad y compromiso con LA VERDAD a prueba de balas, por salvarme la vida
tantas veces y de distintas formas. Gracias lectores por confiar y apoyar a
quien desde las alcantarillas del palacio les dijeron por años, como parte de
la más baja y cruel campaña negra emprendida en contra de UNA MUJER en este
estado, que era la peor asesina del mundo, manipulando historias, y comprando
plumas. Gracias Javier Duarte porque sin ti nunca hubiera podido conocer las
entrañas del sistema podrido que mientras sigas prófugo representas. Gracias
Luis Ángel Bravo porque sin tu saña jamás hubiera sabido el real significado de
la palabra RESILIENCIA, la capacidad de sobrevivir a golpes y torturas sin
perder la esencia. Gracias Alberto Silva por obligarme a ver y vivir de cerca
los más oscuros secretos y las más desgarradoras historias del sistema
penitenciario. Gracias Abogado Jorge Winckler por tu compromiso inquebrantable
con la JUSTICIA. Gracias Miguel Ángel Yunes Linares y Miguel Ángel Yunes
Márquez por su valor, por su lealtad, por su amistad, por la generosidad de
velar por mí, por mi hija, y por mi familia cuando más lo necesitaba. Gracias
Familia por resistir tanto, por entender tanto, por amar tanto, y por respetar
tanto los principios que ustedes me inculcaron, VALOR, HONESTIDAD, FE, y
VERDAD, a cualquier precio.
Al rendir protesta en unas horas como empleada de los ciudadanos
del distrito XIV en particular, y del resto de los veracruzanos en general, la
ética profesional me impide seguir escribiendo esta columna, y aunque
semanalmente escriba un artículo para ustedes, no será lo mismo, pero ni modo,
este es el compromiso que asumí, y este es el compromiso que tengo la obligación
de cumplir.
Aun así esta no es una despedida, porque aunque el camino sea
otro, el destino sigue siendo el mismo, el sueño con el que crecí y por el que
tantos años luche… Con ustedes y por ustedes, por nosotros y con nosotros, por
sus historias, por sus carencias, por sus dolores, por las injusticias que
padecen, pero sobre todo por la vida digna que debemos recuperar.
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