Por Armando Ortiz
La democracia, esa gran palabra que
nos hace creer que los que gobernamos en el país somos nosotros, el pueblo. La
democracia, esa forma de gobierno que pretende anular dictaduras, monarquías y
tiranías. La democracia, una forma de gobierno que debería dejar a todos
satisfechos pues de sus entrañas emana la idea de que son las mayorías las que
determinan el destino de los pueblos. La democracia, esa gran puta que
se dejó manosear por los poderosos.
Da pena el destino
de las democracias en el mundo, todas han sucumbido en un gran fracaso. Desde
un principio las oligarquías, es decir, esos grupos de poder, encontraron la
manera de pervertir a las democracias. La democracia propone que el gobierno
debe emanar de la voluntad del pueblo. Los hombres de poder entendieron eso,
por lo que de manera muy sutil fueron conformando a los pueblos para que estos
forjaran las democracias que ellos requerían para sus propios intereses.
Es por ello que de
acuerdo con un plan bien trazado fueron eliminando de la educación aquellos
elementos que consideraron ornamentales, pero que de alguna manera despertaban
el espíritu del hombre. No más educación artística, porque el arte forma a los
rebeldes. Menos presupuesto para las humanidades, porque no conviene que los
estudiantes piensen. Más televisión y menos libros, porque la televisión es un
medio que sirve para manipular a las masas y el libro forja a los individuos.
A partir de ahí se
fueron creando generaciones de sujetos supeditados a los programas sociales del
gobierno. Había que tener a los pueblos con hambre, primero porque el hambre no
los deja pensar en revueltas, el hambre los pone a disposición de su
“misericordia”, de los mendrugos que les arrojan.
Así, con un pueblo
que se conforma con las sobras, es muy fácil manipularlo para que vote por
quien les prometa y no les cumpla; por quien les arroje una despensa y un
billete de 200 pesos. Porque la democracia tiene sus reglas imperfectas y lo
mismo vale el voto de una persona que medita bien por quien sufragar, que se
informa y que ejerce su voluntad, que el voto de una persona que por esa
despensa y ese billete de 200 pesos elige a ciegas.
Finalmente la
democracia es una forma de gobierno imperfecta, y es imperfecta porque los que
gobiernan un pueblo han creado electores a su modo, electores zombies que son
programados para que voten no por el mejor candidato, no por el más honesto, no
por el que mejor proyecto traiga.
Cuánta razón tenía
Facundo Cabral cuando decía que “los pendejos son peligrosos, porque como son
mayoría, eligen hasta al presidente”. En este país la gran mayoría, aunque nos
duela reconocerlo, es apática, indiferente, casi imbécil y ellos son los que
determinan las elecciones; ya sea porque vendan su voto, ya sea porque decidan
no ejercer su derecho a votar. Es una pena lo que señalan las autoridades
electorales, que una elección resulta bien si al menos el 40% de los electores
salen a votar. ¿Y el 60%? Esos son los pendejos de los que habla Facundo
Cabral, los que por omisión eligen diputados, alcaldes, gobernadores y hasta al
presidente. ¡Viva nuestra democracia!
Armando Ortiz
aortiz52@hotmail.com
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