Por Salvador Díaz
Con la candidatura indígena de María
de Jesús Patricio Martínez, "Marichuy", no se trata de reforzar la
farsa de las urnas, sino de forzar al sistema político para cambiar el proceso
electoral, de cuestionarlo con sus propias armas para empezar a cambiar el
sistema social,
Pero antes de cualquier cambio es
imperiosa la organización social, de esta forma el Concejo Indígena de
Gobierno aprovechará un proceso nacional para sensibilizar a la gran masa (no
como único recurso) con una vocera cuyo propósito no tiene tintes personales
sino que es el producto de un largo proceso de discusiones de las etnias
agrupadas en el Congreso Nacional Indígena y el EZLN, de la cual se conformó el
Concejo Indígena de Gobierno (CIG)
Este hecho, solamente por la forma en
como fue elegida Marichuy como nuestra vocera y candidata, demostró que las
cosas pueden hacerse de otra manera y esto significa cuestionar desde lo más
hondo las maneras corruptas de hacer política de los partidos, Es un modo de
"aguarles la fiesta",
Así, en su caminar por los vericuetos
del país se demostrará otra forma de ejercer el derecho a luchar por el poder,
de hablar con la verdad, de resignificar la lucha democrática trabajando con
las bases, sin venderse, sin rendirse, sin claudicar en sus principios de
igualdad social, esto desde luego, es una forma de "aguarles la
fiesta",
Convertirse en un ejemplo de lucha y
resistencia social anticapitalista, vinculada a los movimientos en la defensa
de los recursos naturales, de nuestra cultura y soberanía, es uno de los
objetivos de esta empresa, y es otra manera de "aguarles la fiesta",
Esto sólo puede lograrse
profundizando la organización desde abajo y, al mismo tiempo, constituirse en
una alternativa para aquellos que por desconfianza han mandado al diablo al
sistema electoral, pues no encuentra opción alguna para participar, aun cuando
el voto para el CIG no sea lo fundamental, sino la identificación y vinculación
de los que queremos construir un nuevo país desde las entrañas de las bases
trabajadoras, campesinas e indígenas.
Por Salvador Díaz
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