El Universal// Salvador García Soto // SERPIENTES Y ESCALERAS
Los reclamos en la sociedad veracruzana, desde varios sectores, son cada
vez más fuertes; el cuestionamiento de las clases políticas local y nacional es
general y lo mismo fustigan sus opositores —que lo ven como blanco electoral—
que sus correligionarios del PRI, que lo han dejado sólo y públicamente le
dedican frases lapidarias como “Tiene que rendir cuentas claras a los
veracruzanos”, “Debería renunciar; es un lastre para el partido” o “El que la
hace, la paga”. Pero a pesar de todo el gobernador Javier Duarte se mantiene,
bromea sobre su licencia y simula ignorar el repudio que lo rodea.
En medio de las críticas en su contra, sus detractores le llaman
“cínico” por su capacidad de burlarse de las mismas; pero detrás de la careta
pública, dicen sus cercanos, Javier Duarte de Ochoa sí resiente los efectos del
rechazo público y enfrenta en estos momentos una fuerte depresión que lo obliga
a tomar constantemente medicamentos antidepresivos para aparecer en público, en
un tema de salud que preocupa a su esposa y a su familia cercana. ¿Y entonces
qué o quien lo mantiene al frente de un cargo en el que los que alguna vez lo
apoyaron le han dado la espalda?
La primera respuesta sería la terquedad y junto a ella un sentido de
dignidad personal y un instinto de supervivencia política que le hace creer que
aún puede enderezar el rumbo perdido. Pero más allá de la decisión personal,
Javier Duarte parece sostenerse por los compromisos y la “amistad” que él mismo
presume y de la que se ufana públicamente con el presidente Enrique Peña Nieto.
“El Presidente (Peña Nieto) me tiene una estima que la siento en los hechos.
Nunca he tenido un ‘no’ del Presidente. A todo lo que le he pedido siempre me
ha dicho que sí”, les dijo el gobernador veracruzano a columnistas y
periodistas de su estado el martes 1 de diciembre de 2015 en un restaurante de
Xalapa. Tanta cercanía y amistad con Enrique Peña Nieto, decía el mismo Duarte en
aquella plática, se debe a que “yo fui el primer gobernador que lo apoyó y lo
destapó en septiembre de 2011, en El Tajín, cuando era gobernador del Estado de
México”.
Tal vez ese “apoyo” que Duarte dio al entonces gobernador y precandidato
presidencial es lo que le ha valido ahora el respaldo político del Presidente y
de su gobierno, en medio de la fuerte crisis política, social y financiera en
que ha sumido al estado de Veracruz. Y tal vez eso explica por qué el
secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, en la última reunión que
sostuvo con Duarte de Ochoa, el pasado 2 de marzo en Bucareli, lejos de
plantear una salida, se limitó a darle “un último apretón” al cuestionado
gobernador, justo cuando se confirmó que su policía estatal secuestró, torturó
y asesinó a los cinco jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca.
Porque ni Peña Nieto ni Osorio ignoran el clamor político y social para
que Duarte deje la gubernatura y no sea un lastre para su partido. Lo ha dicho
en todos los tonos el CEN del PRI, lo ha ratificado el líder de la bancada
priísta en San Lázaro, César Camacho, y lo gritan a voces los veracruzanos en
manifestaciones de rechazo grabadas en video, donde el solo rumor de que
llegaría el gobernador provocó gritos de “¡Fuera!, ¡fuera!, ¡fuera!” de asistentes
al popular Café de La Parroquia en el puerto.
Ese video no lo ignora el propio Peña Nieto. Cuentan que en su reciente
visita a Houston, al foro energético CERAWeek del pasado 22 de febrero, el
Presidente conversó con un corresponsal de una cadena de televisión hispana.
Durante la plática privada el periodista le preguntó fuera de grabación qué
haría con el caso del gobernador de Veracruz y, sacando su celular, le mostró
al Presidente el video que ese mismo día circulaba profusamente en internet, donde
pensionados y otros asistentes gritaban “¡Fuera!” a Duarte. Peña observó
atentamente el video y llamó a su vocero, Eduardo Sánchez, para que también lo
viera. “¿Cómo ves?”, preguntó el Presidente. “Se lo merece Duarte”, respondió
el vocero, según la versión que nos dan de esa plática en Houston, que concluyó
con una frase del Presidente al corresponsal: “Te ofrezco que lo voy a
revisar”.
¿Aún seguirá revisando el tema el Presidente? ¿O ya decidió qué hará con
quien presume ser su amigo cercanísimo y haberlo “apoyado” en su aspiración
presidencial? Sería bueno que el Presidente no lo piense demasiado, sobre todo
ahora que están por reunirse las comisiones de la Cámara de Diputados que
revisarán las peticiones de juicio político contra Javier Duarte. A menos que
el compromiso de Los Pinos sea tan grande como para seguir protegiendo y
sosteniendo a un gobernador que, hace rato, es insostenible.
El Universal// Salvador García Soto // SERPIENTES Y ESCALERAS
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