diciembre 21
Un
campesino se enlistó a la policía municipal en Cuitláhuac, Veracruz,
pero antes del año fue despedido. Al poco tiempo lo detuvieron elementos
de la marina y de la policía estatal, denuncia la madre. Hasta el momento no se
sabe nada él. Ella logró vencer el miedo y salió a buscarlo, lo que la
convirtió en blanco burlas de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública:
“Si se lo llevaron fue porque en algo andaba”, recuerda que le decían.
No
sólo eso, en la Fiscalía le traspapelaron las pruebas de ADN y durante más de
un año, su denuncia no caminó, no hicieron ni una diligencia. Su madre lo sigue
buscando a pesar de que sus familiares le dicen que ya lo olvide, pero “yo lo
buscaré hasta donde me alcance la vida”, asegura.
Por Ignacio Carvajal
Cuitláhuac,
Veracruz, 21 de diciembre (SinEmbargo/BlogExpediente).- A estas fechas,
José Pedro Flavino González se estaría preparando en su natal Cuitláhuac para
celebrar el fin de los ciclos de la cosecha, convivir, comer la carne de un
marrano sacrificado para los peones como él y, claro, echarse unas cervezas.
Pero desde hace poco más de dos años se encuentra desaparecido, víctima
presuntamente de desaparición forzada a manos de marinos y policías estatales
encuadrados en la operación “Veracruz Seguro”, lanzada por el gobierno de
Javier Duarte de Ochoa para expulsar al cártel de Los Zetas, pero con numerosas
acusaciones por la desaparición de civiles y abusos a los derechos humanos.
Verónica
González Gallardo, su mamá, relata que el 20 de julio del 2015 fue el último
día que vio a su hijo, cuando la fue a visitar a El Maguey, en Cuitláhuac.
Para
el día siguiente, no se sabía más de él. “Si quieres encontrar a tu hijo,
búscalo con los estatales y los marinos, ellos se lo levantaron de la
carretera”, le fueron a decir al otro día a su casa.
“Me
cuentan que mi hijo iba caminando por la carretera, rumbo a El Maguey, iba a
ver a su segunda esposa, pues de la primera, se encontraba separado. Caminaba
por ahí acompañado de otro muchacho, y a los dos se los llevaron”, relata la
madre.
Al
saber la noticia, la invadió el terror. “Durante tres días pensé en ir a
ponerla denuncia”.
Su
temor era fundado, “hasta ahora, allá en el pueblo, hay muchos casos de
desaparecidos, pero mucha gente, mucha, y no están denunciados porque la gente
tiene miedo”.
Otros
han denunciado, y corren la misma suerte.
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policías
La
mayoría de los protagonistas de esas historias de horror en Cuitláhuac, son
elementos de las fuerzas del orden.
“Una
patrulla se lo llevó”, “se lo cargaron los estatales”, “los soldados, los
marinos, los federales”, y así se ha ido construyendo la historia íntima de
esos poblados flagelados por la delincuencia y por autoridades que barren
parejo al momento de aplicar operativos.
Cuitláhuac
(26 mil 265 habitantes) se ubica a unos 60 kilómetros del puerto de Veracruz,
es una importante ciudad dedicada al ramo agrícola-industrial, además,
importante paso de diversas rutas carreteras libres y de cuota paso obligado
para cruzar el Golfo de México, en las cuales abundan ladrones de carreteras,
asaltantes de camiones de carga y trasiego de drogas.
A últimas fechas, han incrementado en esa zona las detenciones y decomisos
asociados al robo de gasolina a los ductos de Petróleos Mexicanos, y ajustes de
cuentas y enfrentamientos derivados de la misma actividad.
En
esa zona, antes de desaparecer, José Pedro Flavino González, se dedicaba al
cultivo y cosecha de limón. Era contratado por los dueños de los ranchos para
ir, con otros peones, a la zona de cultivo para cortar limones. A los
trabajadores se les somete a jornadas laborales extenuantes y salarios bajos.
En esas andaba José Pedro, pues días antes, se había quedado sin trabajo;
intentando conseguir mejores oportunidades para los dos hijos con su primer
matrimonio, y se enroló en la policía municipal de ese municipio, en la cual
únicamente laboró tres meses.
“Había
pasado un mes de que lo despidieron de la policía, supuestamente por faltista,
cuando se dio la desaparición. Ya andaba otra vez trabajando en el corte de
limón y las cosechas en los ranchos”, acotó la madre.
Desconoce
si su paso por la policía municipal de Cuitláhuac pudiera relacionarse con la
ausencia de su hijo.
“Después
de vencer el miedo salí de la casa a preguntar, fui al destacamento de la
Marina en Venta Parada, de ahí, a Córdoba, al Mando Único, luego, a Fortín, a
la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).
“En
ese sitio me trataron muy mal. Me gritaron y me trataron de manera altanera…’si
desapareció, quien sabe en qué cosas andaría metido su hijo, señora’”, me
gritaron.
Recuerda
el ambiente pesado en la delegación de la SSP de Fortín. Los oficiales,
inquisidores, la rodaron, amenazante.
“Me
invitaron a pasar a las celdas para que viera que no había detenidos, pero del
miedo, no pasé, temí me hicieran algo”.
Pasado
el tiempo, “me enteré por los ministeriales, a mi hijo se lo habían llevado con
otro muchacho, los del Veracruz Seguro”.
Ante
la fiscalía, con su denuncia, tampoco tuvo buena experiencia. “Desde la puesta
de la denuncia, hasta hace unos meses, no habían hecho nada. Antes de ingresar
al colectivo Solecito de Veracruz, yo andaba sola, así eran mis búsquedas. No
me atendían y me ignoraban.
Apenas
me metí al colectivo, las cosas comenzaron a caminar, el mismo Fiscal me dijo,
después de un año de la denuncia, que mi prueba de ADN estaba ‘traspapelada’, y
mágicamente la volvieron a encontrar”.
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inestabilidad política da vuelo a la violencia, como en Veracruz, alertan
analistas en seguridad
Verónica
González Gallardo anda con su dolor de un rincón a otro en su casa. En su casa,
ya es incómoda pues no para de llorar ni de buscar medios para seguir con su
búsqueda. Ir a donde deba para exigir a las autoridades acciones para lograr la
aparición del ausente. “Mi familia no lo comprende, a veces, pero es mi hijo, y
yo lo voy a buscar hasta donde me alcance la vida. Yo no hubiera querido verlo
de policía, tal vez, mejor se hubiera quedado cortando limones, ganando lo
mínimo, ahí estuviera….”.
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