Sonido Rebelde Qro
El panista y ex candidato presidencial Diego Fernández de
Cevallos exigió a los movimientos juveniles no ser “montoneros” y mejor
demandarse más responsabilidad, pues en algunos casos no “tienen ninguna
autoridad de ninguna naturaleza para imponerse, con el pretexto de que son
jóvenes”.
“Está muy de moda que cualquier grupo mediano, pequeño, grande
de alborotados hagan un mitote y se sientan los redentores de la República, ni
jóvenes ni viejos pueden sacar al país adelante con alboroto callejero”,
aseveró. Y agregó: “Pero uno por uno, en ocasiones son personas sumisas y
aguantadoras”. Tiene experiencia, hay que recordar su actitud luego de ser
liberado por sus plagiarios.
Aclaró que “en el 132 hay muchachos que me merecen el mayor
respeto y la mayor admiración, pero también hay una sarta de pelafustanes que
no pueden ser ni demócratas ni los salvadores de la República”.
Traemos un texto, fragmento del Subcomandante Marcos en la
novela “Muertos Incómodos”, que dibuja el perfil de Fernández de Cevallos:
PARTES DEL INFORME SOBRE LOS TRABAJOS DE ELIAS EN EL MONSTRUO,
ENVIADO POR EL SUB AL COMITÉ CLANDESTINO REVOLUCIONARIO INDIGENA COMANDANCIA
GENERAL DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL A INICIOS DEL AÑO DEL
2005.
Según reportó, Elías fue camarero del restaurante Champs
Elisées, en Polanco, y en él provocó uno de los ataques de cólera más agudos
que ha padecido Diego Fernández de Cevallos, senador del Partido Acción
Nacional, abogado de criminales, amigo de narcotraficantes y arquitecto de la
campaña de Santiago Creel, secretario de gobernación, por la candidatura del
PAN a la presidencia de México.
Resulta que la “Coyota” (así es como conocen a Fernández de
Cevallos), estaba comiendo en ese restaurante con sus amigos Jesús Ortega (un
corrupto del PRD, conocido por manejar en beneficio propio la nómina de ese
partido, aspira a gobernar el Distrito Federal después del desafuero de López
Obrador), Manuel Bartlett (del PRI, vinculado al narcotráfico y aspirante a
engancharse con algunos de los grupos de narcos que, tras los precandidatos priístas
a la presidencia de la República, se disputan el Poder) y Enrique Jackson
(también del PRI, también precandidato, dueño de varios giros negros en el D.F.
y, según informes de la DEA norteamericana, también ligado a uno de los
cárteles de la droga). A Elías le tocó atenderlos. El señor Fernández de
Cevallos le gritó a Elías “A ver tú, pinche indio pata rajada, tráenos el menú”
y, volteando a ver a sus compañeros de mesa, agregó “a ver si no se queda
dormido este indio holgazán” y los demás lo festejaron con risas y aplausos.
Elías les llevó el menú. Al recibirlo, Fernández de Cevallos, le dijo “oye tú,
no les vayas a creer a los zapatistas, los indios están para servirnos, para
eso los conquistamos”. Más risas y aplausos de los narcolegisladores.
Elías esperó a que terminaran de ordenar, haciendo como que
escribía. Se fue y, después de un rato, regresó pero no con la orden, sino con
una botella de antiácido, con un moñito pegado y una tarjeta que decía “Para la
Coyota y sus crías”. Fernández de Cevallos se puso de todos los colores y no
podía ni hablar. Según Elías, la Coyota nomás pelaba tamaños ojotes, como
cuando regaña a los reporteros. El capitán de meseros se acercó
a ver qué pasaba y Fernández de Cevallos sólo alcanzaba a señalar a Elías,
mientras sus tres cochinitos le daban golpes en la espalda y lo abanicaban con
las servilletas. Llamaron a una ambulancia. Al subirlo, Fernández de Cevallos
alcanzó a balbucear “esos pinches indios”.
Tal vez despidieron a Elías, pero él no se quedó para averiguarlo.
En esos días Diego Fernández de Cevallos fue hospitalizado, según dijo él,
“para hacerse unos análisis clínicos por si tenía cáncer”. En realidad fue un
derrame de bilis que hasta le puso verde la barba. En un exclusivo salón de
belleza le cobraron un dineral por pintársela con canas. La cuenta la pagó el
Senado de la República. (...)
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