¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un
proyecto de la imaginación?
Carlos Fuentes. El Espejo
Enterrado
La profunda crisis financiera de Veracruz es solo una cara del
prisma de devastación que hay en la entidad. Crisis de derechos humanos, crisis
ambiental y crisis de confianza son otras caras del poliedro de la catástrofe
que han dejado a su paso por el gobierno veracruzano Fidel Herrera y Javier
Duarte, cuando menos. Imposible explicar la crisis financiera sin mirar las
otras caras de la arruinada y lacerada entidad, por lo que acusar al gobernador
con licencia (y prófugo) Javier Duarte tan solo por los delitos patrimoniales,
desviación de recursos y delincuencia organizada, significa dejar en el olvido,
es decir en la impunidad, las otras caras del prisma de la devastación.
Hipotéticamente y en el mejor de los casos, Duarte de Ochoa podría ser
procesado judicialmente por tan solo una parte de los delitos cometidos por su
administración, sin tocar el resto de infracciones y crímenes que llevan su
firma, bien por implicación directa, bien por complicidad, bien por omisión. En
cualquier escenario, la ruta de la impunidad está trazada mediante convenientes
negociaciones, turbios contubernios y acuerdos en lo oscurito. Cada día, cada
minuto que Javier Duarte permanece “prófugo de la justicia” (en Veracruz nadie cree
esta versión) es prueba fehaciente de la participación del gobierno federal
tanto en la devastación del estado como en la fuga y posterior ocultamiento del
–en los hechos- exgobernador. Si Duarte no ha caído es porque a Peña –y al
sistema en su conjunto- le conviene que siga fugitivo, quizás a la espera de
tiempos electorales para su (más que oportuna) detención.
México está ante el espejo de Veracruz. La catástrofe que vive el estado es
acaso una pálida sombra de lo que bien podría ocurrir en todo el país en 2018,
si no es que ya está en curso. La complicidad de los tres poderes de gobierno
con la delincuencia organizada es la causa de la hecatombe que vive el país y
es de la misma naturaleza, en magnitud amplificada, de la triste y dolorosa experiencia
veracruzana. Si en Veracruz el Ejecutivo contó con la evidente anuencia de los
legisladores, con la venia del Poder Judicial y la complacencia de los medios
de comunicación serviles, en México ocurre el mismo fenómeno de corrupción
galopante, robo descarado, desvío de recursos, tráfico de influencias, lavado
de dinero, ligas con cárteles de la droga y una densa red de complicidades que
involucra a empresarios, jerarcas religiosos, “periodistas” chayoteros,
políticos de toda laya, “representantes populares” y líderes de baja estofa
pero altísima ambición. Si en Veracruz el gobernador con licencia está
“prófugo” (de acuerdo con el discurso oficial machacado con sospechosa
insistencia), no sería en lo absoluto extraño que en su momento Peña Nieto camine
(o corra) por la misma senda, o una similar. De hecho ya lo está haciendo, si
nos atenemos a las evidencias.
En Veracruz, Javier Duarte movió a sus peones para que Luis Ángel Bravo
Contreras fuese nombrado Fiscal General del Estado, cargo con duración de nueve
años, a fin de garantizar su impunidad. Enrique Peña Nieto ha hecho un
movimiento semejante al nombrar a Raúl Cervantes Andrade como Procurador
General de la República, con la mira de convertirlo en Fiscal General por un
periodo de nueve años. Mismos movimientos, mismas intenciones: subordinar la
seguridad pública y la procuración de justicia al ejecutivo para, con ello, dar
un cheque en blanco a la impunidad. Lejos de buscar la autonomía en las
instancias de procuración de justicia, lo que se pretende es asegurar las
condiciones institucionales para la reproducción del sistema de arreglos y
componendas de la clase política y su intrincada red de negocios legales e
ilegales de la que obtiene amplios beneficios.
En este juego de espejos entre el país y Veracruz, destaca la composición y los
pactos en los respectivos congresos (el de la Unión y el local veracruzano)
para perpetuar a las élites políticas. El pasado sábado 5 de noviembre tomaron
posesión los diputados integrantes de la LXIV legislatura de Veracruz. Más allá
del número de diputadas y diputados de las diferentes bancadas, llama la
atención la integración del congreso con legisladores que viven de la política, profesionales de la
política podemos decir, en varios casos un oficio heredado de sus padres.
Veamos algunos casos: Nicolás Callejas Roldán, diputado del PRI, es el junior
hijo del viejo líder charro del SNTE Juan Nicolás Callejas Arrollo. También a
esta bancada pertenece Regina Vázquez, hija del “cacique del sur” Cirilo
Vázquez, asesinado hace diez años. Rodrigo García Escalante es hijo del actual
Contralor General del Estado, Ricardo García Guzmán, y hermano del alcalde de
Pánuco.
El PAN no se queda atrás y tiene como actual diputado a Bingen Rementería
Molina, hijo de Yulen Rementería, quien fue diputado de la legislatura
saliente. Otro diputado es Luis Daniel Olmos, hijo del alcalde perredista de
Emiliano Zapata, Daniel Olmos. Asimismo, su fracción legislativa cuenta entre
filas a ex alcaldes y ex diputados federales, lo que confirma la hipótesis de
que la clase política veracruzana, al igual que la nacional, busca perpetuarse
reciclándose como funcionarios de gobiernos municipales, estatales o federal,
cargos de representación popular, dirigencias partidistas o asesorías de dudosa
eficacia pero elevadísimo costo presupuestal.
La composición del Congreso veracruzano no tendría mayor inconveniente si los
legisladores guiaran sus decisiones en apego a derecho y con altura de miras,
acorde al trascendente mandato popular que dicen representar. Sin embargo, esto
no es así y las evidencias lo demuestran: la segunda fuerza electoral en
Veracruz, Morena, fue excluida de la Mesa Directiva del Congreso de Veracruz.
Marrulleros y acomodadizos, los diputados y diputadas del PAN, PRI y PRD se
aliaron para sacar de la jugada a Morena; al hacerlo dieron la espalda y
desconocieron la voluntad de miles de electores que confiaron su voto al
partido de López Obrador. Si el Pacto por México llevó al país en una espiral
descendente que no parece tener fin, en Veracruz se repite la historia de la
perniciosa alianza cuyo principal objetivo ha sido legitimar la corrupción, el
cinismo y la impunidad.
Juego de espejos donde se reflejan los rostros del país entero y del estado de
Veracruz. Realidades compartidas donde los asesinos y sinvergüenzas quedan
impunes, mientras la sociedad mira pasmada, enmudecida e impotente. En nuestras
manos está trazar una ruta diferente, tanto para Veracruz como para México. En
nuestras manos está romper el espejo para imaginar un país posible. Un México
construido desde la organización ciudadana que acote, vigile y sancione a las élites políticas.
Alejandro
Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña
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