Por ROBERTO MORALES AYALA
Si los candidatos a las diputaciones federales de la llamada alianza de las izquierdas, en el sur veracruzano, tuvieron en sus manos la posibilidad de ganar las pasadas elecciones, fue gracias a la avalancha de votos que obtuvo a su favor el popular Peje, Andrés Manuel López Obrador; sin embargo, su mediocridad los perdió.
Paradójicamente, es en el sur de Veracruz donde prácticamente la defensa a la causa lopezobradorista no existe.
Aquí, el caudillo de la izquierda logró alrededor de 200 mil votos en los distritos de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, que se han significado como los bastiones del Partido de la Revolución Democrática en suelo veracruzano y un buena reserva electoral de López Obrador en el contexto nacional.
Apabulló al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, y qué decir de la panista Josefina Vázquez Mota, de quien no dejó ni el recuerdo de su aspiración presidencial.
Pese a ello, pese a ese fervor con que los votantes acudieron a las urnas a respaldar la propuesta de la izquierda, el PRD pudo haber tenido un mejor desempeño. Ganó sí, pero dejó ir una considerable cuota de sufragios, ya fuera porque no se promovió el voto a fondo, o porque la estructura electoral, que debía vigilar casillas, no existió, o mejor dicho, existió sólo en el papel; fue una estructura fantasma.
Tomemos ejemplos. En Coatzacoalcos, López Obrador alcanzó casi 90 mil votos, pero pudo superar los 100 mil. La promoción de su imagen y de su oferta política fue deficiente, en gran parte porque el PRD caminó sin rumbo y las tribus perredistas carecieron de cohesión y de compromiso. La militancia del PRD descansó el peso de su campaña en el efecto López Obrador y, en una lógica insensata, no trabajaron sino que se confiaron al empuje que desde hace varias elecciones ha tenido la oposición en ese distrito.
La estructura electoral, por su parte, fue inexistente. De acuerdo con datos obtenidos en el PRD, la vigilancia en las casillas se realizó parcialmente y las rutas que debían cubrir los representantes generales, quedaron acéfalas, dando la oportunidad al PRI de implementar el fraude con sus habituales prácticas de cooptación y compra de votos.
En Minatitlán ocurrió algo similar. La votación para López Obrador puso ser mejor. Con alrededor de 70 mil sufragios, el candidato de la coalición Movimiento Progresista pudo tener un despunte mayor, máxime que la población votante, principalmente petroleros y campesinos, conforman los sectores duros del público perredista o, para decirlo más claro, lopezobradorista.
Cosoleacaque es, con toda seguridad, el distrito que le aportó a López Obrador un voto real, acorde con las expectativas, reflejo de la promoción realizada por las corrientes que circundan a su líder regional, Esteban Bautista Hernández, quien fuera su candidato a la diputación federal y ex alcalde de Tatahuicapan, quien sin embargo, tuvo un revés en la elección.
Vale preguntar, entonces, ¿dónde y cómo perdió López Obrador el 1 de julio y dónde se está quedando durante el conflicto poselectoral?.
En Coatzacoalcos y Minatitlán, tanto la promoción del voto como la conformación de las estructuras electorales fueron un fracaso por errores de organización y operación, atribuibles a los candidatos de la izquierda, Norma Rocío Nahle García y Amado Guzmán Alemán, respectivamente. Eso en lo particular. Pero en lo general, existe otro responsable: Andrés Manuel López Obrador. Él otorgó el palomazo final a esas candidaturas.
Una y otro, en sus distintos ámbitos, en Coatzacoalcos y Minatitlán, realizaron campañas deshilvanadas, desconectadas de los grupos perredistas, que son quienes pueden realizar las famosas campañas a ras de tierra, que es donde se obtiene el respaldo del electorado.
Rocío Nahle es una perredista alejada de las bases del PRD, ni qué decir de su relación con el PT y con Movimiento Ciudadano. Por su condición de petrolera de mediano nivel, adinerada, ligada a la ex diputada perredista Roselia Barajas, que quiso ser candidata a la senaduría, sin lograrlo, y sobre todo por su afán protagónico, excluyente con quienes se le acercan, terminó realizando una campaña gris, deslucida y los votos que obtuvo fueron generados por el arrastre de López Obrador, el llamado efecto Peje.
El caso de Minatitlán es peor. Si bien Rocío Nahle en Coatzacoalcos logró 71 mil votos, Amado Guzmán apenas si se rebasó a los 60 mil, en un distrito de alta inclinación hacia López Obrador.
Amado Guzmán fue un desastre en campaña. Arrancó tarde, supuestamente porque no disponía de los recursos que el PRD le pondría en las manos; se ausentó cuantas veces quiso, provocando el desconcierto de los militantes de la izquierda; en el círculo perredista se afirma que el dinero para campaña no lo aplicó, y carga con la sospecha de que su apatía obedeció a un entendimiento con la Sección 10 del sindicato petrolero, que impulso al candidato del PRI, Noé Hernández, a cambio de beneficios personales para el abanderado de la izquierda.
Por el lado que se quiera ver, López Obrador perdió votos, o dejó de tenerlos, por los candidatos que decidió imponer en Coatzacoalcos y Minatitlán. Fue su empecinamiento a favor de Rocío Nahle y Amado Guzmán lo que a la postre significó que no obtuviera más votos, y que hoy tampoco tenga una defensa de su causa acorde con el conflicto poselectoral que El Peje encabeza.
Este fin de semana, en la ciudad de México, durante el VIII Consejo Nacional del PRD, no sólo se reconoció el resultado de la elección presidencial como “saldos negativos”, sino que se ventiló públicamente la falta de cohesión entre los partidos con conformaron la coalición Movimiento Progresista.
Ahí se precisó que las estructuras electorales fallaron, que sólo se cubrió el 85 por ciento de las casillas y que aún hoy es difícil recuperar las actas de escrutinio, que permitirían fortalecer las impugnaciones y la demanda de nulidad de la elección.
En su balance, el PRD destaca que a excepción de la elección presidencial, donde López Obrador no logró imponerse y ahora se lucha por lograr la nulidad de la elección, en términos generales el PRD creció y tendrá mayores espacios en el Congreso, es decir, en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Lo más relevante es que en su VIII Consejo las tribus que integran el PRD ya dan por hecho que el PRI, a través de Enrique Peña Nieto, gobernarán a México en el próximo sexenio, mientras López Obrador persiste en su idea de que se declare la invalidez de la elección y se designe un presidente provisional que convoque a nuevas elecciones, algo totalmente impensable.
Otro sería el panorama para López Obrador, si hubiera conformado sus estructuras electorales y las hubiera hecho efectivas. Los casos de Rocío Nahle y Amado Guzmán, responsables de ellas, impuestos en sus candidaturas por él, dan cuenta del gran costo que, a la postre, han tenido y tienen los errores del Peje.
Por eso, el PRD está a la deriva.
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