COLUMNA “ESCENARIOS”
Por: EDUARDO DE LA TORRE JARAMILLO
Por: EDUARDO DE LA TORRE JARAMILLO
No hay un tiempo especial para que un gobierno realice una determinada
reforma, y hay que señalar que toda reforma genera resistencia, esto porque se
afecta algún interés por mínimo que sea en la sociedad o en la propia clase
política. Además, los gobiernos pueden planear e implementar una reforma pero
no controlar sus efectos, citaré unos ejemplos para analizar los resultados.
En la exURSS, Mijail Gorbachov desde que asumió el poder político en 1985 se propuso hacer dos reformas, la perestroika (reestructuración económica) y la glasnost (trasparencia), quien fue ovacionado en Occidente por el tipo de reformas que estaba llevando a cabo ese político modernizador en el interior del socialismo, reformas que sólo duraron cinco años, y cuyo resultado fue un golpe de Estado por parte del ejército, cuyos integrantes depusieron a Gorbachov,-quien por cierto terminó su vida pública anunciando “Pizzas Hut”-.
En Perú en 1990 desde la postpolítica, Alberto Fujimori un candidato ciudadano postulado por una organización llamada “Cambio 90” ganó la presidencia de la república de aquel país, quien en su ejercicio de gobierno hizo todo lo que le dictó el Consenso Washington, aquel decálogo económico fue aplicado desde un fuerte autoritarismo gubernamental que dañó a los derechos humanos, y como la institucionalidad política le estorbaba, decidió disolver al congreso peruano con el apoyo de las fuerzas armadas. Actualmente, Fujimori a sus 75 años se encuentra encarcelado por una multitud de delitos.
En el caso mexicano, en el periodo de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien pensaba constantemente en el “síndrome Gorbachov”, sólo se dedicó a impulsar un proceso de modernización económica sin que participara la sociedad mexicana, si bien fue acompañado por uno de los mejores gabinetes que ha tenido México en el siglo XX, eso no basto para que en su último año de gobierno no pararán el proceso de desestabilización política: la irrupción del EZLN, los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Juan Francisco Ruiz Massieau.Hoy, Carlos Salinas, quien después de padecer el desprestigio nacional está de regreso en la política mexicana.
Todo reforma económica que afecta intereses sindicales, políticos y sociales, tiene una resistencia que se va convirtiendo en acciones de desestabilización, donde por lo regular participa la nomenklatura de la clase política de cualquier país, que bien podría ser el ejército acompañando a la vieja clase política, que perdieron sus espacios de poder económico y político.
Por otra parte, el peor error es intentar aplicar todas las reformas al mismo tiempo, ahí está el caso de la ExURSS, al hacerlo de esa manera el país sufrió una implosión lo balcanizó, se desintegró y nació nuevamente Rusia; o en el caso de Perú, con la sola reforma económica negaron las reformas políticas, y la diferencia fue la criminalización de ese gobierno: eliminación de las guerrillas, la alta corrupción gubernamental, la creación de grupos paramilitares o escuadrones de la muerte, todo esto configuró un atentado a los derechos humanos, que son la cara noble de la globalización.
En el caso mexicano y particularmente en el salinismo, que representaba la cuarta modernización que experimentaba México, después de los intentos de los Borbones, de Porfirio Díaz, y del alemanismo; en estos momentos que el presidente Enrique Peña quiere “transformar a México”, lo está intentando sin el talento, sin el talante, sin el equipo gobernante, que es profundamente aldeano, donde su visión del mundo lo tienen desde sus estados de Hidalgo y el estado de México; la diferencia que tenemos hoy con los años noventa, es la propia sociedad mexicana, antes y en la incipiente democracia, aquella aceptaban las reformas sin tomar las calles, pero actualmente hay una sociedad que ya experimentó la alternancia con una democracia de baja calidad, pero esta misma sociedad que vota en un porcentaje muy bajo, opta como un recurso extrainstitucional: la calle, ésta como espacio público de manifestación política, y de la frustración hacia la política, aquí el gobierno podría tener resultados no calculados, en fin, la lección allí está con el fin del sexenio de Carlos Salinas, sólo espero que no se abra un proceso de desestabilización en esta incapacidad gubernamental.
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