Hace 22 años, desde la
selva y montañas del sureste mexicano, emergieron los zapatistas, declarando la
guerra al mal gobierno. Hoy ahí siguen ellos, los "compas", los
"otroas", bajo pasamontañas inexpugnables; siguen "construyendo
otra forma de vida, gobernándonos nosotros mismos...". En un nuevo comunicado,
el EZLN reconoce: "Donde antes había hambre y pobreza, hoy las sigue
habiendo, pero además hay desesperanza".
(Video: Gustavo Caballero/@gusmx2)
Por interés periodístico y social, se reproduce íntegro el
comunicado emitido y leído por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en
los primeros minutos de este 1 de enero.
PALABRAS DEL EZLN EN EL
22 ANIVERSARIO DEL INICIO DE LA GUERRA CONTRA EL OLVIDO.
Primero de Enero del
2016,
BUENAS NOCHES, BUENOS
DÍAS COMPAÑEROS, COMPAÑERAS BASES DE APOYO DEL EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN
NACIONAL, COMPAÑEROS/AS MILICIANOS Y MILICIANAS, INSURGENTAS E INSURGENTES,
RESPONSABLES LOCALES Y REGIONALES, AUTORIDADES DE LAS TRES INSTANCIAS DE
GOBIERNO AUTÓNOMO, COMPAÑEROS/AS PROMOTORES Y PROMOTORAS DE LAS DIFERENTES
ÁREAS DE TRABAJO. COMPAÑEROS, COMPAÑERAS DE LA SEXTA NACIONAL E INTERNACIONAL Y
TODOS LOS PRESENTES.
Compañeras y compañeros,
hoy estamos aquí para celebrar el 22 aniversario del inicio de la guerra contra
el olvido.
Durante más de 500 años
sufrimos la guerra que los poderosos de distintas naciones, lenguas, colores y
creencias nos hicieron para aniquilarnos.
Quisieron matarnos, sea
matando nuestros cuerpos, sea matando nuestras ideas.
Pero resistimos.
Como pueblos
originarios, como guardianes de la madre tierra, resistimos.
No sólo aquí y no sólo
el color que somos de la tierra.
En todos los rincones
del mundo que dolía antes y duele ahora, hubo y hay gente digna y rebelde que
resistió, que resiste contra la muerte que impone el de arriba.
El primero de enero de
1994, hace 22 años, hicimos público el “¡YA BASTA!” que preparamos en silencio
digno durante una década.
Callando nuestro dolor
preparábamos así el grito de nuestro dolor.
De fuego fue entonces
nuestra palabra.
Para despertar a quien
dormía.
Para levantar a quien
caía.
Para indignar a quien se
conformaba y se rendía.
Para rebelar la
historia.
Para obligarla a decir
lo que callaba.
Para develar la historia
de explotaciones, asesinatos, despojos, desprecios y olvidos que se escondía
detrás de la historia de arriba.
Esa historia de museos,
estatuas, libros de texto, monumentos a la mentira.
Con la muerte de los
nuestros, con nuestra sangre, sacudimos la modorra de un mundo resignado a la
derrota.
No fueron sólo palabras.
La sangre de nuestros caídos y caídas en estos 22 años se sumó a la de años,
lustros, décadas, siglos anteriores.
Tuvimos que elegir
entonces y elegimos la vida.
Por eso, entonces y
ahora, para vivir morimos.
Tan sencilla como
nuestra sangre pintando las calles y muros de las ciudades que nos desprecian
ahora como antes lo hicieron, fue nuestra palabra entonces.
Y lo sigue siendo:
Como bandera de lucha
fueron nuestras 11 demandas: tierra, trabajo, alimentación, salud, educación,
vivienda digna, independencia, democracia, libertad, justicia y paz.
Estas demandas fueron
las que nos hicieron levantarnos en armas porque es lo que nos hace falta a los
pueblos originarios y la mayoría de las personas en este país y en todo el
mundo.
De esta manera,
emprendimos nuestra lucha en contra de la explotación, marginación,
humillación, desprecio, olvido y por todas las injusticias que vivimos causadas
por el mal sistema.
Porque para los ricos y
poderosos sólo servimos para sus esclavos, para que así ellos sean cada vez más
ricos y nosotros cada vez más pobres.
Después de vivir tanto
tiempo bajo esta dominación y despojo, dijimos:
¡YA BASTA! ¡Y HASTA AQUÍ
SE ACABÓ LA PACIENCIA!
Y vimos que no nos quedó
otro camino más que tomar nuestras armas para matar o morir por una causa
justa.
Pero no estábamos solos,
solas.
No lo estamos ahora.
En México y el Mundo la
dignidad tomó las calles y pidió espacio para la palabra.
Entendimos entonces.
A partir de ese momento
cambió nuestra forma de lucha y fuimos y somos oído atento y palabra abierta,
porque desde un principio sabíamos que una lucha justa del pueblo es por la
vida y no por la muerte.
Pero tenemos a un lado
nuestras armas, no las dejaremos, estarán con nosotros hasta el final.
Porque vimos que donde
nuestro oído fue corazón abierto, el Mandón opuso su palabra de engaño, su
corazón de ambición y mentira.
Vimos que la guerra de
arriba siguió.
Su plan y su objetivo
era y es hacernos la guerra hasta exterminarnos. Por eso en lugar de resolver
las justas demandas, preparó y prepara, hizo y hace la guerra con sus
armamentos modernos, forma y financia grupos paramilitares, ofrece y reparte
migajas aprovechando la ignorancia y la pobreza de algunos.
Ésos mandones de arriba
son tontos. Pensaron que quienes estaban dispuestos a escuchar, estaban también
dispuestos a venderse, a rendirse, a claudicar.
Se equivocaron entonces.
Se equivocan ahora.
Porque nosotras las
zapatistas, los zapatistas, tenemos bien claro que no somos limosneros o
inútiles que esperan que todo se les resuelva solo.
Somos pueblos con
dignidad, con decisión y conciencia para luchar por la verdadera libertad y
justicia para todas, para todos, para todoas. Sin importar su color, su raza,
su género, su creencia, su calendario, su geografía.
Por eso nuestra lucha no
es local, ni regional, ni siquiera nacional. Es universal.
Porque universales son
las injusticias, los crímenes, los despojos, los desprecios, las explotaciones.
Pero también son
universales la rebeldía, la rabia, la dignidad, el afán de ser mejores.
Por eso entendimos que
era necesario construir nuestra vida nosotros mismos, nosotras mismas, con
autonomía.
En medio de las grandes
amenazas, de los hostigamientos militares y paramilitares, y las constantes
provocaciones del mal gobierno, empezamos a formar nuestro propio sistema de
gobernar, nuestra autonomía, con nuestra propia educación, nuestra propia
salud, nuestra propia comunicación, nuestra forma de cuidar y trabajar a
nuestra madre tierra; nuestra propia política como pueblo y nuestra propia
ideología de cómo queremos vivir como pueblos, con otra cultura.
Donde otras, otros
esperan que desde arriba se solucionará lo de abajo; nosotras, nosotros,
zapatistas, empezamos a construir nuestra libertad como se siembra, como se
construye, como se crece, es decir, desde abajo.
Pero el mal gobierno
intenta destruir y acabar nuestra lucha y resistencia con una guerra que cambia
de intensidad como cambia su política engañosa, con sus malas ideas, con sus
mentiras, usando sus medios de comunicación para difundirlas y con la
repartición de migajas en los pueblos indígenas donde hay zapatistas, para así
dividir y comprar conciencias, aplicando de esta forma su plan de
contrainsurgencia.
Pero la guerra que viene
de arriba, compañeras, compañeros, hermanas y hermanos, es siempre la misma:
sólo trae destrucción y muerte.
Pueden cambiar las ideas
y las banderas con las que llega, pero la guerra de arriba siempre destruye,
siempre mata, nunca siembra como no sea el terror y la desesperanza.
En medio de esa guerra
tuvimos que caminar hacia lo que queremos.
No podíamos sentarnos a
esperar a que entendieran quienes no entienden ni siquiera que no entienden.
No podíamos sentarnos a
esperar a que el criminal renegara de sí mismo y de su historia y se
convirtiera, arrepentido, en alguien bueno.
No podíamos esperar una
larga e inútil lista de promesas que serían olvidadas unos minutos después.
No podíamos esperar a
que lo otro, diferente pero igual en dolor y rabia, nos mirara y mirándonos se
viera.
No sabíamos cómo hacer.
No había ni hay libro,
manual o doctrina que nos dijera cómo hacer para resistir y, al mismo tiempo,
construir algo nuevo y mejor.
Tal vez no perfecto, tal
vez diferente, pero siempre nuestro, de nuestros pueblos, de las mujeres,
hombres, niñas y ancianos que con su corazón colectivo cubren la bandera negra
con la estrella roja de cinco puntas y las letras que les dan no sólo nombre,
también compromiso y destino: E Z L N.
Entonces buscamos en
nuestra historia ancestral, en nuestro corazón colectivo, y a los tumbos, con
fallas y errores, fuimos construyendo esto que somos y que no sólo nos mantiene
con vida y resistiendo, sino que también nos levanta dignos y rebeldes.
Durante estos 22 años de
lucha de Resistencia y Rebeldía seguimos construyendo otra forma de vida,
gobernándonos nosotros mismos como pueblos colectivos que somos, bajo los 7
principios del mandar obedeciendo, construyendo un nuevo sistema y otra forma
de vida como pueblos originarios.
Uno donde el pueblo
manda y gobierno obedece.
Y nuestro corazón
sencillo lo ve que es lo más sano, porque nace y crece del mismo pueblo, es
decir, es el mismo pueblo que opina, discute, piensa, analiza, propone y decide
qué cosa es lo mejor para su beneficio, siguiendo el ejemplo que nos dejaron
nuestros antepasados.
Como iremos explicando
después, vemos que en las comunidades partidistas reinan el desamparo y la
miseria, manda la holgazanería y el crimen, la vida comunitaria está rota,
lastimada ya mortalmente.
El venderse al mal
gobierno no sólo no resolvió sus necesidades, sino que sumó más horrores.
Donde antes había hambre
y pobreza, hoy las sigue habiendo, pero además hay desesperanza.
Las comunidades
partidistas se han convertido en grupos de limosneros que no trabajan, sólo
esperan el siguiente programa gubernamental de ayuda, o sea esperan la próxima
temporada electoral.
Y esto no aparecerá en
ningún informe de gobierno municipal, estatal o federal, pero es la verdad que
se puede ver en las comunidades partidistas: campesinos que no saben ya
trabajar la tierra, casas de material vacías porque ni el cemento ni las
láminas se pueden comer, familias destruidas, comunidades que sólo se reúnen
para recibir las limosnas gubernamentales.
En nuestras comunidades
tal vez no hay casa de cemento, ni televisiones digitales ni camiones último
modelo, pero nuestra gente sabe trabajar la tierra. Lo que se pone en su mesa,
la ropa que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la
vida que transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo
de nadie.
Podemos decirlo sin
pena: las comunidades zapatistas no sólo están mejor que hace 22 años. Su nivel
de vida es superior al de quienes se han vendido a los partidistas de todos los
colores.
Antes para saber si
alguien era zapatista se veía si traía paliacate rojo o pasamontañas.
Ahora basta ver si sabe
trabajar la tierra; si cuida su cultura; si estudia para conocer la ciencia y
la técnica; si se respeta como mujeres que somos; si tiene la mirada en alto y
limpia; si sabe que manda como colectivo; si ve los cargos de gobierno autónomo
rebelde zapatista como servicio y no como negocio; si cuando le preguntan algo
que no sabe, responde “no lo sé… todavía”; si cuando se burlan diciéndole que
los zapatistas ya no existen, que son muy pocos, responde “no preocupas, ya
vamos a ser más, de repente tarda, pero sí vamos a ser más”; si mira lejos en
calendarios y geografías; si sabe que el mañana se siembra hoy.
Pero pues sí,
reconocemos que nos falta mucho por hacer, nos hace falta organizarnos más y
mejor.
Por eso nos tenemos que
esforzar más por prepararnos para realizar más y mejor nuestros trabajos de
gobernarnos, porque ahí viene de nuevo el mal de los males: el mal sistema
capitalista.
Y tenemos que saber cómo
enfrentarlo. Ya tenemos 32 años de experiencias de lucha de Rebeldía y Resistencia.
Ya somos lo que somos.
Somos el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional.
Somos aunque no nos
nombren.
Somos aunque con
silencios y calumnias nos olviden.
Somos aunque no nos
miren.
Somos en el paso, en el
camino, en el origen, en el destino.
Y en lo que somos vemos,
miramos, escuchamos dolores y sufrimientos cercanos y lejanos en calendarios y
geografías.
Y miramos antes, y
miramos ahora.
Una noche cruenta, más
si posible fuera, se tiende sobre el mundo.
El Mandón no sólo se
empeña en seguir explotando, reprimiendo, despreciando y despojando.
Está decidido a destruir
el mundo entero si eso le da ganancias, dinero, paga.
Está claro que viene lo
peor para todas, todos, todoas.
Porque los grandes ricos
multimillonarios de unos cuantos países, siguen con el objetivo de saquear
todas las riquezas naturales en todo el mundo, todo lo que nos da vida como el
agua, las tierras, bosques, montañas, ríos, aire; y todo lo que está bajo el
suelo: oro, petróleo, uranio, ámbar, azufre, carbón, y otros minerales. Porque
ellos no la consideran a la tierra como fuente de vida, sino como un negocio y
todo lo convierten en mercancía, y la mercancía la convierten en dinero, y así
nos quieren destruir por completo.
El mal y el malo tienen
nombre, historia, origen, calendario, geografía: es el sistema capitalista.
No importa cómo lo
pinten, no importa el nombre que le pongan, no importa la religión que lo
vista, no importa la bandera que levante.
Es el sistema
capitalista.
Es la explotación de la
humanidad y del mundo que habita.
Es el desprecio a todo
lo que es diferente y que no se vende, no se rinde, no claudica.
Es el que persigue,
encarcela, asesina.
Es el que roba.
Frente a él surgen,
nacen, se reproducen, crecen y mueren, salvadores, líderes, caudillos,
candidatos, gobiernos, partidos que ofrecen la solución.
Como una mercancía más,
se ofertan las recetas para resolver los problemas.
Tal vez alguien todavía
crea que de arriba, de donde vienen los problemas, vendrán las soluciones.
Tal vez todavía hay
quien cree en salvadores locales, regionales, nacionales y mundiales.
Tal vez hay todavía
quien espera que alguien haga lo que nos corresponde hacer a nosotros, nosotras
mismas.
Sería muy bueno, sí.
Todo fácil, cómodo, sin mayor
esfuerzo. Sólo levantar la mano, tachar una boleta, llenar un formulario,
aplaudir, gritar una consigna, afiliarse a un partido político, votar para
botar a uno y que otro entre.
Tal vez, decimos,
pensamos nosotras, nosotros, zapatistas que somos lo que somos.
Sería muy bueno así,
pero no lo es.
Porque lo que hemos
aprendido como zapatistas que somos y sin que nadie nos lo haya enseñado, como
no sea nuestro propio paso, es que nadie, absolutamente nadie va a venir a
salvarnos, a ayudarnos, a solucionar nuestros problemas, a aliviar nuestros
dolores, a regalarnos la justicia que necesitamos y merecemos.
Sólo lo que hagamos
nosotras, nosotros, cada quien según su calendario y su geografía, según su
nombre colectivo, su pensamiento y su acción, su origen y su destino.
Y también hemos
aprendido, como zapatistas que somos, que es sólo con organización que es
posible.
Aprendimos que si se
indigna una, uno, unoa, es bonito.
Que si se indignan
varios, varias, muchas, muchos, muchoas, entonces una luz se enciende en un
rincón del mundo y su luz alcanza a alumbrar por unos instantes toda la faz de
la tierra.
Pero también aprendimos
que si esas indignaciones se organizan… ¡Ah!, entonces no es una luz momentánea
la que ilumina los caminos terrenales.
Entonces es como un
murmullo, como un rumor, como un temblor que empieza a sonar quedo primero, más
fuerte después.
Como si este mundo fuera
a parir otro mundo, uno mejor, más justo, más democrático, más libre, más
humano… o humana… o humanoa.
Por eso hoy empezamos
esta parte de nuestras palabras con una palabra ya de antes, pero que sigue
siendo necesaria, urgente, vital: tenemos que organizarnos, prepararnos para
luchar, por cambiar esta vida, por crear otra forma de vida, otra forma de
gobernarnos, nosotros mismos los pueblos.
Porque si no nos
organizamos, seremos más esclavizados.
Ya no hay nada ya de que
confiar en el capitalismo. Absolutamente nada. Ya lo vivimos cientos de años su
sistema, ya las padecimos sus 4 ruedas del carruaje del capitalismo: la
explotación, la represión, el despojo y el desprecio.
Ya sólo queda la
confianza entre nosotras, nosotros mismos, donde nosotros, nosotras sí sabemos
cómo construir una nueva sociedad, un nuevo sistema de gobierno, con la vida
justa y digna que queremos.
Porque ahora nadie se
salva en la tormenta de la hidra capitalista que destruirá nuestras vidas.
Indígenas, campesin@s,
obre@s, maestr@s, amas de casas, intelectuales, trabajadores y trabajadoras en
general, porque hay muchos trabajadores que luchan por sobrevivir su vida
diaria, unos con patrón y otr@s no, pero que caen en la misma garra del capitalismo.
O sea que no hay
salvación en el capitalismo.
Nadie nos va dirigir,
somos nosotr@s mism@s los que nos dirigimos, tomándonos en cuenta de cómo lo
pensamos resolver de cada situación.
Porque si pensamos que
hay quien nos dirige, pues ya vimos cómo nos dirigieron durante los cientos de
años antes y en el sistema capitalista, no sirvió para nosotros los jodidos.
Para ellos sí, porque ahí sí, sólo sentados, ganaron dinero para vivir.
A todos les dijeron
“voten por mí”, voy a luchar porque ya no haya más explotación y ya cuando ya
llegaron en el puesto donde se gana dinero sin sudar, automáticamente se
olvidan de todo lo que dijeron, empiezan a crear más explotación, a vender lo
poco queda de la riqueza de nuestros países. Ésos vende patrias son unos inútiles,
hipócritas, parásitos que no sirven.
Por eso, compañeros y
compañeras, la lucha no ha terminado, apenas estamos empezando, apenas llevamos
32 años, de los cuales 22 son públicos.
Por eso debemos unirnos
más, organizarnos mejor para construir nuestra barca, nuestra casa, es decir
nuestra autonomía, porque es la que nos va a salvar de la gran tormenta que se
acerca, debemos fortalecer más nuestras áreas de trabajo y nuestros trabajos
colectivos.
No tenemos otro camino
más que unirnos y organizarnos para luchar y defendernos de la gran amenaza del
mal sistema capitalista, porque las maldades del capitalismo criminal que
amenaza a la humanidad no va a respetar a nadie, va a barrer a todos sin
distinción de raza, de partido, ni religión porque ya lo han demostrado durante
muchos años que siempre han mal gobernado, amenazado, perseguido, encarcelado,
torturado, desaparecido y asesinado a nuestros pueblos del campo y de la ciudad
en todo el mundo.
Por eso les decimos,
compañeros, compañeras, niños y niñas, jóvenes y jovenas, ustedes como nuevas
generaciones son el futuro de nuestros pueblos, de nuestra lucha y de nuestra
historia, pero deben de entender que tienen una tarea y obligación: seguir el
ejemplo de nuestros primeros compañeros, de nuestros compañeros mayores de
edad, de nuestros padres y abuelos y todos los que iniciaron esta lucha.
Ellos y ellas ya nos
marcaron el camino, ahora nos toca seguir y mantener ese camino, pero para esto
solamente se logra organizándonos en cada generación y en generación, entender
eso y a organizarse para eso, y así hasta llegar al final de nuestra lucha
Porque ustedes como
jóvenes son parte importante de nuestros pueblos, por eso deben de participar
en todos los niveles de trabajo que hay en nuestra organización y en todas las áreas
de trabajo de nuestra autonomía, y que sean las generaciones que sigan
dirigiendo nuestro propio destino con democracia, libertad y justicia así como
nos están enseñando ahora nuestros compañeros y compañeras primeros.
Compañeras y compañeros
todos y todas, estamos seguros que vamos a lograr un día lo que queremos, para
todos todo, o sea nuestra libertad, porque ahora nuestra lucha está avanzando
poco a poco y nuestras armas de lucha son nuestra resistencia, nuestra rebeldía
y nuestra palabra verdadera que no hay montañas ni fronteras que puedan
impedirla, sino que llega hasta en el oído y en los corazones de otros hermanos
y hermanas en el mundo entero.
Es decir que ya somos
cada vez más los que entendemos la lucha en contra de la gravísima situación de
injusticia en que nos tienen, que causa el mal sistema capitalista en nuestro
país y en el mundo.
También estamos claros
que a lo largo de nuestra lucha ha habido y habrá amenazas, represiones,
persecuciones, desalojos, contradicciones y burlas de parte de los tres niveles
de los malos gobiernos, pero debemos de estar claros que si el mal gobierno nos
odia es porque vamos en un buen camino; y si nos aplaude es que nos estamos
desviando en nuestra lucha.
No olvidemos que
nosotros somos los herederos de hace más de 500 años de lucha y resistencia. En
nuestras venas corre la sangre de nuestros antepasados, ellos nos heredaron el
ejemplo de lucha y rebeldía y el ser guardián de nuestra madre tierra porque en
ella nacimos, en ella vivimos y en ella moriremos.
-*-
Compañeras, compañeros
zapatistas:
Compañeros, compañeras,
compañeroas de la Sexta:
Hermanas y hermanos:
Ésta es nuestra primera
palabra en este año que comienza.
Más palabras vendrán,
más pensamientos.
Poco a poco se irá
mostrando de nuevo nuestra mirada, nuestro corazón que somos.
Ahora sólo queremos
terminar diciéndoles que para honrar y respetar la sangre de nuestros caídos,
no basta con solo recordar, extrañar, llorar, ni rezar, sino que debemos de
seguir el ejemplo y continuar la tarea que nos dejaron, hacer en la práctica el
cambio que queremos.
Por eso compañeros y
compañeras para este día tan importante es el momento de reafirmar nuestra
conciencia de lucha y de comprometernos para seguir adelante, cueste lo que
cueste y pase lo que pase, no permitamos que el mal sistema capitalista
destruya lo que hemos conquistado y lo poco que hemos podido construir con
nuestro trabajo y esfuerzo durante más de 22 años: ¡nuestra libertad!
Ahora no es el momento
de echarnos para atrás, de desanimarnos o de cansarnos, debemos de estar más
firmes en nuestra lucha, mantener firmes las palabras y ejemplos que nos
dejaron nuestros primeros compañeros: de no rendirse, no venderse y no
claudicar.
¡DEMOCRACIA!
¡LIBERTAD!
¡JUSTICIA!
Desde las montañas del
Sureste Mexicano.
Por el Comité
Clandestino Revolucionario Indígena – Comandancia General del
Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente
Moisés. Subcomandante Insurgente Galeano.
México, Primero de enero
del 2016.
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