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Abotagado, con el rostro inflamado,
algunos dicen que por el botox (otros que por sustancias peores), enfundado en
una chamarra sintética y una bufanda con la marca expuesta a la cámara, quizá
para que se vea que es de buena marca, el cónsul de Barcelona, Fidel Herrera
Beltrán, uno de los grandes responsables del desastre financiero de Veracruz,
aparece junto con su esposa que no muestra mejor semblante. Fidel dice que
están en Stiges, Cataluña, hay que creerle, en una de las habitaciones del
edificio de atrás se ve una bandera que apoya la independencia de esa
provincia. Nadie lo saluda, nadie se arremolina a pedirle nada, nadie siquiera
voltea a verlo; es decir, nadie lo pela. La foto bien podría servir para un
nuevo diccionario Larousse Ilustrado. Junto a esa imagen podría ir la
definición de Ostracismo: «Aislamiento voluntario o forzoso de la vida pública
que sufre una persona, generalmente motivado por cuestiones políticas». En la antigua
Grecia, cada tiempo determinado los ciudadanos ponían el nombre de una persona
a la que ya no soportaban en un pedazo de cerámica (ostra). Al final contaban
las “ostras” y la persona que más votos recibía era desterrada de la ciudad.
Fidel Herrera llenaría el mar Balear con la cantidad de ostras que los
veracruzanos entregaríamos con su nombre inscrito.
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