En la
recta final del 2017, comienza a despejarse el panorama sobre las candidaturas
oficiales de los principales partidos políticos, para la contienda del año
entrante por la presidencia de la República. De igual modo, aquellos que no
fueron favorecidos por el dedazo de Enrique Peña Nieto, comienzan a hacer sus
particulares jugadas -como actores secundarios-, para aparecer por lo menos en
la boleta de votación y de ser posible, alcanzar, vía pacto, declinación o
acuerdo en lo oscurito, una tajada del pastel en disputa en el siguiente año.
¿Por qué decimos que todo lo decide Peña Nieto? Es claro que el
PAN dividido, no es hoy en día un enemigo que pueda disputar por sí mismo la
presidencia de la República; carece de un proyecto nacional que lo diferencie
del PRI; no tiene arraigo popular y tanto Margarita Zavala como Ricardo Anaya,
se desgastaron mucho antes de tiempo, como para pensar en una representación
sólida de su Partido en la siguiente contienda.
Se vieron por lo mismo obligados a crear un nuevo Pacto ( o
Frente, o Alianza; el nombre es lo de menos), con los restos del PRD; no para
competir con más fuerza en 2018, sino para venderse como opción anti-Morena, en
un plan "B" que requiere el PRI para dividir el voto opositor.
Panistas y perredistas, se saben sin oportunidad en la elección venidera, pero
saben que siendo serviles al tricolor, pueden alcanzar beneficios
significativos.
La pregunta era entonces ¿A quién preferirá Peña Nieto para
encabezar esta postulación Frentista? El mejor trabajo operativo lo realizó
Ricardo Anaya, quien cuenta con el apoyo de la dirigencias del PRD y de
Movimiento Ciudadano para ser nominado como candidato. Margarita Zavala,
perdedora desde el inicio, por su bajísimo perfil político, va desde hoy como
independiente, en un intento postrero para convocar votantes que le resten peso
a la poderosa maquinaria de Morena, liderada por López Obrador; va con la
aspiración de ser el Plan "C" del PRI.
El Plan "D" de Peña Nieto, descansa en los
"Independientes", donde se aglutinan personajes como Armando Ríos
Piter, "El Bronco", Pedro Ferriz, la Candidata del EZLN y los que se
acumulen de última hora. Ninguno por sí solo representa alternativa válida para
la construcción de un proyecto político serio, que atraiga al votante
informado; buscan más bien "cazar" indecisos, que se conformen con
"buenas intenciones" y "lugares comunes" en cuanto a lo que
es el bienestar social. La intención del PRI es fraccionar al máximo el voto
opositor, para que ninguna fuerza contraria al neoliberalismo gobernante, salga
triunfadora en 2018.
Que los votos en contra del inmenso malestar social hacia el PRI,
se diluyan en el mayor número de opciones políticas en la siguiente elección.
Esa es la apuesta de la clase política tecnócrata. Mientras más opciones se
presenten, menor será el número de votos que consiga la verdadera izquierda; la
guerra real es entre el PRI y Morena; los demás son rémoras que acompañan al
tricolor, en busca de las sobras que el dinosaurio deje en el camino.
¿Qué hace Morena en tanto? Nada.
Morena no tiene que implementar planes desesperados para afianzar
y atraer el voto popular; su trabajo serio en estos años, respalda al Partido
ampliamente. No tiene que inventar candidatos ficticios que son inflados por
los medios de comunicación serviles y que en realidad tienen un historial
político infame y corrupto.
El Plan "A" de Peña Nieto se llama José Antonio Meade;
es la opción "menos mugrosa" que ha encontrado el neoliberalismo de
Los Pinos, para oponer a la trayectoria limpia de López Obrador. Meade ha
servido fielmente en los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique
Peña Nieto; se presenta como un funcionario sin Partido, pero ha sido pieza
fundamental en la implementación de las políticas financieras neoliberales que
tanto han dañado a la nación. Meade no es priista, ni panista, pero si es un
tecnócrata de hueso colorado; gran amigo de Luis Videgaray. Este personaje
acomodaticio solo significa la continuación de la misma visión política que
hemos sufrido los mexicanos durante los últimos 35 años (desde De la Madrid,
hasta Peña Nieto); concentración de la riqueza en pocas manos y pobreza extrema
para millones de mexicanos. Y el neoliberalismo quiere más todavía.
Morena, con su Proyecto Nacional y su Programa de Trabajo, es la
única opción de cambio real para el país. La difusión de esta alternativa se ha
hecho en todas las comunidades de nuestra nación desde hace tiempo; el trabajo
está ahí y la gente lo conoce y respalda. Morena no inventa escenarios
electoreros con el fin de engañar a los ciudadanos para conseguir el voto y
luego olvidar todo lo prometido. Morena no tiene plan "A" y luego
"B" o "C". El Partido avanza en una sola dirección y ésta
corresponde a una visión sólida de bienestar social para todos.
Parece claro para el ciudadano común, que actualmente todo lo que
huele a PAN, PRI, PRD, Verde, Movimiento Ciudadano y cualquier independiente,
por muy de izquierda que se nombre, le está haciendo el juego al PRI; después
de los huracanes, inundaciones y sismos que sufrió México en el 2017, fue
evidencia pública que muchos de los males sufridos a consecuencia de estos
meteoros, se debieron al pésimo gobierno que padece el país. La corrupción y el
saqueo nacional, han debilitado infraestructura, salario, vivienda y servicios
en todos los Estados del territorio nacional; más que a los elementos
naturales, las catástrofes en este 2017, se debieron al nivel de pobreza
extrema y abandono en que viven miles de comunidades en todo el país. Este es
el legado del PRI y sus satélites. Votar por alguna de sus opciones es condenar
a México a 6 años más de miseria y violencia.
La sociedad mexicana está unida en este momento de crisis nacional
y abre los ojos a la realidad que vivimos y al futuro oscuro que nos espera si
seguimos apostando a un proyecto político que demostró en la práctica ser un
fracaso. Si no perdemos esa unión, si caminamos juntos sin distraernos con los
títeres que impulsa el gobierno, es seguro que 2018, será el año del cambio.
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